Letanía por nuestros seres queridos


Esta letanía puede rezarse en las reuniones de EnCourage o en las reuniones de Courage para unirse en oración con los miembros de EnCourage y sus familias. Descargar letanía aquí


Letanía por nuestros seres queridos

Oh Jesús, Sanador de las Almas, escucha nuestra oración por nosotros mismos

De la carga de pensar que depende de mí salvar a mi ser querido
Líbrame Jesús
De creer que estoy solo y nadie me entiende
Líbrame Jesús
De sentirme impotente y creer que no puedo hacer nada
Líbrame Jesús
De creer que no hay esperanza y de la tentación de caer en la desesperación
Líbrame Jesús
De la vergüenza y el ridículo
Líbrame Jesús
Del temor y la ansiedad de no saber lo que pasará
Líbrame Jesús
De la confusión y la duda
Líbrame Jesús
De la mentira de que todo es mi culpa
Líbrame Jesús
De los juicios impíos y de pensar que yo tengo la respuesta
Líbrame Jesús

Oh Jesús, Médico Divino, escucha nuestra oración por nuestros seres queridos

De creer que Dios no los ama
Líbralos Jesús
De creer que no son lo suficientemente buenos
Líbralos Jesús
De creer que Dios y la Iglesia los han abandonado
Líbralos Jesús
Del rechazo, la vergüenza, la depresión y la ansiedad
Líbralos Jesús
Del abuso y el desprecio de sí mismos
Líbralos Jesús
De romper los vínculos familiares
Líbralos Jesús
De creer que nacieron así
Líbralos Jesús
Del temor de abrazar su sexo biológico
Líbralos Jesús
De la falsa seguridad de que no necesitan a Dios
Líbralos Jesús
Del deseo de complacer a quienes aprueban su estilo de vida
Líbralos Jesús
De negar su verdadera identidad como hijos amados de Dios
Líbralos Jesús

Oh Jesús, Salvador Misericordioso, te confiamos a nuestros seres queridos

Que Tu plan para sus vidas es mejor de lo que podemos imaginar
Jesús, en Ti confío
Que desde ahora estás obrando en sus corazones
Jesús, en Ti confío
Que estás continuamente sosteniéndolos y amándolos
Jesús, en Ti confío
Que Tu amor es mayor que sus pecados
Jesús, en Ti confío
Que los reconciliarás contigo y con nosotros a través de Tu misericordia
Jesús, en Ti confío
Que su sufrimiento y el nuestro, unido al Tuyo, dará fruto en esta vida y en la siguiente
Jesús, en Ti confío
Que no tener el control es una invitación a confiar en Ti
Jesús, en Ti confío
Que mi ser querido es tu hijo amado
Jesús, en Ti confío
Que Tú eres el cimiento de mi familia
Jesús, en Ti confío
Que si te entrego a mi ser querido Jesús, Tú lo cuidarás
Jesús, en Ti confío

 

Letanía por nuestros seres queridos
Descargar PDF


“Sé que fue Dios quien me mandó a Courage a través de Internet”: Testimonio de Martín

 

“Sé que fue Dios quien me mandó a Courage a través de Internet”:
Testimonio de Martín

 

Mi nombre es Martin García, soy de una pequeña comunidad al oeste del estado de Guanajuato, México. He tenido la bendición de nacer en una familia de grandes valores morales y al servicio de Dios y de la Iglesia, y es Dios mismo quien me ha llamado a este caminar de castidad y servicio que deseo compartir.

Como muchas familias de esta localidad, fuimos una familia numerosa, conformada por nueve hermanos, dos mujeres y yo, el sexto hijo. Mi madre siempre fue una mujer de hogar, encargada de las labores de la casa y del cuidado de todos nosotros, sus hijos. Mi padre fue un hombre muy responsable y trabajador, aunque también lo recuerdo como una persona muy sociable y amiguero a quien le gustaba la parranda los fines de semana.

Quizás estas parrandas fueron motivo para que mi padre no pasara demasiado tiempo con la familia. Si no estaba trabajando, estaba con sus amigos; su ausencia era notoria. Es posible que esta ausencia haya afectado mi manera de aprender a convivir con otros niños varones y generado esa necesidad de sentirme aceptado y abrazado por un padre.

Durante mi niñez, pasaba mucho tiempo con mi mamá, y esto me gustaba. Quizás era porque me sentía seguro y protegido, sin ser juzgado, criticado, ni agredido por niños más grandes. Cuando estaba con mi mamá, mis hermanas o mis primas, me sentía totalmente libre y sin pena de expresar mis emociones y sentimientos. Caso contrario ocurría cuando estaba con mis hermanos mayores, primos u otros varones. Me sentía agredido y juzgado, no podía expresarme, ni opinar, porque si lo hacía, sentía que me atacaban, así que era mejor no hacerlo.

A pesar de estas situaciones con otros varones, fui un niño muy educado, no decía malas palabras, era muy obediente y me gustaba ayudar en los quehaceres de la casa, y en mi pensamiento no había malas intenciones de nada ni en contra de nadie. Era como una pureza de corazón que Dios sembró en mí desde que pensó en mí para que viniera a este mundo.

Durante mi adolescencia, no entendía que mi cuerpo y personalidad estaban entrando en una etapa nueva y desconocida de cambio. Fue una etapa en la que, por lo que he compartido, buscaba tener respuestas sobre mi sexualidad. Encontré algunas “respuestas” distorsionadas en otros adolescentes como yo, pero quizás ellos estaban en la misma búsqueda y situación, por lo que no fueron las respuestas más adecuadas.

El deseo y la necesidad de aceptación y de encajar en ciertos grupos de personas me llevaban a comportarme de una manera que, en el fondo, no sentía como mía. Así, comencé a tomar alcohol, intenté fumar, e incluso tuve la tentación de probar un tipo de droga. Todo lo hacía para sentirme popular y que tenía muchos amigos, lo cual era una idea que yo construía en mi cabeza, como un anhelo de relacionarme con otros varones, experiencia que busqué desde mi niñez.

Al paso de los años, mi vida se sentía cada vez más vacía, sin objetivos y cada vez se producía más en mí un sentimiento de reproche hacia Dios, al punto de culparlo por tener esta insatisfacción, este vacío, y porque sentía que no me escuchaba en mis oraciones.

Toda esa insatisfacción con Dios y conmigo mismo, todos estos sentimientos hacían que me alejara cada vez más de Él y, poco a poco, iba entrando más al ambiente “gay”. Lo hacía de manera anónima, sin que nadie en mi familia y mis amigos supiesen. Satisfacía mi deseo y curiosidad de conocer personas, lugares y experiencias. En este ambiente llegué a sentir una sensación de satisfacción por formar parte de un grupo que me entendía, pero al paso de los años me fui dando cuenta de que vivir así solo hacía que me sintiera más vacío, nada podía llenar mi corazón. Comencé a experimentar ansiedad, situaciones compulsivas en el trabajo, excesos de enojo y falta de tolerancia con mi familia, de alguna manera reprochándoles. Sentía frustración conmigo mismo por no controlar mis impulsos y principalmente un miedo profundo que no me dejaba estar en paz, un miedo a poner en riesgo mi vida y mi integridad física y moral, pero principalmente un miedo a perderme en el pecado y estar alejado de Dios.

La pornografía fue una situación que por mera curiosidad comencé a conocer, al punto en que pasó a ser algo que se apoderaba de mi vida de una manera constante y frecuente. El deseo de explorar este mundo, que para mí era desconocido e inquietante, me llevaba a buscar diferentes tipos de contenido, quitándome la tranquilidad. Toda esta situación distorsionaba mi realidad recordándome y relacionando ciertas situaciones o lugares cotidianos con escenas que estaban en mi mente debido a la pornografía.

En una de esas ocasiones, utilizando las mismas palabras de búsqueda de este tipo de contenido, me apareció un link con la sugerencia del apostolado Courage. Fue la única sugerencia que había de entre las demás que busqué. Comencé a explorar esta opción que me llamó la atención, sobre todo el mensaje del sitio web que dice: “Courage es un apostolado de la Iglesia católica que busca atender a personas con atracciones al mismo sexo”. Esto causó en mí una gran inquietud porque sentía que yo necesitaba esa ayuda, que en ese momento estaba pasando por una situación que no podría controlar y que principalmente Dios, por medio de la Iglesia, me podría ayudar a salir adelante. Estoy seguro de que fue Dios quien mandó ese link a mi vida para sacarme de esa situación, ya que anteriormente no había escuchado nunca del apostolado. Fue un momento de esperanza, sentí que podría salir adelante dejando estas malas prácticas y agradarle a Dios con mi vida.

Al paso de los meses, contacté al capítulo de Courage en León. Había una gran alegría porque sentía que ya estaba llegando al lugar donde Dios iba a sanar todas esas situaciones que viví en mi infancia y en mi juventud y de trabajar en el desorden de mis afectos que vivía en aquel momento. Sentía que mi vida sería más tranquila y las situaciones de excesos ya no estarían. Sin embargo, al paso de los años sentía que no avanzaba en esta situación de mi vida, incluso en algunas ocasiones sentía que, al contrario, mi atracción al mismo sexo crecía más y que mi reproche a Dios se hacía parte de mis oraciones cuestionando y reclamándole como si Él fuese el culpable. Hoy me doy cuenta de que Dios nos ha dado el regalo más grande, la libertad, para buscarlo a Él y aquello que nos ayuda a crecer como personas, algo que no entendía al inicio y me costaba mucho trabajo porque perdía el ánimo de seguir en el camino que Courage me invitaba a vivir.

Al paso de los años seguí en Courage. Hubo ocasiones en que quería desistir del apostolado, pero siempre había algo que me decía que no lo hiciera porque estaba convencido, dentro de mí, de que el apostolado era el camino que me lleva a Dios. En Courage he tenido la oportunidad de conocer grandes amigos; nos ayudamos y animamos mutuamente a seguir en nuestro proceso, apoyándonos en esos momentos de debilidad con un consejo o sugerencia para tratar situaciones y momentos de tentación. Amistades castas que me hacen sentir acompañado y comprendido de una manera totalmente diferente a las amistades que anteriormente tuve.

También en el apostolado de Courage pude conocer el testimonio de muchos hermanos que compartían sus experticias de vida y pude ver cómo Dios les daba ese ánimo de caminar y de cambiar sus vidas totalmente. Estos testimonios y acompañamiento de mis hermanos de Courage, me fueron dando la respuesta que yo le pedía a Dios. Con el tiempo me fui dando cuenta de que la conversión de mi corazón era posible siempre y cuando trabajara en mi relación con Jesucristo y me esforzara por vivir la castidad, virtud que anhelaba plenamente para agradarle a Dios, como cuando era niño. El testimonio de los demás y la ayuda profesional aparte, para atender situaciones compulsivas, me ayudaron a trabajar en mi proceso. La oración a Dios y el servicio en la Iglesia de mi comunidad me sigue dando la calma y donación a Dios que me ayuda en este proceso el cual deseo que sea permanente para tener un constante encuentro con Dios en mi vida. Sin embargo, uno de los pilares más importantes en mi vida han sido los sacramentos de la confesión y la Eucaristía. Los he experimentado y vivido con plenitud y alegría, y estoy seguro de que es la forma en que Dios está trabajando en mí.

Actualmente en el apostolado sigo trabajando y esforzándome en mi proceso de agradarle a Dios. Las metas de Courage han sido para mí una guía para lograr vivir en comunión con Dios. El trabajo es constante y actualmente sigo esforzándome en seguir sirviendo en mi comunidad y en el apostolado. La motivación de ayudar con mi trabajo es algo que busco constantemente, no niego que las situaciones de la vida y tentaciones siempre están presentes, pero Courage y la fuerza de Dios me sostienen.

 

*Si desea ponerse en comunicación con la pastoral Courage en México, escriba a: contacto@couragelatino.org


“Creo porque quiero creer”: Ejemplo de Santa Teresa del Niño Jesús para momentos de crisis

“Creo porque quiero creer”
Ejemplo de Santa Teresa del Niño Jesús para momentos de crisis

Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r*

   En muchas ocasiones he hablado sobre Santa Teresita del Niño Jesús y en esos diálogos escuché reacciones variadas que podría dividir en dos categorías: unas fueron reacciones de amor y otras fueron reacciones de resistencia a Teresita.

   Las resistencias pueden atribuirse a su forma dulcificada y hasta infantil de expresarse, ella usa mucho los diminutivos, y también porque “la infancia espiritual” [1], nombre con el cual su escuela de espiritualidad fue designada, puede no ser muy atractiva en nuestros días. Para algunas personas, la suavidad y delicadeza de Teresita pueden sonar excesivas, sin embargo, si se logra superar ese aparente obstáculo, será posible encontrarse con una mujer fuerte y valiente; una mujer con gran ardor apostólico (por algo, el Papa Pio XI la proclamó patrona de las misiones); una mujer con una profunda “alma teológica” y fineza espiritual. Aquella mujer a quien Juan Pablo II, en 1997, declaró Doctora de la Iglesia y la llamó “experta en la scientia Amoris” [2].

   Me gustaría entonces compartir con ustedes algunas reflexiones sobre esta “pequeña alma” (MsB 2r), pues es un testigo de fortaleza y fe sólida, un ejemplo que nos inspirará en momentos de crisis en la fe. Me aproximaré a ello tomando el episodio más significativo de su breve vida.

   En la madrugada del Viernes Santo de 1896, Teresita, a sus 23 años tuvo una hemoptisis (cf. MsC 5r) [3] y su reacción fue de alegría:

Mi alma se sintió inundada de gozo […] estaba íntimamente convencida de que Jesús, en el aniversario de su muerte, quería hacerme oír una primera llamada. Era como un tenue y lejano murmurio que me anunciaba la llegada del Esposo (Ibid.).

   Pero la experiencia no duró, luego de eso, ella entró en una profunda crisis espiritual:

Durante los días tan gozosos del tiempo pascual, Jesús me hizo conocer por experiencia que realmente hay almas que no tienen fe, y otras que, por abusar de la gracia, pierden ese precioso tesoro, fuente de las únicas alegrías puras y verdaderas. Permitió que mi alma se viese invadida por las más densas tinieblas y que el pensamiento del cielo, tan dulce para mí, sólo fuese en adelante motivo de lucha y tormento… (Ibid.)

   La particularidad de este intenso momento para Teresa consiste en que conoció por experiencia lo que significa no tener fe. Ella vivió una solidaridad espiritual y real con los que tienen una vida pecaminosa y hasta niegan a Dios. Su experiencia fue tan fuerte que mal pudo explicarla: “Quisiera poder expresar lo que siento, pero ¡ay!, creo que es imposible. Es preciso haber peregrinado por este negro túnel para comprender su oscuridad” (Ibid.). Para exponer lo que está viviendo, creó una especie de fábula. Ella dijo haber nascido en “un país cubierto de espesa niebla” (Ibid.) y nunca pudo contemplar el sol radiante. Pero, ella sabe que hay otro país en donde el sol siempre brilla, pues el Rey de este país luminoso vino a habitar por un tiempo en el país oscuro, sin embargo, sus habitantes no supieron acoger al Rey.

   Teresita, al contrario, llegó a comprender la divina luz y pidió perdón por los que la rechazaron. Jugando con la alegoría y la realidad, la joven santa dijo haber aceptado “comer el pan del dolor” y no quiso levantarse de la mesa “repleta de amargura” (cf. MsC 6r), hasta que “todos los que no viven iluminados por la antorcha luminosa de la fe la vean, por fin, brillar” (Ibid.). Teresa aceptó esa difícil condición espiritual que implicó fuertes tentaciones:

me parece que las tinieblas adoptando la voz de los pecadores, me dicen burlándose de mí: “sueñas con la luz, con una patria aromada con los más suaves perfumes; sueñas con la posesión eterna del Creador de todas esas maravillas; crees que un día saldrás de las nieblas que te rodean. ¡Adelante, adelante! Alégrate de la muerte, que te dará, no lo que tú esperas, sino una noche más profunda todavía, la noche de la nada” (MsC 6v)

   Pero, la pequeña florecilla del carmelo, como también es conocida, no se dejaba abatir y sostenida por la Gracia sin la cual nadie puede nada, totalmente dócil a las mociones divinas enfrentó esa difícil situación implorando al Señor que no permitiera jamás ofenderlo, gracia que mantuvo fielmente:

Creo que he hecho más actos de fe de un año a esta parte que durante toda mi vida. Cada vez que se presente el combate, cuando los enemigos vienen a provocarme, me porto valientemente: sabiendo que batirse en duelo es una cobardía, vuelvo la espalda a mis adversarios sin dignarme siquiera a mirarlos a la cara, corro hacia mi Jesús y le digo que estoy dispuesta a derramar hasta la última gota de mi sangre por confesar que existe un cielo (MsC 7r).

   ¿Qué es lo que sostenía a Teresita? Simplemente el buen Dios. Es así como ella se refiere a Él en sus obras (634 veces). En esta formula es posible darse cuenta cómo Teresita percibió el rostro especifico con el cual el Señor quiso manifestarse a ella y en ella [4]. Toda acción de Dios en su vida es vivida como la experiencia de la bondad divina. Su autobiografía no es otra cosa, según ella misma, que sus pensamientos acerca de las gracias que el buen Dios se dignó a concederle en su vida (cf. MsA 3r) [5]. El buen Dios siempre la sostuvo en todos los momentos, por lo que en la oscuridad pudo afirmar: “canto simplemente lo que quiero creer” (MsC 7v) y en los últimos momentos de sus vida exclamar: “¡Dios mío..., te amo!” (UP 30/09) [6].


Referencias:

  1. Santa Teresita nunca usó esa expresión. En el Manuscrito B, la santa relata su camino espiritual a pedido de su hermana de sangre, madrina y hermana de comunidad, María del Sagrado Corazón, que le pidió que dejara por escrito su “doctrinita”. Cf. TERESA DEL NIÑO JESUS, MsB 1v. 
  2. JUAN PABLO II, Carta Apostólica Novo Millennium Ineunte, 42 en https://rb.gy/9ufr0
  3. Teresita murió de tuberculosis el 30 de septiembre del 1897.
  4. Cf. ZAS FRIZ DE COL, R. (ed.), Il vissuto di Santa Teresa di Lisieux alla luce del Metodo Teologico-Decisionale, GBP, Roma, 2021, p. 69.74.
  5. En diversas ediciones de la Historia de un alma el texto aparece así: “sino mis pensamientos acerca de las gracias que Dios se ha dignado concederme”. Después de la publicación crítica de las Obras Completas las traducciones son más fieles al original francés que trae la expresión bon Dieu. Cf. TERESA DE LISIEUX, Obras completas, Monte Carmelo, Burgos, 2015 10ª.
  6. Últimas Palabras de Teresa.

    * Lícia Pereira es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y en este momento reside con su comunidad en Brasil.

 


Vivir la alegría cristiana: saberse amado por el Padre

Cathopic.com

Vivir la alegría cristiana: saberse amado por el Padre
Luces desde la Gaudete in Domino de San Pablo VI

Por Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r*

En el año de 1973, el Papa Pablo VI anunció el deseo de celebrar un Año Santo en la Iglesia. El entonces Vicario de Cristo vio en esta celebración un momento importante para la vida espiritual de toda la comunidad eclesial, siendo esto fruto de su discernimiento y oración. El tema del Año Santo fue la “Renovación y la Reconciliación” y el inicio de este camino espiritual se dio entre las Navidades de 1974 hasta la del 1975. En medio de este itinerario, en la Solemnidad de Pentecostés del año de 1975, el Papa Pablo VI publicó la Exhortación apostólica Gaudete in Domino, sobre la alegría cristiana. Y son algunas ideas de este hermoso texto que quisiera presentarles, estoy segura de que su lectura puede producir muchas luces, pues a mí me aportó muchísimo en mi vida espiritual.

El Papa inicia la Exhortación hablando que el ser humano aspira naturalmente a la alegría, pues Dios mismo puso dicha aspiración en su corazón y por ello mismo puede captarla: “Poetas, artistas, pensadores, hombres y mujeres simplemente disponibles a una cierta luz interior, pudieron, antes de la venida de Cristo, y pueden en nuestros días, experimentar de alguna manera la alegría de Dios” [1]. Sin embargo, esta alegría no es inmutable y Pablo VI con claridad advierte:

Pero ¿cómo no ver a la vez que la alegría es siempre imperfecta, frágil, quebradiza? Por una extraña paradoja, la misma conciencia de lo que constituye, más allá de todos los placeres transitorios, la verdadera felicidad, incluye también la certeza de que no hay dicha perfecta. La experiencia de la finitud, que cada generación vive por su cuenta, obliga a constatar y a sondear la distancia inmensa que separa la realidad del deseo de infinito [2].

No hay que ver en esas palabras una aproximación negativa al mundo, sino que, con realismo, Pablo VI se propone a presentar la auténtica alegría. La sociedad, dice el entonces Pontífice, ha logrado proporcionar grandes placeres, “pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. Porque la alegría tiene otro origen. Es espiritual”3. Son muchas las situaciones que generan tristezas y Pablo VI las describe muy bien para que podamos ver las cosas con claridad: “no queremos abrumar a nadie. Antes, al contrario, buscamos los remedios que sean capaces de aportar luz”[4]. 

El Papa ofrece esas luces en seis capítulos: el anuncio de la alegría cristiana en el Antiguo Testamento, la alegría en el Nuevo Testamento, la alegría en el corazón de los santos, una alegría para todo el pueblo, la alegría y la esperanza en el corazón de los jóvenes y la alegría del peregrino en este Año Santo. Cada capítulo tiene contenido para amplios comentarios, pero como no es posible hacerlos, yo quisiera destacar apenas un tema: la alegría de Jesús.

Dice el Vicario de Cristo: “Hagamos ahora un alto para contemplar la persona de Jesús, en el curso de su vida terrena”[5]. En esta contemplación, Pablo VI recuerda escenas del Evangelio en las que podemos ver que el Señor en su vida terrena fue un hombre alegre, pues “Él ha experimentado en su humanidad todas nuestras alegrías. El, palpablemente, ha conocido, apreciado, ensalzado toda una gama de alegrías humanas, de esas alegrías sencillas y cotidianas que están al alcance de todos” [6]. Pero, la alegría de Jesús tiene una fuente que el Papa quiso destacar:

Aquí nos interesa destacar el secreto de la insondable alegría que Jesús lleva dentro de sí y que le es propia. Es sobre todo el evangelio de san Juan el que nos descorre el velo, descubriéndonos las palabras íntimas del Hijo de Dios hecho hombre. Si Jesús irradia esa paz, esa seguridad, esa alegría, esa disponibilidad, se debe al amor inefable con que se sabe amado por su Padre [7].

¡Que alegría sentimos cuando sabemos que somos amados! La experiencia humana nos lo dice y confirma. Ahora bien, ¿cómo será de grande nuestra alegría al experimentar y estar seguros de que Dios, el Padre de nuestro Señor nos ama? Y nos ama con un amor que supera toda expectativa, pues nos ama con amor divino, que es cualitativamente diferente y superior a cualquier amor humano, incluso el más puro e incondicional. “Los discípulos y todos cuantos creen en Cristo, estén llamados a participar de esta alegría. Jesús quiere que sientan dentro de sí su misma alegría en plenitud: «Yo les he revelado tu nombre, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y también yo esté en ellos» (Jn 17,26)” [8].

En este periodo pascal, vivamos la alegría cristiana, que es la alegría del mismo Jesús, dejemos que el Evangelio penetre en nuestros corazones,

Entonces podemos gustar la alegría propiamente espiritual, que es fruto del Espíritu Santo (cf. Rom 14,17; Gál 5,22): consiste esta alegría en que el espíritu humano halla reposo y una satisfacción íntima en la posesión de Dios trino, conocido por la fe y amado con la caridad que proviene de él. Esta alegría caracteriza por tanto todas las virtudes cristianas. Las pequeñas alegrías humanas que constituyen en nuestra vida como la semilla de una realidad más alta, quedan transfiguradas. Esta alegría espiritual, aquí abajo, incluirá siempre en alguna medida la dolorosa prueba de la mujer en trance de dar a luz, y un cierto abandono aparente, parecido al del huérfano: lágrimas y gemidos, mientras que el mundo hará alarde de satisfacción, falsa en realidad. Pero la tristeza de los discípulos, que es según Dios y no según el mundo, se trocará pronto en una alegría espiritual que nadie podrá arrebatarles (cf. Jn 16,20-22; 2Cor 1,4; 7,4-6) [9].

 


Referencias:

1 PABLO VI, Exhortación Apostólica Gaudete in Domino, sobre la alegría cristiana, 6 en https://bit.ly/40Va6oO
2 Ibid., 7
3 Ibid., 8.
4 Ibid., 10.
5 Ibid., 23.
6 Ibid.
7 Ibid., 24. Las cursivas son mías. 
8 Ibid., 25. Las cursivas son mías.
9 Ibid., 30. Las cursivas son mías.   

* Lícia Pereira es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y en este momento reside con su comunidad en Brasil.


Tarjeta con información de contacto para imprimir

Tarjeta de información de contacto para imprimir

La oficina de Courage Internacional pone a disposición de todos los capítulos de habla hispana esta tarjeta con la información de contacto del apostolado. La tarjeta está en formato PDF, lista para imprimirse en el color de su elección: gris, negro o rojo.

 

 

 


La bondad de Dios en las "Revelaciones del Amor Divino" de Juliana de Norwich

La bondad de Dios
en las Revelaciones del Amor Divino
de Juliana de Norwich

Por Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r*

En la reflexión espiritual de este mes, me gustaría presentarles a Juliana de Norwich, una gran escritora cristiana, y presentarles también, aunque brevemente algunos puntos de su obra. Propongo su figura y pensamiento porque creo que la experiencia espiritual de esta mujer puede ofrecernos luces para crecer en nuestra relación con Dios.

Ahora bien, ¿quién fue Juliana de Norwich?

Se trata de una mística inglesa “venerada tanto por la Iglesia católica como por la Comunión anglicana”[1]. Lo que se sabe sobre ella es muy poco: conocemos que el año de su nacimiento fue en 1342; sabemos que luego de una grave enfermedad fue agraciada con 16 revelaciones de Dios [2]; que después de esta experiencia decidió llevar una vida eremítica y que escribió Revelations of Divine Love (Revelaciones del Amor Divino), obra donde ella relata e interpreta sus visiones. La fecha de su muerte es incierta, la más aceptada es aproximadamente en el año 1416.

¿Cuál es el mensaje de Juliana y en qué puede iluminarnos hoy? Lo primero que podemos decir es que ella nos habla de Dios con gran devoción afectiva y una profundidad teológica que nos orienta directamente hacia la verdad central de nuestra fe: “Dios es Amor” (1Jn 4, 8.16).

El tema del amor divino se repite a menudo en las visiones de Juliana de Norwich que, con cierta audacia, no duda en compararlo también con el amor materno. Este es uno de los mensajes más característicos de su teología mística. La ternura, la solicitud y la dulzura de la bondad de Dios para con nosotros son tan grandes que, a nosotros, peregrinos en esta tierra, nos evocan el amor de una madre por sus hijos. [3]

Para manifestar el amor de Dios, Juliana insiste particularmente en su bondad; nuestra autora usa esta palabra más de 100 veces y, según ella, Dios se muestra especialmente bondadoso cuando nos encontramos en pecado:

Y cuando me distancio de él por el pecado, la desesperación o la pereza, dejo solo a mi Señor, puesto que él está en mí. Y ésta es la situación de todos aquellos que somos pecadores. Pero incluso aunque actuemos así con frecuencia, su bondad nunca permite que estemos solos: él está constantemente con nosotros, nos excusa con ternura y nos protege de toda culpa a sus ojos.[4]

Para Juliana, la bondad de Dios es perceptible cuando Él nos protege del mal. “Yo te protejo con toda seguridad”[5], le dijo el Señor y ella, en consonancia con San Pablo, reflexiona: “la misericordia actúa protegiéndonos, y actúa de manera que todas las cosas se tornen para nuestro bien”[6] (cf. Rm 8, 28). Así, a pesar de nuestras tribulaciones, conflictos, dolores y de nuestros pecados, Dios siempre dispone todo para nuestro bien. Esta es una idea que aparece con frecuencia en el libro de las Revelaciones:

Es cierto que el pecado es la causa de todo este sufrimiento, pero todo acabará bien, y cualquier cosa, sea cual sea, acabará bien [7].

Puedo transformar todo en bien, sé transformar todo en bien, quiero transformar todo en bien, haré que todo esté bien; y tú misma verás que todo acabará bien. [8]

Delante de tantos males y tragedias que nos afligen hoy, parece que la desesperanza y el sin sentido se apoderaran de los corazones humanos. Como personas de fe, abrámonos entonces a la Gracia de Dios y, especialmente en esta Cuaresma, permitámonos experimentar el Amor protector, bondadoso, compasivo y lleno de dulzura de nuestro Dios, tal como nos lo presenta Juliana de Norwich.

Nuestro buen Señor el Espíritu Santo, que es vida infinita, habita en nuestra alma, nos protege con total fidelidad, pacifica y alivia el alma mediante la gracia, haciéndola obediente y reconciliándola con Dios. Este es el camino de misericordia por el que nuestro Señor nos conduce continuamente mientras estamos en esta vida mudable... Pues el fundamento de la misericordia está en el amor, y la operación de la misericordia tiene por objeto protegernos en el amor; esto me fue revelado de tal forma que en adelante ya no pude percibir la misericordia de otra forma que como plenitud de amor en el amor [9].


Referencias:

  1. BENEDICTO XVI, Juliana de Norwich, Audiencia General del 1º de diciembre del 2010, en https://bit.ly/3ENgypm
  2. Las revelaciones a Juliana de Norwich entran en la categoría de “revelaciones privadas”, sobre ellas enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: “A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas "privadas", algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de "mejorar" o "completar" la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia.” (CEC 67).
  3. BENEDICTO XVI, Juliana de Norwich.
  4. JULIANA DE NORWICH, Libro de Visiones y Revelaciones, ed. Trotta, Madrid, 2002, p. 175-176.
  5. Ibid., p.142.
  6. Ibid., p. 110.
  7. Ibid., p. 76. Los cursivos son míos.
  8. Ibid., p. 81. Los cursivos son míos.
  9. Ibid., p. 110.


    * Lícia Pereira es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y en este momento reside con su comunidad en Brasil.


«El Amor de los Amores siempre escucha la oración de una madre» –Testimonio de una madre de EnCourage

«El Amor de los Amores siempre escucha la oración de una madre»
Testimonio de una madre de EnCourage

Es para mí una alegría poder compartir con ustedes lo que Dios permitió en mi vida como hija y madre, y lo que me regaló a través de la pastoral EnCourage en mi país.

Mi infancia fue un poco dura. Mi familia sufrió mucho, especialmente porque mi padre fue alcohólico y, a consecuencia de ello, violento con todos. Fueron años difíciles en los que mi madre hizo lo imposible por sacar a nuestra familia adelante y poder vivir su misión de madre en lo que le alcanzaba de tiempo y fuerzas.

Creo que yo llevaba varias carencias emocionales cuando formé un nuevo hogar, pero me pregunto ¿quién no? ¿quién llega perfecto a formar una nueva familia? Sin embargo, tengo que admitir que fui un poco exigente y dura con mis hijas. Le he pedido a Dios perdón por ello y estoy segura de que me ha perdonado. Además, por la gracia y la ayuda de Dios nuestro Señor, he podido pedirles perdón a mis hijas por las veces que no las traté con caridad.

Un día le hablé a mi hija mayor de una manera muy dura, lo que revivió en ella el sentimiento que experimentaba cuando la regañaba cuando era pequeña. Ella me lo dijo, y en ese momento Dios me dio la oportunidad de pedirle perdón por lastimarla con mis palabras. Mi hija me miró y me expresó que me comprendía y al final nos dimos un abrazo muy reconfortante.

Poco a poco pasó el tiempo y pudimos relacionarnos y comunicarnos mejor, hasta que en una oportunidad, mientras conversábamos, me confesó que sentía atracción hacia las mujeres. En ese momento no supe qué decirle, sentí que se derrumbaba la vida perfecta que siempre había aparentado. Sus palabras me causaron tanto dolor que empecé a decirme a mí misma ¿qué hice mal? Sentía que todo esto era un castigo, sentía mucha culpa. Me sentí perdida, no entendía.

Después de vivir momentos de incertidumbre y muchas lágrimas, mi primera reacción fue ir ante Jesús Sacramentado a pedirle ayuda. Llegaba todos los días y lloraba y le pedía que me mostrara qué había hecho mal, también le pedía que me mostrara cómo podía ayudar a mi hija, qué era lo que ella necesitaba para ayudarla.

El Señor, en su misericordia infinita, me hablaba de manera tan dulce y paciente y me fue enseñando a amarla más, a buscar entenderla, a abrazar el momento que vivía y los sentimientos que habían surgido en ella. No fue fácil, pero poco a poco lo fui haciendo.

Cada día ante el Santísimo Sacramento, a través de la oración, buscaba sumergir a mi hija en la misericordia de Dios, le pedía una y otra vez por la salvación de su alma y se la entregué totalmente a Él, y le pedí que la protegiera en todo lo que hiciera.

Pasó el tiempo, y por esos caminos de Dios comencé a participar en las reuniones de EnCourage en mi país. En este bello grupo, a través de la oración y el diálogo, aprendí a no buscar cambiar las atracciones sexuales de mi hija, sino a seguir amándola incondicionalmente, a escucharla más, a compartirle, con respeto mi opinión sobre cómo los actos homosexuales eran el pecado que la alejaba de Dios, pero que siempre seguiría siendo la hija amada de Dios. En EnCourage aprendí a ver las cosas con una mirada de fe y a adentrarme más en el bello corazón de mi hija.

No dejé de visitar a Jesús Sacramentado casi diariamente. Aprendí a pedir por el mundo entero, a pedir por la paz, por la salud de todos.

Un día totalmente inesperado, mi hija me pidió conversar nuevamente y me dijo: “te tengo una noticia, estoy enamorada”. Yo me dije a mí misma: “¡Ay Dios, ¿y ahora qué me dirá?”. Me quedé callada escuchándola, y me tomó por sorpresa lo que me dijo: se había enamorado de un muchacho que la hizo cambiar su vida.

Mi hija estaba enamorada y terminando su carrera de arquitectura, una carrera muy desgastante. En ocasiones, llegaba a pasar tres o cuatro noches sin dormir por tantos proyectos que le asignaban. Un día salió de casa en el auto para dejar a su novio en su casa. Cuando venía de regreso, debido al agotamiento, se quedó dormida y tuvo un trágico accidente donde perdió la vida.

Cuando me dieron la noticia sentí un gran dolor en mi alma y solo por gracia de Dios recordé la oración que hacía ante Jesús Sacramentado. Cuando el médico me dio la noticia, le respondí: “su cuerpo murió pero su alma se salvó porque las oraciones ante Dios la sumergieron en la misericordia del Corazón de Jesús”. El médico me dejó hablando sola, pero yo repetía lo mismo: “mi hija está sumergida en la misericordia del Corazón de Jesús”.

Hoy la extraño y la recuerdo mucho, pero tengo la seguridad que mi hija está en el cielo en los brazos de Dios Padre y que es un ángel que nos cuida y pide por todos en la familia.

Hoy, le pido al Señor que me permita ganarme el cielo para poder reencontrarme algún día con ella en la Patria Celestial y abrazarla nuevamente.

El Amor de los Amores siempre escucha la oración de una madre.


“He pecado, pero aquí estoy. Hágase en mí, según Tú quieras”: Testimonio de una joven valiente

“He pecado, pero aquí estoy. Hágase en mí, según Tú quieras”:
Testimonio de una joven valiente


Hola, mi nombre es Alexa, una joven de 23 años. Hace aproximadamente cinco años, cuando entré a la universidad sufrí mucho de ansiedad, depresión y tristezas momentáneas que muchas veces consideré que venían de la nada; mi familia siempre buscaba apoyo con un psicólogo, sin embargo, nada en mí mejoraba y nadie comprendía lo que me pasaba, ni siquiera yo. Después descubrí que sentía atracción hacia algunas chicas y me asusté mucho, no sabía cómo lidiar con eso. Al principio para mí era inaceptable ya que toda mi vida tuve valores cristianos católicos, desde las enseñanzas de mamá que es una mujer con una fe increíble, hasta mi educación que la tuve de hermanas religiosas y grupos católicos para jóvenes a los que pertenecí mucho tiempo.

Luego de eso y mucho tiempo después, los consejos exteriores del mundo me repetían “sé libre”, “la vida es una sola”, “sé feliz”. Comencé a involucrarme con chicas, comencé a rodearme de un entorno de fiestas, desorden y me alejé de Dios porque en el fondo sabía que no estaba obrando según su voluntad. Tiempo después inicié una relación que consideré “formal”, donde enfrenté familia, sociedad, amigos, todo por mantenerla. Pero eso para mí no tenía tanto peso como el saber que estaba faltando a los planes de Dios.

Yo pensé que iba a ser feliz, que por fin podía tener la libertad que esperaba, que por fin iba a compartir los gustos que sentía con alguien más, total ya la opinión de mis seres queridos no importaba, la sociedad tampoco y olvidé mis valores, olvidé mi esencia, olvidé aquella joven, aquella niña que fui, que estudió toda su vida en un colegio católico, aquella joven que hacía altares para Jesús, aquella joven que después de clases pedía permiso para quedarse en la capilla una hora rezando el rosario.

Y me convertí poco a poco en una persona totalmente distinta, mi vida era trabajar para ir a fiestas, viajar horas para poder mantener una relación homosexual, donde nunca experimenté un amor real, donde eran momentos felices, pero noches de llantos, porque no tenía paz. El ver a Jesús Eucaristía y no poder recibirlo me generaba un dolor inmenso, nunca nada llenaba mi corazón. Estuve rodeada de muchas personas que decían quererme, pero lo único que ofrecían eran vicios, momentos de risas y después llegaba la noche nuevamente y volvía a estar sola.

Recuerdo que me alejé de mi familia porque no me sentía aceptada, estar lejos de mamá y mis dos hermanos hizo una cicatriz enorme en mi corazón. Comencé a vivir sola para tener “privacidad” para vivir en “paz”, pero nada de eso fue posible. Mi mismo desorden de vida no me permitía avanzar. Siempre he sido muy dedicada académicamente y en mi trabajo, pero todos mis planes comenzaron a fracasar. Recuerdo que ni siquiera consideraba orar porque mi mente pensaba que Dios no me estaba ayudando, que me había abandonado.

Mis días eran levantarme, llorar, salir, nuevamente llorar porque no era plenamente feliz, estaba descubriendo que tenía intentos y migajas de amor, mientras yo estaba poniendo mi felicidad y corazón en el lugar equivocado. Llegó un momento de mi vida en que toqué fondo, me tiré al suelo como niña pequeña a llorar sola. En ese momento sentí que Jesús me abrazó y que me susurró al oído diciéndome que Él no me juzgaba, que Él me amaba y que sufría a mi lado.

Yo no podía expresarme, solo quería sentir su amor. Visité el Santísimo un día, recuerdo que esa mañana lo primero que hice fue hacer un arreglo de flores para Jesús y estuve con Él toda una tarde, inmediatamente la tranquilidad invadió mi corazón, poco a poco me estaba acercando nuevamente a mi Padre. Un día le conté a mi primo que no sabía qué hacer, que sabía que necesitaba de Dios, pero por otro lado dejar la vida y afectos que tenía no iba a ser fácil por la costumbre y apegos emocionales que tenía, fue ahí donde me mencionó a Courage, y decidí comenzar a averiguar por curiosidad.

Tuve mi primera reunión por Zoom y me enviaron un video con testimonios que cambiaron totalmente mi mente. En cada palabra de ellos yo escuché a Jesús y decidí seguir, me alejé poco a poco del estilo de vida que tenía y no lo niego, me caí muchas veces, pero esta vez corría nuevamente a los brazos de Jesús. 

En medio de una confesión con un fraile, mi guía espiritual, me dijo que nadie me amaría más que Dios. Fue ahí donde aprendí a soltar y esas palabras me marcaron. Fray Malaquías me abrazó después de escucharme y me dijo “aquí no te vamos a juzgar” vas a tener mucho amor de parte de Jesús que te ama inmensamente. Lloré como niña nuevamente, pero esta vez era de felicidad, de tranquilidad.

Poco a poco comencé a orar todos los días, a asistir a las confesiones más seguido, a ir a misa, a rezar el rosario y fui recuperando mi esencia. Actualmente tengo aproximadamente un año en Courage y puedo decir que Jesús cambió mi vida a través de este apostolado. Hoy por hoy soy una persona plenamente feliz, que vive en paz y valora cada detalle de su vida porque sé que fui creada por amor y con un propósito, porque sé que mi confianza está puesta en Dios y que sus planes son más que perfectos. Soy una joven que está cumpliendo cada sueño, cada meta con mucho esfuerzo, pero sobre todo una joven perdidamente enamorada de Jesús y sus mandatos, una joven que comparte lo poco que tiene con el prójimo haciendo pequeñas obras de caridad que me llenan de felicidad.

Solo me resta decir que Dios hace nueva todas las cosas, yo también me levanté y fui a mi Padre y le dije “he pecado, pero aquí estoy, hágase en mí según Tú quieras” y me dejé moldear por su infinita misericordia. Jamás cambiaría la plenitud de mi vida desde que llegó Jesús a mis días. Perdí muchos amigos, personas que decían darme buenos consejos, pero nada de eso me brinda el amor que Jesús comparte conmigo.

Hermanos míos, confíen en la misericordia de Dios, es válido caerse, pero no es válido quedarse en el suelo, extiendan su mano a Jesús y Él los cargará con mucho amor. Me encomiendo a sus oraciones siempre, y espero estas líneas sirvan de bendición, luz y esperanza a sus vidas. ¡COURAGE ES PARA VALIENTES!

 


El testamento espiritual de Benedicto XVI: luces para la vida espiritual

El testamento espiritual de Benedicto XVI:
luces para la vida espiritual

Por Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r*

 

El 31 de diciembre del 2022 el mundo recibió la noticia de la muerte de Benedicto XVI. Las reacciones fueron variadas, la mayoría de ellas expresaba pesar y gratitud por el bien que Joseph Ratzinger/Benedicto XVI hizo a la Iglesia, y se resaltó especialmente el importantísimo legado teológico que él ha dejado. Algunos han llegado a afirmar que él es en el siglo XX lo que Tomás de Aquino fue en el siglo XIII: un gran maestro en la fe.  

Mucho se puede escribir sobre el pensamiento teológico y espiritual de este querido Pontífice, pero no es el caso de hacer reflexiones teológicas, lo que quisiera evidenciar, aunque sumariamente, es el talante espiritual de Joseph Ratzinger comentando su testamento espiritual. El texto, breve y sencillo, nos estimula a cultivar dos virtudes: la gratitud y la fe.  

El testamento del papa Ratzinger revela un corazón profundamente agradecido a Dios, fuente última de nuestra vida y libertad y, por ello, digno de toda nuestra gratitud y reconocimiento, “pues la percepción de la grandeza de Dios y de su magnificencia lleva a reconocer que todo lo que el ser humano es y tiene, lo ha recibido de Dios, e impulsa, en consecuencia, a dirigir el espíritu hacia Dios para reconocer y agradecerle sus beneficios”[1]

Como no podía dejar de ser, el primer destinatario de su acción de gracias es Dios: “Ante todo, doy gracias a Dios mismo, dador de todo bien, que me ha dado la vida y me ha guiado en diversos momentos de confusión; siempre me ha levantado cuando empezaba a resbalar y siempre me ha devuelto la luz de su semblante”[2]

Luego, el papa agradece a todos los miembros de su familia y lo hace por cosas muy concretas: al padre por su “clara fe”, a la madre por su profunda devoción y gran bondad, a la hermana por el afectuoso cuidado que tuvo para con él durante toda su vida y a su hermano por “la claridad de su juicio, su vigorosa resolución y la serenidad de su corazón”[3]. De todo ello, el papa sacó lecciones preciosas para su vida. A todos sus amigos, profesores y alumnos, Benedicto les agradece encomendándolos a la bondad divina. El papa emérito también da gracias al Señor por sus raíces: “quiero dar gracias al Señor por mi hermosa patria en los Prealpes bávaros, en la que siempre he visto brillar el esplendor del Creador mismo. Doy las gracias al pueblo de mi patria porque en él he experimentado una y otra vez la belleza de la fe”[4]. Finalmente, eleva su acción de gracias por todo lo sucedido en su vida: “doy gracias a Dios por toda la belleza que he podido experimentar en todas las etapas de mi viaje, pero especialmente en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi segunda patria.”[5] ¡Ninguna realidad quedó fuera de su oración! 

Sobre la virtud de la fe, en el último párrafo de su texto, el Papa hace una apasionada exhortación a toda la Iglesia: ¡Manténganse firmes en la fe![6] Después de enumerar brevemente algunas teorías que colocaron en riesgo la pureza de la fe, Benedicto, como auténtico maestro de la vida cristiana, nos ofrece una enseñanza cargada de esperanza: “He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe”[7].  

Finalmente, no se puede dejar pasar desapercebidas dos líneas de su testamento. La primera es un pedido de perdón a todos lo que de alguna forma ha ofendido y la segunda es un pedido de oraciones: “Por último, pido humildemente: recen por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados y defectos, me reciba en la morada eterna. A todos los que me han sido confiados, van mis oraciones de todo corazón, día a día.”[8] 

Como ya fue mencionado, el testamento espiritual es un texto corto y sencillo. Esta sencillez, que en cierto sentido contrasta con la envergadura intelectual del papa, revela un corazón humilde, agradecido, afable y contento, que es lo que verdaderamente importa en la vida del cristiano. ¡Vale mucho la pena leerlo!  


Referencias:

[1] ILLANES, J.L., Tratado de teología espiritual, EUNSA, Navarra, 2007, p. 446.
[2] BENEDICTO XVI, Testamento espiritual, en https://bit.ly/3wtG660, 26 de agosto de 2006.
[3] Ibid.
[4] Ibid.
[5] Ibid.
[6] Ibid.
[7] Ibid.
[8] Ibid.


* Lícia Pereira es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y en este momento reside con su comunidad en Brasil.


Haciendo espacio en el corazón para que nazca Jesús en él 

Haciendo espacio en el corazón para que nazca Jesús en él 

Lícia Pereira*

Los cristianos ya estamos disponiéndonos para la Navidad y con el Adviento, la Iglesia nos prepara para que el Hijo de Dios, hecho niño en el seno de la Virgen María nazca espiritualmente en nuestros corazones.Por medio de la liturgia, especialmente con las lecturas de la Misa, de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción y de las novenas, vamos penetrando progresivamente en este misterio. A ello se suma un cambio en el ambiente: las luces, los árboles adornados, los ornamentos navideños y los pesebres; las canciones navideñas y el consumo de las comidas típicas de este tiempo, son señales de que hay “algo en el ambiente”. En muchos lugares del mundo se siente este clima especial, pero ello no significa que las personas, cristianos incluso, estén preparándose interiormente, pues no todos perciben el sentido más profundo y los alcances de la Navidad: el recuerdo del Nacimiento de Jesús, nuestro Salvador y Reconciliador.

Pero también es verdad que muchos cristianos quieren vivir bien esta Fiesta. Ellos son conscientes de que el centro de la Navidad es Jesús y buscan aprovechar todo lo que ayude a celebrar este Misterio. Sin embargo, al mismo tiempo, tienen la sensación de que el solo deseo no es suficiente, y que, por lo tanto, deberían hacer algo más. 

No es posible, y tampoco es la intención, hacer una propuesta de actividades espirituales orientadas a la preparación para la Navidad, pues no todos, por diversas razones, pueden dedicar un tiempo de calidad a dichas actividades. Los que lo desean y pueden, deben hacerlo, pero los que desean y no pueden, no crean que es imposible hacer un espacio en el corazón para que el Niño nazca en él.

Quisiera tomar como referencia a Santa Gertrudis de Helfta, una monja benedictina del s. XIII, que, entre otras cosas, daba consejos espirituales a laicos y a religiosas. Gertrudis fue bendecida con una sensibilidad espiritual muy honda, captaba las cosas de Dios y las transmitía a los demás. Una vez, estando en oración, comprendió que Dios se alegra plenamente cuando una persona, aunque no logre tener grandes deseos espirituales, “mantiene la voluntad de tener grandes deseos”, y si esos deseos son elevados, ello significa que de alguna forma la persona está “en presencia de Dios”. Gertrudis dice que Él encuentra su complacencia en habitar en el corazón que tiene la voluntad de desear las cosas del Espíritu [1]. 

Desear, sinceramente, que Jesús se haga presente en el corazón y esforzarse, según lo que se pueda, para que ello suceda, es algo que el Señor mira con ternura y acepta con alegría. En una Navidad, Santa Gertrudis dice que en “aquella noche santísima”, ella “pretendió adentrarse por la meditación” en este Misterio. El fruto de su meditación, según ella misma cuenta, fue infinitamente superior a su empeño. La santa relata que:

a manera de un rayo [de sol] dio a luz la Virgen a su hijo, verdadero Dios y hombre. En un instante me pareció se me ofrecía y recibía en un lugar del corazón un cierto niño como nacido en ese momento, en el que se encontraba oculto el don de la mayor perfección y la dádiva más preciosa… Entonces recibió mi alma cierto conocimiento inefable de aquellas palabras que destilaban dulzura: Dios lo será todo en todas las cosas [2].

No todos tendremos una experiencia similar a la de Gertrudis, pero todos podemos estar seguros de que, si bien debemos abrir el corazón a Dios, pues Él cuenta con nuestra libertad, los frutos de Su presencia exceden toda expectativa y no son relativos a nuestros esfuerzos. El mismo Señor lo confirmó a nuestra santa mientras ella oraba por algunas personas: “En cualquier momento que desde ahora vuelvan [las personas] a mí con corazón puro y voluntad recta y me pidan esa gracia con el más mínimo suspiro o una lágrima, se presentarán ante mí revestidas con la belleza que pediste para ellas en tus oraciones”.[3] 


 

Referencias:

[1] Cf. SANTA GERTRUDIS DE HELFTA, El mensajero de la ternura divina. Tomo I, Libros 1-3, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 2013, Libro III, XXX, 34, p. 318-319.
[2] Ibid., Libro II, VI, 2, p. 151-152.
[3] Ibid., Libro III, XXXIV, 2, p. 332


*  es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y en este momento reside con su comunidad en Brasil.