“En Courage he encontrado hermanos de esos que no da la sangre, sino el Espíritu” - Testimonio de Fulton

“En Courage he encontrado hermanos
de esos que no da la sangre, sino el Espíritu”
Testimonio de Fulton


Hola, mi nombre es Fulton Javier, tengo 38 años de edad, soy nicaragüense y fui bautizado católico cuando era niño. Hoy quiero compartirles un resumen de mi vida, un testimonio un poco generalizado de lo que he vivido y lo que Jesús, el Señor, permite para bien de los que le aman.  

Vengo de una familia de cinco hermanos, fui criado por mi madre y abuelita, ante la ausencia de una figura paterna. Si bien se sabe que entre hermanos todos pueden ser diferentes como agua y aceite aun viniendo del mismo vientre materno, yo desde muy pequeño recuerdo haber sido diferente. Fui un niño un poco más delicado tanto para el trato, como en mi manera de expresarme, así como mis formas de convivencia y de relacionarme con los demás. Esta manera de comportarme, pues así era y soy, ocasionó una serie de experiencias negativas que hoy Dios quiere que las comparta con ustedes.

Debido a mi comportamiento delicado y gentil cuando era niño, desde los primeros grados escolares sufrí mucho bullying. Quizá algunos han escuchado lo “creativo” que es el lenguaje nicaragüense para referirse a personas con algunos comportamientos similares a los míos. Quizá ustedes también se han expresado así de alguien. Algunas de las palabras que vienen a mi mente son: maricón, cochón, degenerado, fallado. Ufff … y a medida que pasaban los años el lenguaje empeoraba:  sucio, mierda, traga... Ya en la universidad: el que me llamaran gay era lo menos ofensivo, porque ahí las etiquetas y lo bilingüe del ambiente predomina y se luce, naturalmente. Y si el bullying venía de algún otro cristiano o católico, escuchaba expresiones como: “hijo del diablo”, “merecedor del infierno”, “miserable”. En fin, este tipo de insultos y maneras de definirme fueron el pan de cada día desde muy pequeño, y me lo fui creyendo a medida que iba creciendo porque venían constantemente de todas partes. A pesar de que nunca tuve algún tipo de relación con alguien del mismo sexo en años escolares, ni di razones para el escándalo, solo era mi presencia un tanto más formal y educada la que agitaba el machismo y el prejuicio de muchos jóvenes y adultos.

Como les comparto, de niño siempre fui educado, aplicado, respetuoso. Todo esto en el mundo fue visto por algunos como algo débil y como blanco fijo para ser objeto de abuso. Fue a los seis años que sufrí mi primer abuso sexual. Fue en mi sexta Navidad, mientras había un festejo de Noche Buena en familia, donde un conocido aprovechó el ruido y las distracciones de todos los adultos y me obligó a ser violentado sexualmente por él, todo a la fuerza y con amenazas. Ese hecho quedó en el silencio porque fui amenazado y porque nadie tuvo la delicadeza de ver que algo había pasado conmigo. Yo estaba traumado sin entender nada. El abusador me dijo: “¿viste? Es lo que merecías, es lo que te gusta”. Yo no creo que a un niño de seis añitos le pueda gustar esta violencia sexual, o incluso pueda pensar a tan tierna edad lo que ello significaba. Les cuento que -a pesar de este momento traumático que viví- Dios en su infinito amor ha logrado que yo ame la Navidad- amo el misterio de mi Salvador que baja del cielo para salvarme y darme vida en Él. Aquella Navidad recuerdo haber llorado ante el pesebre, un llanto que nadie entendió.

En los años de secundaria el bullying se intensifica. Esta vez ya adolescente de 11 o 12 años, fui abusado nuevamente por un adulto mayor que vivía una temporada en mi casa porque era amigo de la familia. En los días que me dejaban cuidando a mí solo la casa, este hombre aprovechaba y el abuso sexual fue aún más traumático. Recibí golpes y fui muy agredido, siempre amenazándome a guardar silencio y seguir la vida como que nada pasó. Fueron dos años viviendo así. A esa edad, yo ya pensaba y estaba seguro de que no servía para nada y no valía nada. 

Después de cumplir 16 años fui a mi primer retiro católico. Fue en ese retiro que escuché por primera vez la verdad más grandiosa que existe sobre cada ser humano: “soy hijo de Dios”. Después de ese retiro, me aferré a esa verdad, a pesar de que no la comprendía, pues no me sentía hijo, pero me abracé muy fuerte a esa verdad tan profunda.  A partir de eso comencé un proceso de sanación: estuve con psicólogos, psiquiatras, exorcistas, y me sometí a terapias -algunas de ellas muy torturadoras; buscaba entender por qué yo era así. Quería entender por qué si era hijo de Dios, me sentía como una cosa mala. Ya a mis 16 años entendí que vivir la castidad era una forma de agradar a mi Padre, de ofrendar algo bueno a mi Padre. Entendí y practiqué la castidad como costumbre y no como virtud pues aún me odiaba a mí mismo “por ser como era”.

La universidad llegó y trajo consigo muchas experiencias. La atracción al mismo sexo se agudizó, creo que todo influía: el ambiente, las amistades, las fiestas, las etiquetas que dicen que “no hay nada de malo en ser gay”, o la tan conocida frase “love is love”. Ésta es la mentira más grande disfrazada de bien, pues “amor NO es amor” cuando te aleja de la Fuente de todo bien, cuando te hace odiarte a ti mismo y a Dios y sus designios. “Dios es Amor y quien permanece en el Amor permanece en Dios, y Dios en él” (1 Juan 4, 6). Esto es muy contrario a “love is love”. Ese tiempo fue muy difícil, me hundí viviendo por años en la promiscuidad total, pero al mismo tiempo mi alma seguía clamando “¡soy hijo de Dios!”. Fueron años de un peregrinar con caídas y levantadas. Mis grandes herramientas espirituales fueron: siempre el rezo del rosario, María Santísima trayéndome de vuelta a Jesús, a mi casa, como el hijo pródigo una y otra y otra vez; la constante comunión y recepción del Santísimo Sacramento, asistiendo a la Misa diaria, que nunca he dejado; la confesión, el proceso de sanación más relevante que puedo identificar en mi vida, mi fortaleza, mi guía segura.

Retomaba la castidad por años y tenía recaídas. Algunas veces las recaídas ocurrieron por largo tiempo, hasta que en un momento Dios puso en mi camino el apostolado Corazón Puro y el apostolado Courage, acompañado y dirigido espiritualmente por los Frailes Franciscanos de la Renovación, quienes comunican la misericordia de Dios. Fue entonces cuando entendí que “¡soy hijo de Dios!”, que fui creado para amar y ser amado, y fue viviendo una vida de castidad que el Amor me lo explicó todo.

En Corazón Puro aprendí sobre las delicias de la virtud de la castidad y en el apostolado Courage recibí el acompañamiento espiritual, el poder sentirme aceptado, entendido, acogido tal cual soy con mis complejas dudas, como dice nuestra tercera meta: “nos aseguramos de que nadie más tendrá que enfrentar solo los problemas (dilemas) de la homosexualidad”. En Courage también puedo vivir lo que decimos en la cuarta meta: “reconocemos que las amistades castas son necesarias en una vida cristiana”. En nuestro capítulo de Courage he encontrado hermanos, de esos que no da la sangre sino el Espíritu, hermanos que están conmigo a pesar de la distancia y, aunque a muchos no los conozco en persona, están presentes en la oración, con su apoyo en todo momento. A todos estos hermanos y al apostolado mismo los defino como misericordia de Dios para mi vida. "Miserando atque eligendo", que quiere decir “lo miró con misericordia y lo eligió” y me trajo a este apostolado, me trajo a Courage. 

También he entendido que “la auténtica felicidad exige valentía” (San Juan Pablo II) y es eso lo que quiero hoy quiero hacer: invitarles a vivir la aventura de Dios con valentía. Cristo me sacó literalmente de un vicio de promiscuidad sexual, de relaciones tras relaciones buscando amor auténtico, de días y noches buscando en calles y parques placeres vacíos de bien y de dignidad. Cristo fue quien lo hizo, y por eso no soy mejor, pero estoy caminando en esta propuesta de amor aalvífico que Jesús nos hace. 

Por muchos años me pregunté: ¿Por qué a mí Señor?, ¿por qué a mí me sacaste de ese mundo oscuro de la promiscuidad? Y yo aún sigo viendo tantos otros amigos y conocidos que siguen en aquellos lugares donde yo estuve lejos de Dios. Pero fue el día en el que di mi testimonio de vida por primera vez en un retiro de Corazón Puro que lo entendí, que dios me habló al corazón. Permitiste que yo pudiera regresar a Ti para que pueda compartir las obras maravillosas que Tú puedes obrar en uno. Para que Tú te me uses como un instrumento y puedas atraer a otros hijos a compartir esta bendición de misericordia y verdad. "Miserando atque eligendo", este lema del papa Francisco lo hago mío porque me habla mucho al corazón. 

Por último, quiero alentarlos a que acudan siempre a los sacramentos que son sanación y fortaleza, acudan siempre a María Santísima, a San José (Ite ad Joseph), casto por excelencia, y verán cuan bueno es Dios.  Rodéense de amistades castas, las amistades castas no son solamente necesarias, sino que nos ayudan a fortalecernos en este peregrinar de vida.

“Insinuar que es imposible que las personas con atracción al mismo sexo vivan en castidad es negar que Jesucristo resucitó de entre los muertos”.

Cardenal Francis George

¡GLORIA A DIOS!


El Sagrado Corazón de Jesús según santa Gertrudis, la Grande: Los latidos del Corazón de Jesús y la salvación de los pecadores

El Sagrado Corazón de Jesús según santa Gertrudis, la Grande:
Los latidos del Corazón de Jesús y la salvación de los pecadores

Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r*

Cuando se habla del Sagrado Corazón de Jesús, inmediatamente se piensa en Santa Margarita María Alacoque (1647-1690) y es natural que sea así, pues a ella debemos la difusión de la devoción. Sin embargo, en el siglo XIII vivió una monja benedictina, Gertrudis, la Grande, que en su obra El Mensajero de la Ternura Divina, presenta una espiritualidad centrada en la unión con el Corazón Divino de Jesús [1]. Gertrudis es una de las tres místicas del Monasterio de Helfta [2], Alemania, y su espiritualidad es precursora de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

No contamos con muchos datos biográficos sobre ella, pero sabemos que la fecha de su nacimiento fue el 6 de enero de 1256 y que a los 5 años fue dejada en el monasterio. Y también conocemos la fecha de su muerte, el 17 de noviembre de 1301 o 1302. Sin embargo, a pesar de que se haya conservado tan poca información sobre ella, su doctrina espiritual mereció ser recogida. Las religiosas, por orden de la superiora en aquel entonces, se preocuparon en recolectar los dichos, consejos y experiencias de Gertrudis y redactaron cinco libros [3]. Además, también contamos con la obra Los Ejercicios que es una compilación de sus palabras.

Gertrudis es un personaje valioso para la Iglesia y el Papa Benedicto XVI, en la Audiencia General dedicada a ella, dijo que su pensamiento influyó de modo singular en la espiritualidad cristiana y que era “una mujer excepcional, dotada de particulares talentos naturales y de extraordinarios dones de gracia, de profundísima humildad y ardiente celo por la salvación del prójimo, de íntima comunión con Dios en la contemplación y de prontitud a la hora de socorrer a los necesitados” [4].

Su doctrina espiritual es muy rica, ella escribió sobre el don de la Gracia; sobre la centralidad de la Santísima Trinidad; sobre la Encarnación del Verbo y la Redención; sobre los misterios de la vida de Jesús, con especial atención a su Corazón Divino; sobre la misión maternal de María “mediadora del Mediador” [5]; sobre la centralidad de la Eucaristía y la comunión eucarística como encuentro místico con Jesús; sobre la disponibilidad hacia el hermano como fruto de la unión con el Señor y sobre la preocupación apostólica por la conversión de los pecadores [6].

Dado que no es posible ahondar en todos los temas, quisiera, aunque en modo muy sucinto, presentar una de sus experiencias místicas con el Corazón Divino [7]. Un día en el que estuvo enferma, nuestra santa se quejó de que no podía escuchar el sermón dominical, al que el Señor le respondió: “¿Quieres, carísima, que te predique yo?”, Gertrudis accedió y percibió que Jesús la acercaba a Él de forma tan íntima que “sintió en el Corazón del Señor dos latidos admirables y sumamente suaves”. Él luego le explicó el significado de los dos latidos: el primero representa “la salvación de los pecadores” y con este latido el Corazón Divino, en primer lugar, habla “sin cesar a Dios Padre” para obtener la misericordia para los pecadores (cf. 1Jn 2,1), habla a todos sus santos exhortándolos a orar fielmente por los que viven en pecado y finalmente habla también al mismo pecador para llevarle “misericordiosamente al arrepentimiento”. El segundo latido se refiere a la salvación de los justos y con él, el Corazón de Jesús se regocija con el Padre por estar en los corazones de los fieles, palpita de alegría con todos los santos y los ángeles del Cielo por los fieles que le muestran “gratitud por todos los beneficios” concedidos y por conceder, y finalmente, invita a los cristianos “de distintas maneras con gran ternura a progresar día tras día, hora tras hora con perseverancia” en la fe. Jesús concluyó su revelación con las siguientes palabras:

Así como el latir del corazón humano no se interrumpe por la mirada, el oído o cualquier trabajo humano, y nada le impide seguir su ritmo, del mismo modo ni el gobierno y ordenación del cielo, de la tierra, de todo el universo podrá suspender, temperar o impedir por un instante hasta el fin del mundo estos dos latidos en mi Corazón divino.

La vía mística de Gertrudis puede ser muy diversa de los caminos que los cristianos ordinariamente recorremos, pero, no por ello su experiencia es inasequible a nosotros, el entoces Papa Benedicto XVI destacó muy bien la actualidad de esta gran mujer y las luces espirituales que podemos adquirir con su experiencia:

Me parece obvio que éstas no son solo cosas del pasado, históricas, sino que la existencia de santa Gertrudis sigue siendo una escuela de vida cristiana, de camino recto, y nos muestra que el centro de una vida feliz, de una vida verdadera, es la amistad con Jesús, el Señor. Y esta amistad se aprende en el amor a la Sagrada Escritura, en al amor a la liturgia, en la fe profunda, en el amor a María, para conocer cada vez más realmente a Dios mismo y así la verdadera felicidad, la meta de nuestra vida [8].


Referencias:
1. Gertrudis no habla del “Sagrado Corazón”, sino del “Corazón Divino” de Jesús.

2. Las otras dos místicas de Helfta son: Matilde de Hackeborn y Matilde de Magdeburgo. La primera es autora de El Libro de la gracia especial, la morada del corazón y la segunda de La Luz Divina que ilumina los corazones. Las obras de las tres monjas fueron publicadas por el Editorial Monte Carmelo en la colección «Biblioteca Cisterciense».

3. Gertrudis escribió solamente el Libro II.

4. BENEDICTO XVI, «Santa Gertrudis», Audiencia General 6 de octubre de 2010 en https://shorturl.at/acyQW

5. SANTA GERTRUDIS DE HELFTA, El Mensajero de la Ternura Divina. Experiencia de una mística del s. XIII, Tomo I, Libro 1-3; Monte Carmelo, Burgos, 2013, L.II, 7,1, p. 154.

6. Cf. GUTIÉRREZ VESGA, D., «Introducción», in Ibid., p. 30-31. 

7. La exposición que sigue está en SANTA GERTRUDIS DE HELFTA. Op. cit., L. III, 51,1-2, p. 369-370.

8. BENEDICTO XVI, op. cit.  


* Lícia Pereira es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y en este momento reside con su comunidad en Brasil.


«Responder con determinada determinación» Testimonio de una mujer miembro del capítulo Courage en línea


«Responder con determinada determinación»
 
Testimonio de una mujer miembro del capítulo Courage en línea


Todo el caminar en mi historia y mi vida será expuesto y compartido con ustedes con gran sinceridad a través de estas líneas.

Mi vida es un gran milagro. Gracias al sí de mi mamá, hoy por hoy estoy respirando. Ella sufría de un problema cardíaco y los médicos le aconsejaron no quedar nuevamente embarazada porque su vida y la mía corrían mucho riesgo. Sin embargo, su decisión fue seguir con el embarazo. Nací, pero ella quedó muy frágil y siete meses después sufrió un paro cardíaco, fue así que mi hermana mayor y yo quedamos bajo la custodia de nuestros abuelos maternos porque mi padre tuvo que ir a trabajar a otro lugar y, después de un tiempo, formó una nueva familia. Así transcurrieron nuestras vidas, crecimos y fuimos educadas por nuestros abuelos.

Cuando tenía 7 u 8 años, pasó algo que me marcó: fui abusada. Desde ese momento, todo lo llevé a mi inconsciente, pero también al consciente de una niña que fue despojada de su inocencia. Empecé a armar una coraza enorme para que nadie me hiciera más daño y con eso conviví mucho tiempo, y me convertí en una mujer con una apariencia varonil. Esta apariencia se reflejaba en aspectos de mi vida como el vestir, mi corte de cabello, mi actuar, que era como el de un hombre. Todo eso me hacía sentirme protegida y, hasta ese entonces, nadie de mi familia sabía lo que yo había vivido de niña.

Así pasó el tiempo y mi vida poco a poco se fue transformando en un fracaso; fui cayendo en el descontrol y los vicios. Sentía mucho la ausencia de mis padres, sentía mucha soledad. Este vacío interior me llevó a buscar lugares donde supuestamente me sentiría protegida y querida. Fue a partir de ello que empecé a pensar y preguntarme “¿por qué me siento más a gusto con mujeres que con hombres?” Y la respuesta fue: “me atraen las mujeres más que los hombres”. Desde entonces, empecé a buscar en las redes sociales cómo era la vida de alguien que sentía lo que me estaba pasando. De tanto indagar, encontré a una mujer y me dejé seducir, sobre todo, por su feminidad. Ella tenía lo que yo no tenía … era femenina. Eso me enamoró y empezamos a tener una relación que duró casi tres años. Pero en esa relación tampoco me sentía totalmente feliz, siempre me faltaba algo, y hoy puedo decir que “ese algo” era Dios.

Después de tres años terminé esa relación y caí en una fuerte depresión. Fue entonces cuando retorné a Dios Padre como en la parábola del “hijo pródigo”. Fueron tiempos de batalla, de encontrarme conmigo misma, de conocerme y realmente tener una conversión total. En este caminar, Dios me puso a una persona que me escuchó y empezó a ayudarme y de quien por primera vez escuché sobre la pastoral “Courage”. Me dijo “busca allí que encontrarás la respuesta”. Empecé a leer sobre Courage en su sitio web, pero al mismo tiempo sentía resistencia en mí y dejé que otra vez el tiempo pasara y no me comuniqué con el apostolado.

Lo bueno fue, que mientras el tiempo pasaba, siempre Dios estuvo presente y yo dispuesta a escucharlo. Empecé a recibir terapia y a tener un guía espiritual para sostenerme, para ayudarme en mi caminar de vida cristiana, en mi vida de oración. Sin embargo, mi conversión no era del todo sincera. Empecé a tocar nuevamente fondo justo durante la pandemia. En esos meses, el virus terminó con la vida de muchas personas, entre ellas la persona a quien yo más amaba, mi abuela. Ese dolor tan hondo en mi corazón me llevó a cuestionar por completo mi experiencia de atracción al mismo sexo. Desde ese momento, decidí que solo me esforzaría por ser santa para encontrarme algún día en el cielo con mi abuela y con Dios.

Lo primero que hice fue conectarme con Courage y al instante tuve respuesta; desde allí empecé a buscar y caminar hacia la santidad. Son ya casi dos años que voy caminando con el apostolado en el capítulo online para mujeres. Ahí encuentro el acompañamiento espiritual, la escucha, y continúo con mi sanación personal. En cada reunión de Courage se nos anima a ser valientes, nos ayudan con la oración y nos alientan a desear ser libres, verdaderamente libres, como Dios nos creó. ¡LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES! ¡Es así!

Hoy por hoy esas heridas y vacíos se han transformado en sanación interior y exterior.

Cuando uno desea lo que hay en el corazón y le pide a Dios con fe, Él concede a su tiempo lo que necesitamos. En nosotros está responder como nos dice Santa Teresa de Jesús, con “determinada determinación”, es decir, decidirse y seguirlo. Él jamás nos dejará solos.

Norma
Formosa, Argentina – Capítulo Courage en línea


Letanía por nuestros seres queridos


Esta letanía puede rezarse en las reuniones de EnCourage o en las reuniones de Courage para unirse en oración con los miembros de EnCourage y sus familias. Descargar letanía aquí


Letanía por nuestros seres queridos

Oh Jesús, Sanador de las Almas, escucha nuestra oración por nosotros mismos

De la carga de pensar que depende de mí salvar a mi ser querido
Líbrame Jesús
De creer que estoy solo y nadie me entiende
Líbrame Jesús
De sentirme impotente y creer que no puedo hacer nada
Líbrame Jesús
De creer que no hay esperanza y de la tentación de caer en la desesperación
Líbrame Jesús
De la vergüenza y el ridículo
Líbrame Jesús
Del temor y la ansiedad de no saber lo que pasará
Líbrame Jesús
De la confusión y la duda
Líbrame Jesús
De la mentira de que todo es mi culpa
Líbrame Jesús
De los juicios impíos y de pensar que yo tengo la respuesta
Líbrame Jesús

Oh Jesús, Médico Divino, escucha nuestra oración por nuestros seres queridos

De creer que Dios no los ama
Líbralos Jesús
De creer que no son lo suficientemente buenos
Líbralos Jesús
De creer que Dios y la Iglesia los han abandonado
Líbralos Jesús
Del rechazo, la vergüenza, la depresión y la ansiedad
Líbralos Jesús
Del abuso y el desprecio de sí mismos
Líbralos Jesús
De romper los vínculos familiares
Líbralos Jesús
De creer que nacieron así
Líbralos Jesús
Del temor de abrazar su sexo biológico
Líbralos Jesús
De la falsa seguridad de que no necesitan a Dios
Líbralos Jesús
Del deseo de complacer a quienes aprueban su estilo de vida
Líbralos Jesús
De negar su verdadera identidad como hijos amados de Dios
Líbralos Jesús

Oh Jesús, Salvador Misericordioso, te confiamos a nuestros seres queridos

Que Tu plan para sus vidas es mejor de lo que podemos imaginar
Jesús, en Ti confío
Que desde ahora estás obrando en sus corazones
Jesús, en Ti confío
Que estás continuamente sosteniéndolos y amándolos
Jesús, en Ti confío
Que Tu amor es mayor que sus pecados
Jesús, en Ti confío
Que los reconciliarás contigo y con nosotros a través de Tu misericordia
Jesús, en Ti confío
Que su sufrimiento y el nuestro, unido al Tuyo, dará fruto en esta vida y en la siguiente
Jesús, en Ti confío
Que no tener el control es una invitación a confiar en Ti
Jesús, en Ti confío
Que mi ser querido es tu hijo amado
Jesús, en Ti confío
Que Tú eres el cimiento de mi familia
Jesús, en Ti confío
Que si te entrego a mi ser querido Jesús, Tú lo cuidarás
Jesús, en Ti confío

 

Letanía por nuestros seres queridos
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“Sé que fue Dios quien me mandó a Courage a través de Internet”: Testimonio de Martín

 

“Sé que fue Dios quien me mandó a Courage a través de Internet”:
Testimonio de Martín

 

Mi nombre es Martin García, soy de una pequeña comunidad al oeste del estado de Guanajuato, México. He tenido la bendición de nacer en una familia de grandes valores morales y al servicio de Dios y de la Iglesia, y es Dios mismo quien me ha llamado a este caminar de castidad y servicio que deseo compartir.

Como muchas familias de esta localidad, fuimos una familia numerosa, conformada por nueve hermanos, dos mujeres y yo, el sexto hijo. Mi madre siempre fue una mujer de hogar, encargada de las labores de la casa y del cuidado de todos nosotros, sus hijos. Mi padre fue un hombre muy responsable y trabajador, aunque también lo recuerdo como una persona muy sociable y amiguero a quien le gustaba la parranda los fines de semana.

Quizás estas parrandas fueron motivo para que mi padre no pasara demasiado tiempo con la familia. Si no estaba trabajando, estaba con sus amigos; su ausencia era notoria. Es posible que esta ausencia haya afectado mi manera de aprender a convivir con otros niños varones y generado esa necesidad de sentirme aceptado y abrazado por un padre.

Durante mi niñez, pasaba mucho tiempo con mi mamá, y esto me gustaba. Quizás era porque me sentía seguro y protegido, sin ser juzgado, criticado, ni agredido por niños más grandes. Cuando estaba con mi mamá, mis hermanas o mis primas, me sentía totalmente libre y sin pena de expresar mis emociones y sentimientos. Caso contrario ocurría cuando estaba con mis hermanos mayores, primos u otros varones. Me sentía agredido y juzgado, no podía expresarme, ni opinar, porque si lo hacía, sentía que me atacaban, así que era mejor no hacerlo.

A pesar de estas situaciones con otros varones, fui un niño muy educado, no decía malas palabras, era muy obediente y me gustaba ayudar en los quehaceres de la casa, y en mi pensamiento no había malas intenciones de nada ni en contra de nadie. Era como una pureza de corazón que Dios sembró en mí desde que pensó en mí para que viniera a este mundo.

Durante mi adolescencia, no entendía que mi cuerpo y personalidad estaban entrando en una etapa nueva y desconocida de cambio. Fue una etapa en la que, por lo que he compartido, buscaba tener respuestas sobre mi sexualidad. Encontré algunas “respuestas” distorsionadas en otros adolescentes como yo, pero quizás ellos estaban en la misma búsqueda y situación, por lo que no fueron las respuestas más adecuadas.

El deseo y la necesidad de aceptación y de encajar en ciertos grupos de personas me llevaban a comportarme de una manera que, en el fondo, no sentía como mía. Así, comencé a tomar alcohol, intenté fumar, e incluso tuve la tentación de probar un tipo de droga. Todo lo hacía para sentirme popular y que tenía muchos amigos, lo cual era una idea que yo construía en mi cabeza, como un anhelo de relacionarme con otros varones, experiencia que busqué desde mi niñez.

Al paso de los años, mi vida se sentía cada vez más vacía, sin objetivos y cada vez se producía más en mí un sentimiento de reproche hacia Dios, al punto de culparlo por tener esta insatisfacción, este vacío, y porque sentía que no me escuchaba en mis oraciones.

Toda esa insatisfacción con Dios y conmigo mismo, todos estos sentimientos hacían que me alejara cada vez más de Él y, poco a poco, iba entrando más al ambiente “gay”. Lo hacía de manera anónima, sin que nadie en mi familia y mis amigos supiesen. Satisfacía mi deseo y curiosidad de conocer personas, lugares y experiencias. En este ambiente llegué a sentir una sensación de satisfacción por formar parte de un grupo que me entendía, pero al paso de los años me fui dando cuenta de que vivir así solo hacía que me sintiera más vacío, nada podía llenar mi corazón. Comencé a experimentar ansiedad, situaciones compulsivas en el trabajo, excesos de enojo y falta de tolerancia con mi familia, de alguna manera reprochándoles. Sentía frustración conmigo mismo por no controlar mis impulsos y principalmente un miedo profundo que no me dejaba estar en paz, un miedo a poner en riesgo mi vida y mi integridad física y moral, pero principalmente un miedo a perderme en el pecado y estar alejado de Dios.

La pornografía fue una situación que por mera curiosidad comencé a conocer, al punto en que pasó a ser algo que se apoderaba de mi vida de una manera constante y frecuente. El deseo de explorar este mundo, que para mí era desconocido e inquietante, me llevaba a buscar diferentes tipos de contenido, quitándome la tranquilidad. Toda esta situación distorsionaba mi realidad recordándome y relacionando ciertas situaciones o lugares cotidianos con escenas que estaban en mi mente debido a la pornografía.

En una de esas ocasiones, utilizando las mismas palabras de búsqueda de este tipo de contenido, me apareció un link con la sugerencia del apostolado Courage. Fue la única sugerencia que había de entre las demás que busqué. Comencé a explorar esta opción que me llamó la atención, sobre todo el mensaje del sitio web que dice: “Courage es un apostolado de la Iglesia católica que busca atender a personas con atracciones al mismo sexo”. Esto causó en mí una gran inquietud porque sentía que yo necesitaba esa ayuda, que en ese momento estaba pasando por una situación que no podría controlar y que principalmente Dios, por medio de la Iglesia, me podría ayudar a salir adelante. Estoy seguro de que fue Dios quien mandó ese link a mi vida para sacarme de esa situación, ya que anteriormente no había escuchado nunca del apostolado. Fue un momento de esperanza, sentí que podría salir adelante dejando estas malas prácticas y agradarle a Dios con mi vida.

Al paso de los meses, contacté al capítulo de Courage en León. Había una gran alegría porque sentía que ya estaba llegando al lugar donde Dios iba a sanar todas esas situaciones que viví en mi infancia y en mi juventud y de trabajar en el desorden de mis afectos que vivía en aquel momento. Sentía que mi vida sería más tranquila y las situaciones de excesos ya no estarían. Sin embargo, al paso de los años sentía que no avanzaba en esta situación de mi vida, incluso en algunas ocasiones sentía que, al contrario, mi atracción al mismo sexo crecía más y que mi reproche a Dios se hacía parte de mis oraciones cuestionando y reclamándole como si Él fuese el culpable. Hoy me doy cuenta de que Dios nos ha dado el regalo más grande, la libertad, para buscarlo a Él y aquello que nos ayuda a crecer como personas, algo que no entendía al inicio y me costaba mucho trabajo porque perdía el ánimo de seguir en el camino que Courage me invitaba a vivir.

Al paso de los años seguí en Courage. Hubo ocasiones en que quería desistir del apostolado, pero siempre había algo que me decía que no lo hiciera porque estaba convencido, dentro de mí, de que el apostolado era el camino que me lleva a Dios. En Courage he tenido la oportunidad de conocer grandes amigos; nos ayudamos y animamos mutuamente a seguir en nuestro proceso, apoyándonos en esos momentos de debilidad con un consejo o sugerencia para tratar situaciones y momentos de tentación. Amistades castas que me hacen sentir acompañado y comprendido de una manera totalmente diferente a las amistades que anteriormente tuve.

También en el apostolado de Courage pude conocer el testimonio de muchos hermanos que compartían sus experticias de vida y pude ver cómo Dios les daba ese ánimo de caminar y de cambiar sus vidas totalmente. Estos testimonios y acompañamiento de mis hermanos de Courage, me fueron dando la respuesta que yo le pedía a Dios. Con el tiempo me fui dando cuenta de que la conversión de mi corazón era posible siempre y cuando trabajara en mi relación con Jesucristo y me esforzara por vivir la castidad, virtud que anhelaba plenamente para agradarle a Dios, como cuando era niño. El testimonio de los demás y la ayuda profesional aparte, para atender situaciones compulsivas, me ayudaron a trabajar en mi proceso. La oración a Dios y el servicio en la Iglesia de mi comunidad me sigue dando la calma y donación a Dios que me ayuda en este proceso el cual deseo que sea permanente para tener un constante encuentro con Dios en mi vida. Sin embargo, uno de los pilares más importantes en mi vida han sido los sacramentos de la confesión y la Eucaristía. Los he experimentado y vivido con plenitud y alegría, y estoy seguro de que es la forma en que Dios está trabajando en mí.

Actualmente en el apostolado sigo trabajando y esforzándome en mi proceso de agradarle a Dios. Las metas de Courage han sido para mí una guía para lograr vivir en comunión con Dios. El trabajo es constante y actualmente sigo esforzándome en seguir sirviendo en mi comunidad y en el apostolado. La motivación de ayudar con mi trabajo es algo que busco constantemente, no niego que las situaciones de la vida y tentaciones siempre están presentes, pero Courage y la fuerza de Dios me sostienen.

 

*Si desea ponerse en comunicación con la pastoral Courage en México, escriba a: contacto@couragelatino.org


“Creo porque quiero creer”: Ejemplo de Santa Teresa del Niño Jesús para momentos de crisis

“Creo porque quiero creer”
Ejemplo de Santa Teresa del Niño Jesús para momentos de crisis

Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r*

   En muchas ocasiones he hablado sobre Santa Teresita del Niño Jesús y en esos diálogos escuché reacciones variadas que podría dividir en dos categorías: unas fueron reacciones de amor y otras fueron reacciones de resistencia a Teresita.

   Las resistencias pueden atribuirse a su forma dulcificada y hasta infantil de expresarse, ella usa mucho los diminutivos, y también porque “la infancia espiritual” [1], nombre con el cual su escuela de espiritualidad fue designada, puede no ser muy atractiva en nuestros días. Para algunas personas, la suavidad y delicadeza de Teresita pueden sonar excesivas, sin embargo, si se logra superar ese aparente obstáculo, será posible encontrarse con una mujer fuerte y valiente; una mujer con gran ardor apostólico (por algo, el Papa Pio XI la proclamó patrona de las misiones); una mujer con una profunda “alma teológica” y fineza espiritual. Aquella mujer a quien Juan Pablo II, en 1997, declaró Doctora de la Iglesia y la llamó “experta en la scientia Amoris” [2].

   Me gustaría entonces compartir con ustedes algunas reflexiones sobre esta “pequeña alma” (MsB 2r), pues es un testigo de fortaleza y fe sólida, un ejemplo que nos inspirará en momentos de crisis en la fe. Me aproximaré a ello tomando el episodio más significativo de su breve vida.

   En la madrugada del Viernes Santo de 1896, Teresita, a sus 23 años tuvo una hemoptisis (cf. MsC 5r) [3] y su reacción fue de alegría:

Mi alma se sintió inundada de gozo […] estaba íntimamente convencida de que Jesús, en el aniversario de su muerte, quería hacerme oír una primera llamada. Era como un tenue y lejano murmurio que me anunciaba la llegada del Esposo (Ibid.).

   Pero la experiencia no duró, luego de eso, ella entró en una profunda crisis espiritual:

Durante los días tan gozosos del tiempo pascual, Jesús me hizo conocer por experiencia que realmente hay almas que no tienen fe, y otras que, por abusar de la gracia, pierden ese precioso tesoro, fuente de las únicas alegrías puras y verdaderas. Permitió que mi alma se viese invadida por las más densas tinieblas y que el pensamiento del cielo, tan dulce para mí, sólo fuese en adelante motivo de lucha y tormento… (Ibid.)

   La particularidad de este intenso momento para Teresa consiste en que conoció por experiencia lo que significa no tener fe. Ella vivió una solidaridad espiritual y real con los que tienen una vida pecaminosa y hasta niegan a Dios. Su experiencia fue tan fuerte que mal pudo explicarla: “Quisiera poder expresar lo que siento, pero ¡ay!, creo que es imposible. Es preciso haber peregrinado por este negro túnel para comprender su oscuridad” (Ibid.). Para exponer lo que está viviendo, creó una especie de fábula. Ella dijo haber nascido en “un país cubierto de espesa niebla” (Ibid.) y nunca pudo contemplar el sol radiante. Pero, ella sabe que hay otro país en donde el sol siempre brilla, pues el Rey de este país luminoso vino a habitar por un tiempo en el país oscuro, sin embargo, sus habitantes no supieron acoger al Rey.

   Teresita, al contrario, llegó a comprender la divina luz y pidió perdón por los que la rechazaron. Jugando con la alegoría y la realidad, la joven santa dijo haber aceptado “comer el pan del dolor” y no quiso levantarse de la mesa “repleta de amargura” (cf. MsC 6r), hasta que “todos los que no viven iluminados por la antorcha luminosa de la fe la vean, por fin, brillar” (Ibid.). Teresa aceptó esa difícil condición espiritual que implicó fuertes tentaciones:

me parece que las tinieblas adoptando la voz de los pecadores, me dicen burlándose de mí: “sueñas con la luz, con una patria aromada con los más suaves perfumes; sueñas con la posesión eterna del Creador de todas esas maravillas; crees que un día saldrás de las nieblas que te rodean. ¡Adelante, adelante! Alégrate de la muerte, que te dará, no lo que tú esperas, sino una noche más profunda todavía, la noche de la nada” (MsC 6v)

   Pero, la pequeña florecilla del carmelo, como también es conocida, no se dejaba abatir y sostenida por la Gracia sin la cual nadie puede nada, totalmente dócil a las mociones divinas enfrentó esa difícil situación implorando al Señor que no permitiera jamás ofenderlo, gracia que mantuvo fielmente:

Creo que he hecho más actos de fe de un año a esta parte que durante toda mi vida. Cada vez que se presente el combate, cuando los enemigos vienen a provocarme, me porto valientemente: sabiendo que batirse en duelo es una cobardía, vuelvo la espalda a mis adversarios sin dignarme siquiera a mirarlos a la cara, corro hacia mi Jesús y le digo que estoy dispuesta a derramar hasta la última gota de mi sangre por confesar que existe un cielo (MsC 7r).

   ¿Qué es lo que sostenía a Teresita? Simplemente el buen Dios. Es así como ella se refiere a Él en sus obras (634 veces). En esta formula es posible darse cuenta cómo Teresita percibió el rostro especifico con el cual el Señor quiso manifestarse a ella y en ella [4]. Toda acción de Dios en su vida es vivida como la experiencia de la bondad divina. Su autobiografía no es otra cosa, según ella misma, que sus pensamientos acerca de las gracias que el buen Dios se dignó a concederle en su vida (cf. MsA 3r) [5]. El buen Dios siempre la sostuvo en todos los momentos, por lo que en la oscuridad pudo afirmar: “canto simplemente lo que quiero creer” (MsC 7v) y en los últimos momentos de sus vida exclamar: “¡Dios mío..., te amo!” (UP 30/09) [6].


Referencias:

  1. Santa Teresita nunca usó esa expresión. En el Manuscrito B, la santa relata su camino espiritual a pedido de su hermana de sangre, madrina y hermana de comunidad, María del Sagrado Corazón, que le pidió que dejara por escrito su “doctrinita”. Cf. TERESA DEL NIÑO JESUS, MsB 1v. 
  2. JUAN PABLO II, Carta Apostólica Novo Millennium Ineunte, 42 en https://rb.gy/9ufr0
  3. Teresita murió de tuberculosis el 30 de septiembre del 1897.
  4. Cf. ZAS FRIZ DE COL, R. (ed.), Il vissuto di Santa Teresa di Lisieux alla luce del Metodo Teologico-Decisionale, GBP, Roma, 2021, p. 69.74.
  5. En diversas ediciones de la Historia de un alma el texto aparece así: “sino mis pensamientos acerca de las gracias que Dios se ha dignado concederme”. Después de la publicación crítica de las Obras Completas las traducciones son más fieles al original francés que trae la expresión bon Dieu. Cf. TERESA DE LISIEUX, Obras completas, Monte Carmelo, Burgos, 2015 10ª.
  6. Últimas Palabras de Teresa.

    * Lícia Pereira es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y en este momento reside con su comunidad en Brasil.

 


Vivir la alegría cristiana: saberse amado por el Padre

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Vivir la alegría cristiana: saberse amado por el Padre
Luces desde la Gaudete in Domino de San Pablo VI

Por Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r*

En el año de 1973, el Papa Pablo VI anunció el deseo de celebrar un Año Santo en la Iglesia. El entonces Vicario de Cristo vio en esta celebración un momento importante para la vida espiritual de toda la comunidad eclesial, siendo esto fruto de su discernimiento y oración. El tema del Año Santo fue la “Renovación y la Reconciliación” y el inicio de este camino espiritual se dio entre las Navidades de 1974 hasta la del 1975. En medio de este itinerario, en la Solemnidad de Pentecostés del año de 1975, el Papa Pablo VI publicó la Exhortación apostólica Gaudete in Domino, sobre la alegría cristiana. Y son algunas ideas de este hermoso texto que quisiera presentarles, estoy segura de que su lectura puede producir muchas luces, pues a mí me aportó muchísimo en mi vida espiritual.

El Papa inicia la Exhortación hablando que el ser humano aspira naturalmente a la alegría, pues Dios mismo puso dicha aspiración en su corazón y por ello mismo puede captarla: “Poetas, artistas, pensadores, hombres y mujeres simplemente disponibles a una cierta luz interior, pudieron, antes de la venida de Cristo, y pueden en nuestros días, experimentar de alguna manera la alegría de Dios” [1]. Sin embargo, esta alegría no es inmutable y Pablo VI con claridad advierte:

Pero ¿cómo no ver a la vez que la alegría es siempre imperfecta, frágil, quebradiza? Por una extraña paradoja, la misma conciencia de lo que constituye, más allá de todos los placeres transitorios, la verdadera felicidad, incluye también la certeza de que no hay dicha perfecta. La experiencia de la finitud, que cada generación vive por su cuenta, obliga a constatar y a sondear la distancia inmensa que separa la realidad del deseo de infinito [2].

No hay que ver en esas palabras una aproximación negativa al mundo, sino que, con realismo, Pablo VI se propone a presentar la auténtica alegría. La sociedad, dice el entonces Pontífice, ha logrado proporcionar grandes placeres, “pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. Porque la alegría tiene otro origen. Es espiritual”3. Son muchas las situaciones que generan tristezas y Pablo VI las describe muy bien para que podamos ver las cosas con claridad: “no queremos abrumar a nadie. Antes, al contrario, buscamos los remedios que sean capaces de aportar luz”[4]. 

El Papa ofrece esas luces en seis capítulos: el anuncio de la alegría cristiana en el Antiguo Testamento, la alegría en el Nuevo Testamento, la alegría en el corazón de los santos, una alegría para todo el pueblo, la alegría y la esperanza en el corazón de los jóvenes y la alegría del peregrino en este Año Santo. Cada capítulo tiene contenido para amplios comentarios, pero como no es posible hacerlos, yo quisiera destacar apenas un tema: la alegría de Jesús.

Dice el Vicario de Cristo: “Hagamos ahora un alto para contemplar la persona de Jesús, en el curso de su vida terrena”[5]. En esta contemplación, Pablo VI recuerda escenas del Evangelio en las que podemos ver que el Señor en su vida terrena fue un hombre alegre, pues “Él ha experimentado en su humanidad todas nuestras alegrías. El, palpablemente, ha conocido, apreciado, ensalzado toda una gama de alegrías humanas, de esas alegrías sencillas y cotidianas que están al alcance de todos” [6]. Pero, la alegría de Jesús tiene una fuente que el Papa quiso destacar:

Aquí nos interesa destacar el secreto de la insondable alegría que Jesús lleva dentro de sí y que le es propia. Es sobre todo el evangelio de san Juan el que nos descorre el velo, descubriéndonos las palabras íntimas del Hijo de Dios hecho hombre. Si Jesús irradia esa paz, esa seguridad, esa alegría, esa disponibilidad, se debe al amor inefable con que se sabe amado por su Padre [7].

¡Que alegría sentimos cuando sabemos que somos amados! La experiencia humana nos lo dice y confirma. Ahora bien, ¿cómo será de grande nuestra alegría al experimentar y estar seguros de que Dios, el Padre de nuestro Señor nos ama? Y nos ama con un amor que supera toda expectativa, pues nos ama con amor divino, que es cualitativamente diferente y superior a cualquier amor humano, incluso el más puro e incondicional. “Los discípulos y todos cuantos creen en Cristo, estén llamados a participar de esta alegría. Jesús quiere que sientan dentro de sí su misma alegría en plenitud: «Yo les he revelado tu nombre, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y también yo esté en ellos» (Jn 17,26)” [8].

En este periodo pascal, vivamos la alegría cristiana, que es la alegría del mismo Jesús, dejemos que el Evangelio penetre en nuestros corazones,

Entonces podemos gustar la alegría propiamente espiritual, que es fruto del Espíritu Santo (cf. Rom 14,17; Gál 5,22): consiste esta alegría en que el espíritu humano halla reposo y una satisfacción íntima en la posesión de Dios trino, conocido por la fe y amado con la caridad que proviene de él. Esta alegría caracteriza por tanto todas las virtudes cristianas. Las pequeñas alegrías humanas que constituyen en nuestra vida como la semilla de una realidad más alta, quedan transfiguradas. Esta alegría espiritual, aquí abajo, incluirá siempre en alguna medida la dolorosa prueba de la mujer en trance de dar a luz, y un cierto abandono aparente, parecido al del huérfano: lágrimas y gemidos, mientras que el mundo hará alarde de satisfacción, falsa en realidad. Pero la tristeza de los discípulos, que es según Dios y no según el mundo, se trocará pronto en una alegría espiritual que nadie podrá arrebatarles (cf. Jn 16,20-22; 2Cor 1,4; 7,4-6) [9].

 


Referencias:

1 PABLO VI, Exhortación Apostólica Gaudete in Domino, sobre la alegría cristiana, 6 en https://bit.ly/40Va6oO
2 Ibid., 7
3 Ibid., 8.
4 Ibid., 10.
5 Ibid., 23.
6 Ibid.
7 Ibid., 24. Las cursivas son mías. 
8 Ibid., 25. Las cursivas son mías.
9 Ibid., 30. Las cursivas son mías.   

* Lícia Pereira es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y en este momento reside con su comunidad en Brasil.


Tarjeta con información de contacto para imprimir

Tarjeta de información de contacto para imprimir

La oficina de Courage Internacional pone a disposición de todos los capítulos de habla hispana esta tarjeta con la información de contacto del apostolado. La tarjeta está en formato PDF, lista para imprimirse en el color de su elección: gris, negro o rojo.

 

 

 


La bondad de Dios en las "Revelaciones del Amor Divino" de Juliana de Norwich

La bondad de Dios
en las Revelaciones del Amor Divino
de Juliana de Norwich

Por Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r*

En la reflexión espiritual de este mes, me gustaría presentarles a Juliana de Norwich, una gran escritora cristiana, y presentarles también, aunque brevemente algunos puntos de su obra. Propongo su figura y pensamiento porque creo que la experiencia espiritual de esta mujer puede ofrecernos luces para crecer en nuestra relación con Dios.

Ahora bien, ¿quién fue Juliana de Norwich?

Se trata de una mística inglesa “venerada tanto por la Iglesia católica como por la Comunión anglicana”[1]. Lo que se sabe sobre ella es muy poco: conocemos que el año de su nacimiento fue en 1342; sabemos que luego de una grave enfermedad fue agraciada con 16 revelaciones de Dios [2]; que después de esta experiencia decidió llevar una vida eremítica y que escribió Revelations of Divine Love (Revelaciones del Amor Divino), obra donde ella relata e interpreta sus visiones. La fecha de su muerte es incierta, la más aceptada es aproximadamente en el año 1416.

¿Cuál es el mensaje de Juliana y en qué puede iluminarnos hoy? Lo primero que podemos decir es que ella nos habla de Dios con gran devoción afectiva y una profundidad teológica que nos orienta directamente hacia la verdad central de nuestra fe: “Dios es Amor” (1Jn 4, 8.16).

El tema del amor divino se repite a menudo en las visiones de Juliana de Norwich que, con cierta audacia, no duda en compararlo también con el amor materno. Este es uno de los mensajes más característicos de su teología mística. La ternura, la solicitud y la dulzura de la bondad de Dios para con nosotros son tan grandes que, a nosotros, peregrinos en esta tierra, nos evocan el amor de una madre por sus hijos. [3]

Para manifestar el amor de Dios, Juliana insiste particularmente en su bondad; nuestra autora usa esta palabra más de 100 veces y, según ella, Dios se muestra especialmente bondadoso cuando nos encontramos en pecado:

Y cuando me distancio de él por el pecado, la desesperación o la pereza, dejo solo a mi Señor, puesto que él está en mí. Y ésta es la situación de todos aquellos que somos pecadores. Pero incluso aunque actuemos así con frecuencia, su bondad nunca permite que estemos solos: él está constantemente con nosotros, nos excusa con ternura y nos protege de toda culpa a sus ojos.[4]

Para Juliana, la bondad de Dios es perceptible cuando Él nos protege del mal. “Yo te protejo con toda seguridad”[5], le dijo el Señor y ella, en consonancia con San Pablo, reflexiona: “la misericordia actúa protegiéndonos, y actúa de manera que todas las cosas se tornen para nuestro bien”[6] (cf. Rm 8, 28). Así, a pesar de nuestras tribulaciones, conflictos, dolores y de nuestros pecados, Dios siempre dispone todo para nuestro bien. Esta es una idea que aparece con frecuencia en el libro de las Revelaciones:

Es cierto que el pecado es la causa de todo este sufrimiento, pero todo acabará bien, y cualquier cosa, sea cual sea, acabará bien [7].

Puedo transformar todo en bien, sé transformar todo en bien, quiero transformar todo en bien, haré que todo esté bien; y tú misma verás que todo acabará bien. [8]

Delante de tantos males y tragedias que nos afligen hoy, parece que la desesperanza y el sin sentido se apoderaran de los corazones humanos. Como personas de fe, abrámonos entonces a la Gracia de Dios y, especialmente en esta Cuaresma, permitámonos experimentar el Amor protector, bondadoso, compasivo y lleno de dulzura de nuestro Dios, tal como nos lo presenta Juliana de Norwich.

Nuestro buen Señor el Espíritu Santo, que es vida infinita, habita en nuestra alma, nos protege con total fidelidad, pacifica y alivia el alma mediante la gracia, haciéndola obediente y reconciliándola con Dios. Este es el camino de misericordia por el que nuestro Señor nos conduce continuamente mientras estamos en esta vida mudable... Pues el fundamento de la misericordia está en el amor, y la operación de la misericordia tiene por objeto protegernos en el amor; esto me fue revelado de tal forma que en adelante ya no pude percibir la misericordia de otra forma que como plenitud de amor en el amor [9].


Referencias:

  1. BENEDICTO XVI, Juliana de Norwich, Audiencia General del 1º de diciembre del 2010, en https://bit.ly/3ENgypm
  2. Las revelaciones a Juliana de Norwich entran en la categoría de “revelaciones privadas”, sobre ellas enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: “A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas "privadas", algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de "mejorar" o "completar" la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia.” (CEC 67).
  3. BENEDICTO XVI, Juliana de Norwich.
  4. JULIANA DE NORWICH, Libro de Visiones y Revelaciones, ed. Trotta, Madrid, 2002, p. 175-176.
  5. Ibid., p.142.
  6. Ibid., p. 110.
  7. Ibid., p. 76. Los cursivos son míos.
  8. Ibid., p. 81. Los cursivos son míos.
  9. Ibid., p. 110.


    * Lícia Pereira es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y en este momento reside con su comunidad en Brasil.


«El Amor de los Amores siempre escucha la oración de una madre» –Testimonio de una madre de EnCourage

«El Amor de los Amores siempre escucha la oración de una madre»
Testimonio de una madre de EnCourage

Es para mí una alegría poder compartir con ustedes lo que Dios permitió en mi vida como hija y madre, y lo que me regaló a través de la pastoral EnCourage en mi país.

Mi infancia fue un poco dura. Mi familia sufrió mucho, especialmente porque mi padre fue alcohólico y, a consecuencia de ello, violento con todos. Fueron años difíciles en los que mi madre hizo lo imposible por sacar a nuestra familia adelante y poder vivir su misión de madre en lo que le alcanzaba de tiempo y fuerzas.

Creo que yo llevaba varias carencias emocionales cuando formé un nuevo hogar, pero me pregunto ¿quién no? ¿quién llega perfecto a formar una nueva familia? Sin embargo, tengo que admitir que fui un poco exigente y dura con mis hijas. Le he pedido a Dios perdón por ello y estoy segura de que me ha perdonado. Además, por la gracia y la ayuda de Dios nuestro Señor, he podido pedirles perdón a mis hijas por las veces que no las traté con caridad.

Un día le hablé a mi hija mayor de una manera muy dura, lo que revivió en ella el sentimiento que experimentaba cuando la regañaba cuando era pequeña. Ella me lo dijo, y en ese momento Dios me dio la oportunidad de pedirle perdón por lastimarla con mis palabras. Mi hija me miró y me expresó que me comprendía y al final nos dimos un abrazo muy reconfortante.

Poco a poco pasó el tiempo y pudimos relacionarnos y comunicarnos mejor, hasta que en una oportunidad, mientras conversábamos, me confesó que sentía atracción hacia las mujeres. En ese momento no supe qué decirle, sentí que se derrumbaba la vida perfecta que siempre había aparentado. Sus palabras me causaron tanto dolor que empecé a decirme a mí misma ¿qué hice mal? Sentía que todo esto era un castigo, sentía mucha culpa. Me sentí perdida, no entendía.

Después de vivir momentos de incertidumbre y muchas lágrimas, mi primera reacción fue ir ante Jesús Sacramentado a pedirle ayuda. Llegaba todos los días y lloraba y le pedía que me mostrara qué había hecho mal, también le pedía que me mostrara cómo podía ayudar a mi hija, qué era lo que ella necesitaba para ayudarla.

El Señor, en su misericordia infinita, me hablaba de manera tan dulce y paciente y me fue enseñando a amarla más, a buscar entenderla, a abrazar el momento que vivía y los sentimientos que habían surgido en ella. No fue fácil, pero poco a poco lo fui haciendo.

Cada día ante el Santísimo Sacramento, a través de la oración, buscaba sumergir a mi hija en la misericordia de Dios, le pedía una y otra vez por la salvación de su alma y se la entregué totalmente a Él, y le pedí que la protegiera en todo lo que hiciera.

Pasó el tiempo, y por esos caminos de Dios comencé a participar en las reuniones de EnCourage en mi país. En este bello grupo, a través de la oración y el diálogo, aprendí a no buscar cambiar las atracciones sexuales de mi hija, sino a seguir amándola incondicionalmente, a escucharla más, a compartirle, con respeto mi opinión sobre cómo los actos homosexuales eran el pecado que la alejaba de Dios, pero que siempre seguiría siendo la hija amada de Dios. En EnCourage aprendí a ver las cosas con una mirada de fe y a adentrarme más en el bello corazón de mi hija.

No dejé de visitar a Jesús Sacramentado casi diariamente. Aprendí a pedir por el mundo entero, a pedir por la paz, por la salud de todos.

Un día totalmente inesperado, mi hija me pidió conversar nuevamente y me dijo: “te tengo una noticia, estoy enamorada”. Yo me dije a mí misma: “¡Ay Dios, ¿y ahora qué me dirá?”. Me quedé callada escuchándola, y me tomó por sorpresa lo que me dijo: se había enamorado de un muchacho que la hizo cambiar su vida.

Mi hija estaba enamorada y terminando su carrera de arquitectura, una carrera muy desgastante. En ocasiones, llegaba a pasar tres o cuatro noches sin dormir por tantos proyectos que le asignaban. Un día salió de casa en el auto para dejar a su novio en su casa. Cuando venía de regreso, debido al agotamiento, se quedó dormida y tuvo un trágico accidente donde perdió la vida.

Cuando me dieron la noticia sentí un gran dolor en mi alma y solo por gracia de Dios recordé la oración que hacía ante Jesús Sacramentado. Cuando el médico me dio la noticia, le respondí: “su cuerpo murió pero su alma se salvó porque las oraciones ante Dios la sumergieron en la misericordia del Corazón de Jesús”. El médico me dejó hablando sola, pero yo repetía lo mismo: “mi hija está sumergida en la misericordia del Corazón de Jesús”.

Hoy la extraño y la recuerdo mucho, pero tengo la seguridad que mi hija está en el cielo en los brazos de Dios Padre y que es un ángel que nos cuida y pide por todos en la familia.

Hoy, le pido al Señor que me permita ganarme el cielo para poder reencontrarme algún día con ella en la Patria Celestial y abrazarla nuevamente.

El Amor de los Amores siempre escucha la oración de una madre.