Padre John Harvey

14 de abril, 1918 - 27 de diciembre, 2010

Padre John Harvey O.S.F.S.:

Un sacerdote para todos los tiempos

Vivimos en un tiempo en que los laicos reconocemos con gratitud que la validez de los sacramentos no depende de los méritos de quien los administra. La eficacia de nuestros sacramentos es el resultado, no de la santidad de los sacerdotes, sino de Cristo mismo, su autor. Aun así, ¡qué bendición tan grande es cuando el sacerdote que nos invita a participar de los sacramentos es un verdadero ejemplo d e caridad cristiana, humildad, valentía, y júbilo! El P. John Harvey, O.S.F.S. fue un sacerdote así: Un padre espiritual amoroso y santo que se interesaba profunda y genuinamente por todos quienes le rodeaban, especialmente aquellos a quien había sido llamado a servir como sacerdote, maestro, y consejero.

Qué apropiado resulta, entonces, que al P. Harvey se le haya pedido comenzar y dirigir Courage, un apostolado cuyos miembros a menudo sienten la necesidad de tener un verdadero padre espiritual que cuide las heridas más profundas de sus corazones. Uno recuerda las palabras de Jesús, preguntando: «¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente?» Sin embargo, en la actualidad hay representantes de la Iglesia que les dan piedras y serpientes a sus hijos, en lugar de panes y peces cuando no presentan la castidad como elemento esencial del llamado de conversión y salvación del Evangelio. El P. Harvey tuvo el valor de presentar plenamente las enseñanzas de la Iglesia a través de su apostolado, y lo hizo con la mayor atención y cuidado pastoral para con las almas. Al hacer esto, imitaba a nuestro Padre del Cielo que solo quiere lo mejor para sus hijos.

El P. Harvey, antes que todo, fue una persona amable, un caballero, un académico, y un católico fiel. Al traer estas cualidades de mente y corazón a su sacerdocio, se convirtió en un ejemplo para otros de lo que verdaderamente significa vivir como Jesús cualquiera que sea el estado o llamado de su vida. Como oblato de San Francisco de Sales, el P. Harvey ejemplificó la espiritualidad de San Francisco, quien llegó a ser conocido como el «caballero santo». Ambos, el P. Harvey y San Francisco, sentían un gran respeto por los laicos, reconociendo que todos estamos llamados a la santidad, al ministerio y a la gran labor de la evangelización por virtud de nuestro bautismo. Sus vidas son un ejemplo de humildad, fidelidad, y la importancia de la perseverancia en la obediencia a la Verdad..

En sus treinta años de ministerio con el apostolado Courage, el P. Harvey experimentó en varias ocasiones la resistencia irónica de algunas diócesis respecto a la clara promoción de la enseñanza de la Iglesia sobre la castidad y la homosexualidad; sin embrago, él persistió fielmente en la misión que le había sido encomendada por el Cardenal Terence Cooke. Por medio de la oración frecuente, el trabajo arduo, el sacrificio, y el apoyo de los fieles, el apostolado Courage creció hasta convertirse en un ministerio internacional bajo el incansable liderazgo del P. Harvey, a pesar de la oposición de varios sectores. El P. Harvey sacaba fuerzas para su misión, de la celebración de la misa diaria, la oración frecuente con su breviario, la escucha de confesiones, y de su sentida devoción a la Santísima Virgen. Fue un guerrero espiritual y sus armas fueron el amor, la verdad y la oración.

Una vida balanceada da lugar a la oración, el trabajo, el juego y las risas, ¡Y vaya que el P. Harvey sabía disfrutar de la vida! Nunca dejó pasar la oportunidad de asistir a un juego de pelota o de disfrutar una buena comida. Con gusto compartía un trago de scotch con los amigos al final de una semana larga; de vez en cuando le gustaba ir al cine, y le encantaban las obras de teatro presentadas en el Festival Shakespeare en Pennsylvania, en el campus de la Universidad De Sales. El P. Harvey sabía disfrutar las buenas bromas y siempre se levantaba de las dificultades con una sonrisa. Nunca se cansaba de su ministerio o de estudiar, enseñar, y escribir. Siempre fue evidente para quienes lo conocían, que el apostolado Courage, y sobre todo sus miembros, tenían un lugar privilegiado en el corazón del P. Harvey y eran para él una prioridad, sin importar dónde estuviera o la actividad que estuviera desempeñando.

El P. Harvey comprendió la debilidad y la fragilidad humana y mostró compasión a todos. Comprendió que la historia de cada persona es única y consideraba piadosamente la mejor manera de aconsejar a cada alma que buscaba su consejo, ya fuera un laico, un sacerdote o un obispo. Aun así, nunca dejó de denunciar públicamente los errores de su época, así como de corregir las falsas enseñanzas. El P. Harvey fue obediente con sus superiores, pero nunca dudó en decir lo que pensaba sobre cuestiones de gran importancia, incluso (o quizás especialmente) cuando contradecían el «sentido común» de la época. Esto surgía de su genuina preocupación por la salvación de las almas, de su amor a la Iglesia y a la Verdad revelada de forma divina, que está obligada a proclamar y mantener.

Nuestro mundo quebrantado y nuestra Iglesia dolorida necesitan urgentemente purificación y una profunda conversión del corazón a la santidad. El remedio espiritual al estado actual en que vivimos solamente puede encontrarse en la recepción frecuente de los sacramentos, especialmente la Santa Comunión y la Confesión, combinados con un compromiso renovado de vivir una vida de oración, servicio y el cultivo de la castidad interior en unión con Cristo. Esto es válido para los laicos, los clérigos y todos los religiosos. Por consiguiente, una de las metas de Courage dice simplemente así: «Dedicar enteramente nuestras vidas a Cristo a través del servicio a los demás, la lectura espiritual, la oración, la meditación, la dirección espiritual individual, la asistencia frecuente a Misa y la recepción frecuente de los sacramentos de la Reconciliación y la Santa Eucaristía».

 

El P. Harvey nos exhortó a desarrollar la castidad del corazón por medio de una profunda vida de oración, apoyo espiritual y buena hermandad; esto también lo enseñó con el ejemplo. El P. Harvey fue un auténtico padre para los miembros de Courage y un modelo para otros sacerdotes. ¿Qué laico, sacerdote o diácono no se siente inspirado por un sacerdote cuyo corazón y personalidad verdaderamente irradian la humilde presencia del Espíritu Santo? ¿Quién no se siente animado cuando un sacerdote dedicado se interesa genuina y santamente en su vida, y camina pacientemente a su lado en su paso por este mundo como un verdadero padre espiritual? ¿Quién no se siente fortalecido y lleno de renovada determinación cuando tal sacerdote está listo y dispuesto para luchar, de manera alegre y protectora, por sus almas? El P. Harvey fue todo esto para el apostolado Courage y este es quien, yo creo, continúa siendo en la presencia de Dios.

 

Tina Nair

Asistente personal del P. Harvey, 1996-2006