“Creo porque quiero creer”: Ejemplo de Santa Teresa del Niño Jesús para momentos de crisis
“Creo porque quiero creer”
Ejemplo de Santa Teresa del Niño Jesús para momentos de crisis
Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r*
En muchas ocasiones he hablado sobre Santa Teresita del Niño Jesús y en esos diálogos escuché reacciones variadas que podría dividir en dos categorías: unas fueron reacciones de amor y otras fueron reacciones de resistencia a Teresita.
Las resistencias pueden atribuirse a su forma dulcificada y hasta infantil de expresarse, ella usa mucho los diminutivos, y también porque “la infancia espiritual” [1], nombre con el cual su escuela de espiritualidad fue designada, puede no ser muy atractiva en nuestros días. Para algunas personas, la suavidad y delicadeza de Teresita pueden sonar excesivas, sin embargo, si se logra superar ese aparente obstáculo, será posible encontrarse con una mujer fuerte y valiente; una mujer con gran ardor apostólico (por algo, el Papa Pio XI la proclamó patrona de las misiones); una mujer con una profunda “alma teológica” y fineza espiritual. Aquella mujer a quien Juan Pablo II, en 1997, declaró Doctora de la Iglesia y la llamó “experta en la scientia Amoris” [2].
Me gustaría entonces compartir con ustedes algunas reflexiones sobre esta “pequeña alma” (MsB 2r), pues es un testigo de fortaleza y fe sólida, un ejemplo que nos inspirará en momentos de crisis en la fe. Me aproximaré a ello tomando el episodio más significativo de su breve vida.
En la madrugada del Viernes Santo de 1896, Teresita, a sus 23 años tuvo una hemoptisis (cf. MsC 5r) [3] y su reacción fue de alegría:
Mi alma se sintió inundada de gozo […] estaba íntimamente convencida de que Jesús, en el aniversario de su muerte, quería hacerme oír una primera llamada. Era como un tenue y lejano murmurio que me anunciaba la llegada del Esposo (Ibid.).
Pero la experiencia no duró, luego de eso, ella entró en una profunda crisis espiritual:
Durante los días tan gozosos del tiempo pascual, Jesús me hizo conocer por experiencia que realmente hay almas que no tienen fe, y otras que, por abusar de la gracia, pierden ese precioso tesoro, fuente de las únicas alegrías puras y verdaderas. Permitió que mi alma se viese invadida por las más densas tinieblas y que el pensamiento del cielo, tan dulce para mí, sólo fuese en adelante motivo de lucha y tormento… (Ibid.)
La particularidad de este intenso momento para Teresa consiste en que conoció por experiencia lo que significa no tener fe. Ella vivió una solidaridad espiritual y real con los que tienen una vida pecaminosa y hasta niegan a Dios. Su experiencia fue tan fuerte que mal pudo explicarla: “Quisiera poder expresar lo que siento, pero ¡ay!, creo que es imposible. Es preciso haber peregrinado por este negro túnel para comprender su oscuridad” (Ibid.). Para exponer lo que está viviendo, creó una especie de fábula. Ella dijo haber nascido en “un país cubierto de espesa niebla” (Ibid.) y nunca pudo contemplar el sol radiante. Pero, ella sabe que hay otro país en donde el sol siempre brilla, pues el Rey de este país luminoso vino a habitar por un tiempo en el país oscuro, sin embargo, sus habitantes no supieron acoger al Rey.
Teresita, al contrario, llegó a comprender la divina luz y pidió perdón por los que la rechazaron. Jugando con la alegoría y la realidad, la joven santa dijo haber aceptado “comer el pan del dolor” y no quiso levantarse de la mesa “repleta de amargura” (cf. MsC 6r), hasta que “todos los que no viven iluminados por la antorcha luminosa de la fe la vean, por fin, brillar” (Ibid.). Teresa aceptó esa difícil condición espiritual que implicó fuertes tentaciones:
me parece que las tinieblas adoptando la voz de los pecadores, me dicen burlándose de mí: “sueñas con la luz, con una patria aromada con los más suaves perfumes; sueñas con la posesión eterna del Creador de todas esas maravillas; crees que un día saldrás de las nieblas que te rodean. ¡Adelante, adelante! Alégrate de la muerte, que te dará, no lo que tú esperas, sino una noche más profunda todavía, la noche de la nada” (MsC 6v)
Pero, la pequeña florecilla del carmelo, como también es conocida, no se dejaba abatir y sostenida por la Gracia sin la cual nadie puede nada, totalmente dócil a las mociones divinas enfrentó esa difícil situación implorando al Señor que no permitiera jamás ofenderlo, gracia que mantuvo fielmente:
Creo que he hecho más actos de fe de un año a esta parte que durante toda mi vida. Cada vez que se presente el combate, cuando los enemigos vienen a provocarme, me porto valientemente: sabiendo que batirse en duelo es una cobardía, vuelvo la espalda a mis adversarios sin dignarme siquiera a mirarlos a la cara, corro hacia mi Jesús y le digo que estoy dispuesta a derramar hasta la última gota de mi sangre por confesar que existe un cielo (MsC 7r).
¿Qué es lo que sostenía a Teresita? Simplemente el buen Dios. Es así como ella se refiere a Él en sus obras (634 veces). En esta formula es posible darse cuenta cómo Teresita percibió el rostro especifico con el cual el Señor quiso manifestarse a ella y en ella [4]. Toda acción de Dios en su vida es vivida como la experiencia de la bondad divina. Su autobiografía no es otra cosa, según ella misma, que sus pensamientos acerca de las gracias que el buen Dios se dignó a concederle en su vida (cf. MsA 3r) [5]. El buen Dios siempre la sostuvo en todos los momentos, por lo que en la oscuridad pudo afirmar: “canto simplemente lo que quiero creer” (MsC 7v) y en los últimos momentos de sus vida exclamar: “¡Dios mío…, te amo!” (UP 30/09) [6].
Referencias:
- Santa Teresita nunca usó esa expresión. En el Manuscrito B, la santa relata su camino espiritual a pedido de su hermana de sangre, madrina y hermana de comunidad, María del Sagrado Corazón, que le pidió que dejara por escrito su “doctrinita”. Cf. TERESA DEL NIÑO JESUS, MsB 1v.
- JUAN PABLO II, Carta Apostólica Novo Millennium Ineunte, 42 en https://rb.gy/9ufr0
- Teresita murió de tuberculosis el 30 de septiembre del 1897.
- Cf. ZAS FRIZ DE COL, R. (ed.), Il vissuto di Santa Teresa di Lisieux alla luce del Metodo Teologico-Decisionale, GBP, Roma, 2021, p. 69.74.
- En diversas ediciones de la Historia de un alma el texto aparece así: “sino mis pensamientos acerca de las gracias que Dios se ha dignado concederme”. Después de la publicación crítica de las Obras Completas las traducciones son más fieles al original francés que trae la expresión bon Dieu. Cf. TERESA DE LISIEUX, Obras completas, Monte Carmelo, Burgos, 2015 10ª.
- Últimas Palabras de Teresa.
* Lícia Pereira es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y en este momento reside con su comunidad en Brasil.