La bondad de Dios en las “Revelaciones del Amor Divino” de Juliana de Norwich

La bondad de Dios
en las Revelaciones del Amor Divino
de Juliana de Norwich

Por Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r*

En la reflexión espiritual de este mes, me gustaría presentarles a Juliana de Norwich, una gran escritora cristiana, y presentarles también, aunque brevemente algunos puntos de su obra. Propongo su figura y pensamiento porque creo que la experiencia espiritual de esta mujer puede ofrecernos luces para crecer en nuestra relación con Dios.

Ahora bien, ¿quién fue Juliana de Norwich?

Se trata de una mística inglesa “venerada tanto por la Iglesia católica como por la Comunión anglicana”[1]. Lo que se sabe sobre ella es muy poco: conocemos que el año de su nacimiento fue en 1342; sabemos que luego de una grave enfermedad fue agraciada con 16 revelaciones de Dios [2]; que después de esta experiencia decidió llevar una vida eremítica y que escribió Revelations of Divine Love (Revelaciones del Amor Divino), obra donde ella relata e interpreta sus visiones. La fecha de su muerte es incierta, la más aceptada es aproximadamente en el año 1416.

¿Cuál es el mensaje de Juliana y en qué puede iluminarnos hoy? Lo primero que podemos decir es que ella nos habla de Dios con gran devoción afectiva y una profundidad teológica que nos orienta directamente hacia la verdad central de nuestra fe: “Dios es Amor” (1Jn 4, 8.16).

El tema del amor divino se repite a menudo en las visiones de Juliana de Norwich que, con cierta audacia, no duda en compararlo también con el amor materno. Este es uno de los mensajes más característicos de su teología mística. La ternura, la solicitud y la dulzura de la bondad de Dios para con nosotros son tan grandes que, a nosotros, peregrinos en esta tierra, nos evocan el amor de una madre por sus hijos. [3]

Para manifestar el amor de Dios, Juliana insiste particularmente en su bondad; nuestra autora usa esta palabra más de 100 veces y, según ella, Dios se muestra especialmente bondadoso cuando nos encontramos en pecado:

Y cuando me distancio de él por el pecado, la desesperación o la pereza, dejo solo a mi Señor, puesto que él está en mí. Y ésta es la situación de todos aquellos que somos pecadores. Pero incluso aunque actuemos así con frecuencia, su bondad nunca permite que estemos solos: él está constantemente con nosotros, nos excusa con ternura y nos protege de toda culpa a sus ojos.[4]

Para Juliana, la bondad de Dios es perceptible cuando Él nos protege del mal. “Yo te protejo con toda seguridad”[5], le dijo el Señor y ella, en consonancia con San Pablo, reflexiona: “la misericordia actúa protegiéndonos, y actúa de manera que todas las cosas se tornen para nuestro bien”[6] (cf. Rm 8, 28). Así, a pesar de nuestras tribulaciones, conflictos, dolores y de nuestros pecados, Dios siempre dispone todo para nuestro bien. Esta es una idea que aparece con frecuencia en el libro de las Revelaciones:

Es cierto que el pecado es la causa de todo este sufrimiento, pero todo acabará bien, y cualquier cosa, sea cual sea, acabará bien [7].

Puedo transformar todo en bien, sé transformar todo en bien, quiero transformar todo en bien, haré que todo esté bien; y tú misma verás que todo acabará bien. [8]

Delante de tantos males y tragedias que nos afligen hoy, parece que la desesperanza y el sin sentido se apoderaran de los corazones humanos. Como personas de fe, abrámonos entonces a la Gracia de Dios y, especialmente en esta Cuaresma, permitámonos experimentar el Amor protector, bondadoso, compasivo y lleno de dulzura de nuestro Dios, tal como nos lo presenta Juliana de Norwich.

Nuestro buen Señor el Espíritu Santo, que es vida infinita, habita en nuestra alma, nos protege con total fidelidad, pacifica y alivia el alma mediante la gracia, haciéndola obediente y reconciliándola con Dios. Este es el camino de misericordia por el que nuestro Señor nos conduce continuamente mientras estamos en esta vida mudable… Pues el fundamento de la misericordia está en el amor, y la operación de la misericordia tiene por objeto protegernos en el amor; esto me fue revelado de tal forma que en adelante ya no pude percibir la misericordia de otra forma que como plenitud de amor en el amor [9].


Referencias:

  1. BENEDICTO XVI, Juliana de Norwich, Audiencia General del 1º de diciembre del 2010, en https://bit.ly/3ENgypm
  2. Las revelaciones a Juliana de Norwich entran en la categoría de “revelaciones privadas”, sobre ellas enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: “A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de “mejorar” o “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia.” (CEC 67).
  3. BENEDICTO XVI, Juliana de Norwich.
  4. JULIANA DE NORWICH, Libro de Visiones y Revelaciones, ed. Trotta, Madrid, 2002, p. 175-176.
  5. Ibid., p.142.
  6. Ibid., p. 110.
  7. Ibid., p. 76. Los cursivos son míos.
  8. Ibid., p. 81. Los cursivos son míos.
  9. Ibid., p. 110.


    * Lícia Pereira es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y en este momento reside con su comunidad en Brasil.