El testamento espiritual de Benedicto XVI: luces para la vida espiritual

El testamento espiritual de Benedicto XVI:
luces para la vida espiritual

Por Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r*

 

El 31 de diciembre del 2022 el mundo recibió la noticia de la muerte de Benedicto XVI. Las reacciones fueron variadas, la mayoría de ellas expresaba pesar y gratitud por el bien que Joseph Ratzinger/Benedicto XVI hizo a la Iglesia, y se resaltó especialmente el importantísimo legado teológico que él ha dejado. Algunos han llegado a afirmar que él es en el siglo XX lo que Tomás de Aquino fue en el siglo XIII: un gran maestro en la fe.  

Mucho se puede escribir sobre el pensamiento teológico y espiritual de este querido Pontífice, pero no es el caso de hacer reflexiones teológicas, lo que quisiera evidenciar, aunque sumariamente, es el talante espiritual de Joseph Ratzinger comentando su testamento espiritual. El texto, breve y sencillo, nos estimula a cultivar dos virtudes: la gratitud y la fe.  

El testamento del papa Ratzinger revela un corazón profundamente agradecido a Dios, fuente última de nuestra vida y libertad y, por ello, digno de toda nuestra gratitud y reconocimiento, “pues la percepción de la grandeza de Dios y de su magnificencia lleva a reconocer que todo lo que el ser humano es y tiene, lo ha recibido de Dios, e impulsa, en consecuencia, a dirigir el espíritu hacia Dios para reconocer y agradecerle sus beneficios”[1]

Como no podía dejar de ser, el primer destinatario de su acción de gracias es Dios: “Ante todo, doy gracias a Dios mismo, dador de todo bien, que me ha dado la vida y me ha guiado en diversos momentos de confusión; siempre me ha levantado cuando empezaba a resbalar y siempre me ha devuelto la luz de su semblante”[2]

Luego, el papa agradece a todos los miembros de su familia y lo hace por cosas muy concretas: al padre por su “clara fe”, a la madre por su profunda devoción y gran bondad, a la hermana por el afectuoso cuidado que tuvo para con él durante toda su vida y a su hermano por “la claridad de su juicio, su vigorosa resolución y la serenidad de su corazón”[3]. De todo ello, el papa sacó lecciones preciosas para su vida. A todos sus amigos, profesores y alumnos, Benedicto les agradece encomendándolos a la bondad divina. El papa emérito también da gracias al Señor por sus raíces: “quiero dar gracias al Señor por mi hermosa patria en los Prealpes bávaros, en la que siempre he visto brillar el esplendor del Creador mismo. Doy las gracias al pueblo de mi patria porque en él he experimentado una y otra vez la belleza de la fe”[4]. Finalmente, eleva su acción de gracias por todo lo sucedido en su vida: “doy gracias a Dios por toda la belleza que he podido experimentar en todas las etapas de mi viaje, pero especialmente en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi segunda patria.”[5] ¡Ninguna realidad quedó fuera de su oración! 

Sobre la virtud de la fe, en el último párrafo de su texto, el Papa hace una apasionada exhortación a toda la Iglesia: ¡Manténganse firmes en la fe![6] Después de enumerar brevemente algunas teorías que colocaron en riesgo la pureza de la fe, Benedicto, como auténtico maestro de la vida cristiana, nos ofrece una enseñanza cargada de esperanza: “He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe”[7].  

Finalmente, no se puede dejar pasar desapercebidas dos líneas de su testamento. La primera es un pedido de perdón a todos lo que de alguna forma ha ofendido y la segunda es un pedido de oraciones: “Por último, pido humildemente: recen por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados y defectos, me reciba en la morada eterna. A todos los que me han sido confiados, van mis oraciones de todo corazón, día a día.”[8] 

Como ya fue mencionado, el testamento espiritual es un texto corto y sencillo. Esta sencillez, que en cierto sentido contrasta con la envergadura intelectual del papa, revela un corazón humilde, agradecido, afable y contento, que es lo que verdaderamente importa en la vida del cristiano. ¡Vale mucho la pena leerlo!  


Referencias:

[1] ILLANES, J.L., Tratado de teología espiritual, EUNSA, Navarra, 2007, p. 446.
[2] BENEDICTO XVI, Testamento espiritual, en https://bit.ly/3wtG660, 26 de agosto de 2006.
[3] Ibid.
[4] Ibid.
[5] Ibid.
[6] Ibid.
[7] Ibid.
[8] Ibid.


* Lícia Pereira es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y en este momento reside con su comunidad en Brasil.