Folleto Courage para imprimir

Folleto Courage para imprimir

La oficina de Courage Internacional pone a disposición de todos los capítulos de habla hispana este folleto para la promoción del apostolado en sus diócesis. El folleto está listo para imprimirse en formato PDF. En la parte posterior, hay un espacio en blanco en el que pueden incluir la información de contacto de su capítulo local. Para descargar el folleto, haga clic en la imagen o aquí.


Parte exterior

 

Parte interior

 

 


Punto de inflexión-Testimonio del P. Philip Bochanski, director ejecutivo de Courage Internacional

Punto de inflexión

P. Philip Bochanski, director ejecutivo de Courage Internacional

 

He colaborado con Courage por más de una década, más de la mitad de mi sacerdocio, sin embargo, nunca lo busqué ni pensé que se convertiría en mi ministerio. En el 2009, un miembro de Courage en Filadelfia (mi arquidiócesis de origen), que era parroquiano mío, me preguntó si estaría dispuesto a ayudar a dirigir el capítulo local que recién se había quedado sin capellán. Participé, un poco indeciso al principio, sin saber exactamente qué decir o cómo podría ayudar. (Desde entonces he sabido que muchos capellanes pasan por una experiencia similar). Pero en los más de cinco años que serví como capellán local, antes de venir a la oficina de Courage, mi vida y mi ministerio se enriquecieron y se transformaron de muchas maneras. Sobre todo, las personas que he encontrado en el apostolado me han enseñado cómo ser un verdadero padre espiritual.

Muchos incidentes podrían ilustrar esto, pero uno que sobresale claramente en mi memoria ocurrió poco después de un año de haberme convertido en capellán del capítulo local. La arquidiócesis me invitó a poner una mesa de información en el «Congreso de vida parroquial» que se llevaba a cabo cada año en la catedral, para compartir folletos y hablar con la gente sobre Courage y EnCourage. En ese entonces, había sido ya sacerdote por once años y había sido asignado a varias parroquias y a otras tareas en la arquidiócesis, así que conocía a varias de las personas que asistieron al evento. Algunos se sorprendieron de verme en la mesa de información de Courage; muchos otros me dieron palabras de ánimo y expresaron su apoyo al apostolado. Esa era la primera vez que Courage había sido invitado a un evento como ese, por lo que muchas personas se detuvieron a ver de qué se trataba.

Al cabo de una hora en el evento, un sentimiento de ansiedad en mi mente y en mi corazón me distrajo por completo. Me di cuenta de que muchas personas que conocía me estaban viendo por primera vez como representante de Courage. Me vinieron una gran cantidad de preguntas a la cabeza: ¿Qué piensan de este apostolado? ¿Qué piensan de mí por servir en este apostolado? ¿Me ven de manera diferente?  ¿Se estarán preguntando si experimento atracciones hacia el mismo sexo? ¿O quizás se preguntan si creo en lo que la Iglesia enseña? ¿Qué estarán pensando?

No me enorgullece la manera en que actué en ese momento, pero siempre estaré agradecido por lo que Dios hizo conmigo. Después de permitir que me sintiera así por lo que parecieron horas (aunque probablemente solo fueron uno o dos minutos), el Señor me hizo ver una verdad que cambió completamente mi perspectiva: Esto es lo que experimentan todos los días muchas de las personas a las que te he llamado a servir. Se preguntan cuál es su lugar, en el mundo y en la Iglesia. Se preocupan de lo que la gente piensa de ellos, si hay un lugar para ellos en las parroquias, en sus familias. Se preguntan si pueden compartir su experiencia con sus seres queridos y cómo serán recibidos. Cuídalos y dales un motivo menos de preocupación.

Aquel día la mesa de información fue un punto de inflexión en mi vida como sacerdote —no solo como capellán de Courage, sino en todo lo que hago. En aquel momento Dios me mostró claramente su plan para mi paternidad espiritual. Él quiere que me identifique y que acoja con compasión a las personas que confía a mi cuidado. Quiere que los represente bien y que hable por ellos cuando les resulte difícil hacerlo por sí mismos. Quiere que esté dispuesto a dar mi vida para protegerlos de las faltas de respeto, de las críticas o cualquier otra cosa con que la gente los ataque para desalentarlos en sus esfuerzos por vivir una vida de virtud. Sobre todo, quiere que los ame y que les muestre un pequeño atisbo del amor que el Padre siente por ellos. Como sacerdote, nada me hace sentir más feliz que esforzarme por vivir y amar de esta manera.

Es un gran privilegio para mí servir y representar a los miembros de Courage y EnCourage, y sé que nuestros capellanes locales sienten lo mismo. Lo que realmente me llena de alegría es ver cuántos de nuestros miembros responden, en mayor o menor medida, a la invitación de compartir sus testimonios personales sobre el poder transformador de la gracia de Dios en sus vidas y en sus relaciones interpersonales. Nuestro querido padre Harvey solía decir que «nuestros mejores embajadores son nuestros miembros», y por eso presento con gran alegría nuestro nuevo blog [en inglés], The Upper Room (La habitación de arriba). Cada dos semanas les estaremos compartiendo testimonios personales de miembros de Courage y EnCourage y de capellanes, en los que compartirán aquellos momentos de sus vidas en que se encontraron con el amor y la misericordia de Dios. Como los discípulos reunidos en la habitación de arriba en la noche del primer Domingo de Pascua, los hemos invitado a compartir la historia de «lo que pasó en el camino y cómo lo reconocieron...» (Lc 24,35).


La vida espiritual: Vida en el Espíritu de Cristo

 

 


La Vida Espiritual: vida en el Espíritu de Cristo

Por Lícia Pereira de Oliveira*


Cuando se habla de cultivo de la vida espiritual no se debe dar por hecho que la afirmación se refiere al ámbito religioso. Hoy en día, la espiritualidad es entendida sobre todo como un dato antropológico: es constitutivo del ser humano y no un privilegio de los creyentes en Dios. Cultivar la vida espiritual, entonces, es cultivar la propia humanidad y de este modo alcanzar la armonía interior, esto es, el bienestar afectivo, emotivo, relacional, físico y, en algunos casos, la relación con alguna realidad trascendente.

Dicha aproximación a la espiritualidad no está totalmente errada, pues el ser humano creado por Dios es un ser espiritual: “Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2,7). La palabra espíritu viene del Latin spiritus que significa “respiración” o “soplo”, así que, de acuerdo con el texto bíblico, Dios al soplar sobre el hombre le concedió su Espíritu, haciendo de él un ser espiritual.

Ahora bien, si todo ser humano es espiritual por creación, ¿qué significa exactamente cultivar la vida espiritual?, ¿se puede cultivar algo que ya se tiene?

En verdad se trata de cultivar un Don que nos fue dado en nuestro bautismo: el Espíritu Santo. El Espíritu que nos ha sido dado como una semilla, está llamado a crecer y a dar mucho fruto en nosotros: “el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí” (Gal 5,22-23).

Ahora bien, la misión del Espíritu es ayudarnos a cultivar nuestra vida espiritual cristiana, y esta vida consiste en vivir en Cristo y en el nuevo mundo que Él ha hecho con su Muerte y Resurrección: “Mira que hago un mundo nuevo” (Ap 21,5). Vivir en Cristo y en el mundo nuevo que Él ha inaugurado implica tener un estilo de vida que no se reduce al cumplimiento de los mandamientos, sino que es una vida en la que nos dejamos penetrar por el Amor, para que este Amor permee toda nuestra existencia, sane nuestras heridas, nos renueve y nos reconcilie en todos nuestros ámbitos de relaciones: con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Así, una vez renovados, podemos poner en acto decisiones impregnadas de Amor. San Juan Eudes ofrece algunas luces para el cultivo de nuestra vida espiritual en Cristo:

 

A imitación de nuestro Padre celestial, Jesús debe ser también el único objeto de nuestro espíritu y de la vida cristiana nuestro corazón. También nosotros debemos mirar y amar todas las cosas en él, y en ellas sólo debemos amarle y mirarle a él, hacer nuestras acciones en él y para él, depositar nuestra alegría y nuestro paraíso en él. Porque como Jesús es el paraíso del Padre eterno, que en él encuentra sus complacencias, así también es nuestro paraíso por don de Dios y del mismo Jesucristo. Por eso Cristo nos pide que moremos en él. Permaneced en mí (Jn 15,4). Y su discípulo amado nos repite dos veces este mandamiento: Permaneced en él, hijitos míos, permaneced en él (lJn 2,28). Y san Pablo nos asegura que no hay ya condenación alguna para los que están en Cristo Jesús (Rm 8,1)1.

 

¡La Pascua es el inicio del mundo nuevo inaugurado por Cristo! ¡Vivamos permanentemente la novedad pascual! Cultivemos nuestra vida espiritual por medio de la oración, que es encuentro íntimo con el Señor; cultivemos nuestra vida espiritual por medio de las obras de caridad, para que nos encontremos con el Señor en el rostro de los que más sufren; cultivemos nuestra vida espiritual por medio del ofrecimiento de nuestro día a día, para que encontremos el Señor en todas las circunstancias de nuestra vida. De esta forma podremos educar nuestro corazón a centrarse en lo esencial: amar a Dios con todo nuestro corazón y fuerzas (cfr. Mt 22, 37) y al hermano como Jesús mismo lo ha amado (cfr. Jn 15,12-15).

 

* Licia Pereira es laica consagrada y en estos momentos reside en Brasil con su comunidad.