«Soy un hombre nuevo, con una vida nueva» – Testimonio de un miembro de Courage en América Central

 


«Soy un hombre nuevo, con una vida nueva»


Desde que experimento atracción al mismo sexo, he luchado por no sentirla, me daba mucha vergüenza, miedo y culpa. Recuerdo que era un niño solitario, vivía la problemática del alcoholismo de mi padre y la indiferencia de mis hermanos mayores y sufrí agresiones y burlas de niños del barrio y de la escuela. Fui abusado sexualmente por diferentes hombres en diferentes momentos desde los 10 a los 15 años, en la adolescencia luché contra la atracción al mismo sexo con todo mi ser y con toda mi fe, sin lograr cambios hasta los 32 años. Busqué ayuda psicológica que recibí de un psicólogo bien recomendado, de mediana edad, profesor universitario, que me convenció con varios argumentos que mis problemas emocionales y de conducta tenían razón de ser porque no me aceptaba, ni lo asumía.

Al recibir su apoyo, aceptación y hasta -podría decir- admiración, me sentía tan libre y feliz de hablar esto con él que fue entonces que comencé a frecuentar lugares gay, a tener encuentros sexuales desenfrenadamente. Creo que fue cuando acepté la derrota y comencé a vivir el estilo de vida homosexual con una gran sensación de “libertad” y una especie de euforia. A lo largo de los años, mis emociones y mi conducta no mejoraron, el sexo se fue volviendo más obsesivo y compulsivo, pensaba que eso era la felicidad, pero me seguía sintiendo mal, el vacío en mí crecía, estaba perdiendo el sentido de la vida. Me sentía descontrolado, depresivo y con mucha ira. Había hecho del sexo el centro de mi vida, era la razón de mi existencia, luchaba con mis conocimientos y fuerzas por parar y cambiar, pero no lograba hacer cambios.

Después de vivir 10 años lejos de la verdad y de la Iglesia, habiendo experimentado un intento de suicidio, y de vivir adicción al sexo desde mis 12 años (pornografía, masturbación, encuentros sexuales), estaba frustrado, con depresión y mucha ira en el corazón. Estaba cansado de cómo vivía y también cansado del vacío que sentía en mí, en un momento entendí que necesitaba ayuda fue entonces cuando comencé a ir a misa. En esos momentos, pensaba que nunca iba a contar que sentía atracción sexual por los hombres, sin embargo, después de un mes comencé a confesarme y contar mi situación y mis pecado. Los sacerdotes tuvieron muchas reacciones diferentes, algunas de las palabras que me dijeron no me ayudaron, otras me causaron nuevas heridas y mucho dolor; quería preguntarles cómo se lograba vivir en castidad, cuál era el secreto, sino podía dejar de sentir la atracción al mismo sexo, yo pensaba que me conformaba con vivir en castidad, pero tenía mucho miedo, y me creía incapaz de parar. Busqué ayuda de un consejero dentro de la Iglesia, con muy buenas intenciones, pero con pocos conocimientos sobre mi condición y lo que vivía en este tipo de relaciones. Un día le pregunté: ¿No hay nadie dentro de la iglesia que me pueda ayudar, y ayudar a personas que estuvieran en mi situación? Su respuesta fue: no.

Con tristeza y sin esperanzas, pero con fe, convencido que necesitaba tener una relación cercana con Dios, que mi lugar era ser parte de la Iglesia seguí asistiendo a misa, visitas al Santísimo, delante de Él sentía paz y consuelo lloraba mucho, siempre pidiéndole a Dios Trino que me ayudara, que tuviera misericordia por mí y por las personas con mi condición, consciente de que no lograba hacer cambios, que no quería seguir solo, y que Él podía ayudarme.

Ocho meses después recibo un gran mensaje, a través de la televisión en el canal católico EWTN vi en el programa “Cara a Cara” que dirige Alejandro Bermúdez entrevistando a un miembro del apostolado Courage hablando del apostolado, de la atracción al mismo sexo y de la castidad. Me impactó, me sentí tan identificado, por primera vez mi corazón sintió esperanza.

Comencé a buscar información sobre Courage, a relacionarme con personas que me ayudaran, a entrar al apostolado, y fue entonces cuando inicié -para Gloria de Dios- un camino con hermanos y guías espirituales. Comprendí que soy un hijo amado de Dios, digno, no más ni menos que los demás, que podía y estaba llamado a tener una vida espiritual, a fortalecerla y a disfrutarla.

Hoy me siento feliz y agradecido de ser hombre, de ser yo, he aprendido a aceptarme, amarme y respetarme, poniéndome límites, viviendo los sacramentos, y una vida espiritual perseverante. Viviendo en comunidad con amigos y hermanos, recuperé la capacidad de amar y perdonar, retomé el control de mi vida, aprendí a luchar para no caer en tentación, pero también a vivir con ella, aprendí a ser hermano, amigo, a ser fraterno, a dar apoyo a recibirlo. Soy un hombre nuevo, con una vida nueva.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio ahora y siempre, por los siglos de siglos, Amén.

Testimonio de Manuel, miembro de Courage en América Central