“Sé que fue Dios quien me mandó a Courage a través de Internet”: Testimonio de Martín

 

“Sé que fue Dios quien me mandó a Courage a través de Internet”:
Testimonio de Martín

 

Mi nombre es Martin García, soy de una pequeña comunidad al oeste del estado de Guanajuato, México. He tenido la bendición de nacer en una familia de grandes valores morales y al servicio de Dios y de la Iglesia, y es Dios mismo quien me ha llamado a este caminar de castidad y servicio que deseo compartir.

Como muchas familias de esta localidad, fuimos una familia numerosa, conformada por nueve hermanos, dos mujeres y yo, el sexto hijo. Mi madre siempre fue una mujer de hogar, encargada de las labores de la casa y del cuidado de todos nosotros, sus hijos. Mi padre fue un hombre muy responsable y trabajador, aunque también lo recuerdo como una persona muy sociable y amiguero a quien le gustaba la parranda los fines de semana.

Quizás estas parrandas fueron motivo para que mi padre no pasara demasiado tiempo con la familia. Si no estaba trabajando, estaba con sus amigos; su ausencia era notoria. Es posible que esta ausencia haya afectado mi manera de aprender a convivir con otros niños varones y generado esa necesidad de sentirme aceptado y abrazado por un padre.

Durante mi niñez, pasaba mucho tiempo con mi mamá, y esto me gustaba. Quizás era porque me sentía seguro y protegido, sin ser juzgado, criticado, ni agredido por niños más grandes. Cuando estaba con mi mamá, mis hermanas o mis primas, me sentía totalmente libre y sin pena de expresar mis emociones y sentimientos. Caso contrario ocurría cuando estaba con mis hermanos mayores, primos u otros varones. Me sentía agredido y juzgado, no podía expresarme, ni opinar, porque si lo hacía, sentía que me atacaban, así que era mejor no hacerlo.

A pesar de estas situaciones con otros varones, fui un niño muy educado, no decía malas palabras, era muy obediente y me gustaba ayudar en los quehaceres de la casa, y en mi pensamiento no había malas intenciones de nada ni en contra de nadie. Era como una pureza de corazón que Dios sembró en mí desde que pensó en mí para que viniera a este mundo.

Durante mi adolescencia, no entendía que mi cuerpo y personalidad estaban entrando en una etapa nueva y desconocida de cambio. Fue una etapa en la que, por lo que he compartido, buscaba tener respuestas sobre mi sexualidad. Encontré algunas “respuestas” distorsionadas en otros adolescentes como yo, pero quizás ellos estaban en la misma búsqueda y situación, por lo que no fueron las respuestas más adecuadas.

El deseo y la necesidad de aceptación y de encajar en ciertos grupos de personas me llevaban a comportarme de una manera que, en el fondo, no sentía como mía. Así, comencé a tomar alcohol, intenté fumar, e incluso tuve la tentación de probar un tipo de droga. Todo lo hacía para sentirme popular y que tenía muchos amigos, lo cual era una idea que yo construía en mi cabeza, como un anhelo de relacionarme con otros varones, experiencia que busqué desde mi niñez.

Al paso de los años, mi vida se sentía cada vez más vacía, sin objetivos y cada vez se producía más en mí un sentimiento de reproche hacia Dios, al punto de culparlo por tener esta insatisfacción, este vacío, y porque sentía que no me escuchaba en mis oraciones.

Toda esa insatisfacción con Dios y conmigo mismo, todos estos sentimientos hacían que me alejara cada vez más de Él y, poco a poco, iba entrando más al ambiente “gay”. Lo hacía de manera anónima, sin que nadie en mi familia y mis amigos supiesen. Satisfacía mi deseo y curiosidad de conocer personas, lugares y experiencias. En este ambiente llegué a sentir una sensación de satisfacción por formar parte de un grupo que me entendía, pero al paso de los años me fui dando cuenta de que vivir así solo hacía que me sintiera más vacío, nada podía llenar mi corazón. Comencé a experimentar ansiedad, situaciones compulsivas en el trabajo, excesos de enojo y falta de tolerancia con mi familia, de alguna manera reprochándoles. Sentía frustración conmigo mismo por no controlar mis impulsos y principalmente un miedo profundo que no me dejaba estar en paz, un miedo a poner en riesgo mi vida y mi integridad física y moral, pero principalmente un miedo a perderme en el pecado y estar alejado de Dios.

La pornografía fue una situación que por mera curiosidad comencé a conocer, al punto en que pasó a ser algo que se apoderaba de mi vida de una manera constante y frecuente. El deseo de explorar este mundo, que para mí era desconocido e inquietante, me llevaba a buscar diferentes tipos de contenido, quitándome la tranquilidad. Toda esta situación distorsionaba mi realidad recordándome y relacionando ciertas situaciones o lugares cotidianos con escenas que estaban en mi mente debido a la pornografía.

En una de esas ocasiones, utilizando las mismas palabras de búsqueda de este tipo de contenido, me apareció un link con la sugerencia del apostolado Courage. Fue la única sugerencia que había de entre las demás que busqué. Comencé a explorar esta opción que me llamó la atención, sobre todo el mensaje del sitio web que dice: “Courage es un apostolado de la Iglesia católica que busca atender a personas con atracciones al mismo sexo”. Esto causó en mí una gran inquietud porque sentía que yo necesitaba esa ayuda, que en ese momento estaba pasando por una situación que no podría controlar y que principalmente Dios, por medio de la Iglesia, me podría ayudar a salir adelante. Estoy seguro de que fue Dios quien mandó ese link a mi vida para sacarme de esa situación, ya que anteriormente no había escuchado nunca del apostolado. Fue un momento de esperanza, sentí que podría salir adelante dejando estas malas prácticas y agradarle a Dios con mi vida.

Al paso de los meses, contacté al capítulo de Courage en León. Había una gran alegría porque sentía que ya estaba llegando al lugar donde Dios iba a sanar todas esas situaciones que viví en mi infancia y en mi juventud y de trabajar en el desorden de mis afectos que vivía en aquel momento. Sentía que mi vida sería más tranquila y las situaciones de excesos ya no estarían. Sin embargo, al paso de los años sentía que no avanzaba en esta situación de mi vida, incluso en algunas ocasiones sentía que, al contrario, mi atracción al mismo sexo crecía más y que mi reproche a Dios se hacía parte de mis oraciones cuestionando y reclamándole como si Él fuese el culpable. Hoy me doy cuenta de que Dios nos ha dado el regalo más grande, la libertad, para buscarlo a Él y aquello que nos ayuda a crecer como personas, algo que no entendía al inicio y me costaba mucho trabajo porque perdía el ánimo de seguir en el camino que Courage me invitaba a vivir.

Al paso de los años seguí en Courage. Hubo ocasiones en que quería desistir del apostolado, pero siempre había algo que me decía que no lo hiciera porque estaba convencido, dentro de mí, de que el apostolado era el camino que me lleva a Dios. En Courage he tenido la oportunidad de conocer grandes amigos; nos ayudamos y animamos mutuamente a seguir en nuestro proceso, apoyándonos en esos momentos de debilidad con un consejo o sugerencia para tratar situaciones y momentos de tentación. Amistades castas que me hacen sentir acompañado y comprendido de una manera totalmente diferente a las amistades que anteriormente tuve.

También en el apostolado de Courage pude conocer el testimonio de muchos hermanos que compartían sus experticias de vida y pude ver cómo Dios les daba ese ánimo de caminar y de cambiar sus vidas totalmente. Estos testimonios y acompañamiento de mis hermanos de Courage, me fueron dando la respuesta que yo le pedía a Dios. Con el tiempo me fui dando cuenta de que la conversión de mi corazón era posible siempre y cuando trabajara en mi relación con Jesucristo y me esforzara por vivir la castidad, virtud que anhelaba plenamente para agradarle a Dios, como cuando era niño. El testimonio de los demás y la ayuda profesional aparte, para atender situaciones compulsivas, me ayudaron a trabajar en mi proceso. La oración a Dios y el servicio en la Iglesia de mi comunidad me sigue dando la calma y donación a Dios que me ayuda en este proceso el cual deseo que sea permanente para tener un constante encuentro con Dios en mi vida. Sin embargo, uno de los pilares más importantes en mi vida han sido los sacramentos de la confesión y la Eucaristía. Los he experimentado y vivido con plenitud y alegría, y estoy seguro de que es la forma en que Dios está trabajando en mí.

Actualmente en el apostolado sigo trabajando y esforzándome en mi proceso de agradarle a Dios. Las metas de Courage han sido para mí una guía para lograr vivir en comunión con Dios. El trabajo es constante y actualmente sigo esforzándome en seguir sirviendo en mi comunidad y en el apostolado. La motivación de ayudar con mi trabajo es algo que busco constantemente, no niego que las situaciones de la vida y tentaciones siempre están presentes, pero Courage y la fuerza de Dios me sostienen.

 

*Si desea ponerse en comunicación con la pastoral Courage en México, escriba a: contacto@couragelatino.org