Novena para pedir la unción del Espíritu Santo
NOVENA PARA PEDIR LA UNCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
Oh Dios, que por tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, prometiste enviarnos al Espíritu Paráclito, el Espíritu de la Verdad, para inflamar nuestros corazones y, por medio de su gracia, volvernos hijos tuyos en Cristo Jesús, te rogamos derrames sobre nosotros los dones de tu Santo Espíritu para desear y hacer siempre tu voluntad y perseverar en la fe con caridad y verdad, con tal de gozar todos un día eternamente de tu presencia. Amén.
Modo de rezarla: Se comienza con la «Oración inicial», seguida por la «Oración por los siete dones del Espíritu Santo». Luego se hacen las oraciones correspondientes a cada día y se concluye con el «Himno al Espíritu Santo» y la «Oración final».
Oración inicial
Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu
y serán creadas las cosas
y renovarás la faz de la tierra.
Oración por los siete dones del Espíritu Santo
Oh, Señor Jesucristo, que antes de ascender al cielo prometiste enviar al Espíritu Santo para completar tu obra en las almas de tus apóstoles y discípulos, dígnate concederme el mismo Espíritu Santo para que perfeccione en mi alma la obra de tu gracia y de tu amor. Concédeme el don de sabiduría para que pueda despreciar las cosas perecederas de este mundo y aspirar sólo a las cosas que son eternas; el don de entendimiento para iluminar mi mente con la luz de tu divina verdad; el don de consejo para que pueda siempre elegir el camino más seguro para agradar a Dios y ganar el cielo; el don de fortaleza para que pueda llevar mi cruz contigo y sobrellevar con valor todos los obstáculos que se opongan a mi salvación; el don de conocimiento para que pueda conocer a Dios y conocerme a mí mismo y crecer en la perfección de la ciencia de los santos; el don de piedad para que pueda encontrar el servicio a Dios, dulce y amable, y el don del temor de Dios para que pueda llenarme de reverencia amorosa hacia Dios y tema ofenderlo en cualquier modo. Márcame, amado Señor, con la señal de tus verdaderos discípulos y anímame en todas las cosas con tu Espíritu. Amén.
Himno al Espíritu Santo
Ven, Espíritu Divino manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
Oración final
Oh, Dios, que has instruido los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, danos el gustar todo lo recto según el mismo Espíritu y gozar siempre de su consuelo. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
PRIMER DÍA (VIERNES)
¡Espíritu Santo! ¡Señor de Luz! ¡Danos, desde tu clara altura celestial, tu puro radiante esplendor!
El Espíritu Santo
Sólo una cosa es importante: la salvación eterna. Por lo tanto, solo una cosa hay que temer: el pecado. El pecado es el resultado de la ignorancia, debilidad e indiferencia. El Espíritu Santo es el Espíritu de Luz, de Fuerza y de Amor. Con sus siete dones ilumina la mente, fortalece la voluntad, e inflama el corazón con el amor de Dios. Para asegurarnos la salvación debemos invocar al Divino Espíritu diariamente, porque «el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero es Espíritu intercede por nosotros» (Rom 8,26).
Oración
Dios omnipotente y eterno que has condescendido para regenerarnos con el agua y el Espíritu Santo, y nos has dado el perdón de todos los pecados, permite enviar del cielo sobre nosotros los siete dones de tu Espíritu, el don de sabiduría y de entendimiento, el don de consejo y de fortaleza, el don de conocimiento y de piedad, y llénanos con el don del santo temor. Amén.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
SEGUNDO DÍA (SÁBADO)
¡Ven, Padre de los pobres! Ven, tesoro que sostienes. ¡Ven, Luz de todo lo que vive!
El don del temor de Dios
El don del Santo Temor de Dios nos llena con un soberano respeto por Dios, y nos hace que a nada temamos más que a ofenderlo por el pecado. Es un temor que se eleva, no desde el pensamiento del infierno, sino del sentimiento de reverencia y filial sumisión a nuestro Padre Celestial. Es el temor principio de sabiduría, que nos aparta de los placeres mundanos que podrían de algún modo separarnos de Dios. «Los que temen al Señor tienen corazón dispuesto, y en su presencia se humillan» (Ecl 2,17).
Oración
¡Ven, Oh bendito Espíritu de Santo Temor! Penetra en lo más íntimo de mi corazón, que te tenga, Señor y Dios mío, ante mi rostro para siempre. Ayúdame a huir de todas las cosas que puedan ofenderte y hazme merecedor ante los ojos puros de tu Divina Majestad en el Cielo. Amén.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
TERCER DÍA (DOMINGO)
Tú, el mejor de todos los consoladores, visita el corazón turbado, dale la gracia de la paz placentera.
El don de Piedad
El don de piedad suscita en nuestros corazones una filial afección por Dios como nuestro amorosísimo Padre. Nos inspira, por amor a Él, a amar y respetar a las personas y cosas a Él consagradas, así como a aquellos que están envestidos con su autoridad, su Santísima Madre y los Santos, la Iglesia y su cabeza visible, nuestros padres y superiores, nuestro país y sus gobernantes. Quien está lleno del don de piedad no encuentra la práctica de la religión como un deber pesado, sino como deleitante servicio. Donde hay amor no hay trabajo.
Oración
Ven, Oh Bendito Espíritu de Piedad, toma posesión de mi corazón. Enciende dentro mí tal amor por Dios que encuentre satisfacción sólo en su servicio y que por amor a Él me someta amorosamente a toda autoridad legítima. Amén.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
CUARTO DÍA (LUNES)
Tú, dulce alivio en la fatiga, refresco placentero en el calor, solaz en medio de la miseria.
El don de fortaleza
Por el este don, el alma se fortalece ante el miedo natural y soporta, hasta el final, el desempeño de una obligación. La fortaleza le imparte a la voluntad un impulso y energía que la mueve a llevar a cabo, sin dudarlo, las tareas más arduas, a enfrentar los peligros, a estar por encima del respeto humano, y a soportar sin quejarse el lento martirio de la tribulación aún de toda una vida. «El que persevere hasta el fin, ese se salvará» (Mt 24,13).
Oración
Ven, oh Espíritu de fortaleza, alza mi alma en tiempo de turbación y adversidad. Sostén mis esfuerzos de santidad, fortalece mi debilidad; dame valor contra todos los asaltos de mis enemigos; que nunca sea yo confundido ni me separe de Ti, mi Dios y mi máximo bien. Amén
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
QUINTO DÍA (MARTES)
¡Luz inmortal! ¡Divina Luz! ¡Visita estos corazones tuyos y llena nuestro más íntimo ser!
El don del conocimiento
El don del conocimiento permite al alma darle a las cosas creadas su verdadero valor en su relación con Dios. El conocimiento desenmascara la simulación de las criaturas, revela su vacuidad y hace notar sus verdaderos propósitos como instrumentos al servicio de Dios. Nos muestra el cuidado amoroso de Dios aun en la adversidad y nos lleva a glorificarlo en cada circunstancia de la vida. Guiados por su luz, damos prioridad a las cosas que deben tenerla y apreciamos la amistad de Dios por encima de todo. «El conocimiento es fuente de vida para aquel que lo posee» (Prov 16,22).
Oración
Ven, Espíritu Bendito de conocimiento y concédeme que pueda percibir la voluntad del Padre; muéstrame la nulidad de las cosas de la tierra, que tenga idea de su vanidad y las use sólo para tu gloria y mi propia salvación, siempre por encima de ellas, mirándote a Ti y tus premios eternos. Amén.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
SEXTO DÍA (MIÉRCOLES)
Si apartas tu gracia, nada puro permanecerá en el hombre, todo lo que es bueno se volverá enfermo.
El don del entendimiento
El entendimiento como don del Santo Espíritu, nos ayuda a aferrar el significado de las verdades de nuestra santa religión. Por la fe las conocemos, pero por el entendimiento aprendemos a apreciarlas y a apetecerlas. Nos permite penetrar el profundo significado de las verdades reveladas y, a través de ellas, avivar la novedad de la vida. Nuestra fe deja de ser estéril e inactiva e inspira un modo de vida que da elocuente testimonio de la fe que hay en nosotros. Comenzamos a «caminar dignos de Dios en todas las cosas complaciendo y creciendo en el conocimiento de Dios».
Oración
Ven, Espíritu de Entendimiento e ilumina nuestras mentes; que podamos conocer y creer en todos los misterios de la salvación, y que por fin podamos merecer ver la eterna luz en la Luz y, en la gloria podamos verte claramente junto con el Padre y el Hijo. Amén.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
SÉPTIMO DÍA (JUEVES)
Sana nuestras heridas, renueva nuestra fuerza. En nuestra aridez, derrama tu rocío. Lava las manchas de la culpa.
El don de consejo
El don de consejo dota al alma de prudencia sobrenatural, permitiéndole juzgar con prontitud y correctamente qué debe hacer, especialmente en circunstancias difíciles. El consejo aplica los principios dados por el conocimiento y el entendimiento a los innumerables casos concretos que confrontamos en el curso de nuestras obligaciones diarias. El consejo es sentido común sobrenatural, un tesoro invaluable en el tema de la salvación.
Oración
Ven, Espíritu de Consejo, ayúdame y guíame en todos mis caminos para que siempre haga tu Santa Voluntad. Inclina mi corazón a aquello que es bueno, apártame de todo lo que es malo y dirígeme por el sendero recto de tus mandamientos a la meta de la vida eterna que anhelo. Amén.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
OCTAVO DÍA (VIERNES)
Dobla la voluntad y el corazón obstinado, funde lo que está helado, calienta lo que está frío. ¡Guía los pasos que se han desviado!
El don de sabiduría
Abarcando a todos los otros dones, como la caridad abraza a todas las otras virtudes, la sabiduría es el más perfecto de los dones. De la sabiduría está escrito: «todo lo bueno vino a mí con ella y riquezas innumerables me llegaron a través de sus manos». El don de la sabiduría fortalece nuestra fe, fortifica la esperanza, perfecciona la caridad y promueve la práctica de la virtud en el más alto grado. La sabiduría ilumina la mente para discernir y apreciar las cosas de Dios ante las cuales los gozos de la tierra pierden su sabor, mientras la Cruz de Cristo produce una divina dulzura, de acuerdo a las palabras del Salvador: «Toma tu cruz y sígueme, porque mi yugo es dulce y mi carga ligera».
Oración
Ven, Espíritu de Sabiduría y revela a mi alma los misterios de las cosas celestiales, su enorme grandeza, poder y belleza. Enséñame a amarlas sobre todo y por encima de todos los gozos pasajeros y las satisfacciones de la tierra. Ayúdame a conseguirlas y a poseerlas para siempre. Amén.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
NOVENO DÍA (SÁBADO)
Tú, en aquellos que siempre más te confiesan y te adoran, en tus siete dones, desciende. Dales alivio en la muerte. Dales vida Contigo en las alturas. Dale los gozos que no tienen fin. Amén.
Los frutos del Espíritu Santo
Los dones del Espíritu Santo perfeccionan las virtudes sobrenaturales al permitirnos practicarlas con mayor docilidad a la divina inspiración. A medida que crecemos en el conocimiento y en el amor de Dios, bajo la dirección del Santo Espíritu, nuestro servicio se torna más sincero y generoso y la práctica de las virtudes más perfecta. Tales actos de virtudes dejan el corazón lleno de alegría y consolación y son conocidos como frutos del Espíritu Santo. Estos frutos, a su vez, hacen la práctica de las virtudes más activa y se vuelven un poderoso incentivo para esfuerzos aún mayores en el servicio de Dios.
Oración
Ven, Espíritu Divino, llena mi corazón con tus frutos celestiales: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Que nunca esté yo cansado en el servicio de Dios, sino que, por continua y fiel sumisión a tu inspiración, merezca estar eternamente unido Contigo, en el amor del Padre y del Hijo. Amén.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Fuentes:
Corazones.org
ACI Prensa
Conferencia Episcopal de Colombia
CristoRey.org