Mi corazón está llamado a unirse al Sagrado Corazón de Jesús

Author: Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r

Mi corazón está llamado a unirse al Sagrado Corazón de Jesús

Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r*

Muchos creyentes cuando escuchan hablar de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús piensan que se trata de un mero sentimentalismo que revela una espiritualidad poco madura. Tal pensamiento, sin embargo, es prejuicioso y está muy lejos de la verdad. Ya Pío XII, en la Encíclica Haurietis aquas, consciente de esta visión equivocada, quiso ofrecer sólidos fundamentos bíblicos, históricos y teológicos para estimular el culto al corazón físico de Jesús, pues según el Papa, «innumerables son, en efecto, las riquezas celestiales que el culto tributado al Sagrado Corazón infunde en las almas: las purifica, las llenas de consuelos sobrenaturales y las mueve a alcanzar las virtudes todas» [1]. Tales gracias no pueden ser fruto de una sensiblería o ritualismo vacío; la devoción al Sagrado Corazón es una devoción que nos pone en íntima relación con Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre.

El corazón físico del Señor es el símbolo, el más significativo, de sus profundos sentimientos de amor: amor al Padre que lo llevó a aceptar su designio de liberarnos del pecado y reconciliarnos con Él por medio de la Cruz (cf. Ef 2, 14-16; Col 1, 20) y amor a nosotros, pues es deseo del Hijo unirse a todos los seres humanos. La devoción al Sagrado Corazón nos revela, de una forma más afectiva, los misterios de la vida de Jesucristo: nos revela en la Encarnación, el momento en que su pequeño y frágil Corazón humano empezó a latir; la vida pública nos muestra su Corazón palpitando de ardiente amor hacia todos los que lo seguían, su muerte nos revela el Corazón traspasado por la lanza del soldado, dejando de palpitar para que el nuestro palpite con la fuerza del Espíritu, la resurrección nos revela que su Corazón humano fue glorificado como primicias de nuestra glorificación y finalmente, su Corazón es revelado en la ascensión a los cielos cuando su amor abrió el camino hacia nuestra morada en la casa del Padre. En todos estos momentos, el Corazón de Jesús latió con amor divino al mismo tiempo que humano [2]; en cada minuto de su vida terrena, Él nos «amó con corazón de hombre» [3] y nos amó con el amor divino que tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo [4]. Y ahora, que está a la derecha del Padre, «victorioso ya de la muerte, su Corazón sacratísimo no ha dejado nunca ni dejará de palpitar» [5].

Muchos santos han cultivado la devoción al Corazón de Jesús, pues ella manifiesta en un modo de relación que pasa por el conocimiento y experiencia de sus afectos más profundos. San Buenaventura al escribir sobre el costado abierto por la lanza del soldado, dice que fue abierto para que nosotros pudiéramos entrar y permanecer en Él, así el santo exclama con honda alegría: «¡Oh qué dicha! ¡Jesús y yo tenemos un solo, un mismo corazón! […] ¡Ea, pues, oh, dulcísimo Jesús! Habiendo hallado este Corazón divino, que es tuyo y mío, oraré a Ti, mi Dios» [6]. Santa Margarita María de Alacoque y san Claudio La Colombière difundieron esta devoción en un momento en que la espiritualidad católica estaba siendo contaminada por un fuerte rigorismo y moralismo; pero aun hoy, más allá que los tiempos son otros, encontramos cristianos que sufren con la visión de un Dios que es más juez que Padre, más patrón que Amigo y Esposo. Santa Margarita dejó muchos testimonios de sus experiencias místicas y más allá de los hechos extraordinarios que relata, lo que ella escribe refleja lo que todos estamos llamados a vivir, cada cual desde la propia vocación y condición: la unión con el amoroso Corazón de nuestro Señor y Redentor.

Jesucristo, mi dulce Maestro, se me presentó todo luminoso de gloria, con sus cinco llagas brillantes como cinco soles. Y de esta sagrada Humanidad salían llamas por todos lados, pero sobre todo de su adorable pecho, que parecía una hoguera, que, abriéndose, me descubrió su amante y amable Corazón, que era la viva fuente de esas llamas. Entonces fue cuando me descubrió las maravillas inexplicables de su puro amor, y hasta qué exceso él lo había llevado a amar a los hombres [7].


Referencias:
1. PIO XII, Carta Encíclica Haurietis aquas, sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús, 1 en https://bit.ly/3PShTPv
2. Cf. Ibid., 18.
3. GS, 22.
4. Cf. PIO XII, Haurietis aquas, 12.5.
5 Ibid., 16.
6. SAN BUENAVENTURA, La Vid Mística, III, 4.
7. SANTA MARGARITA MARIA DE ALACOQUE, Santa Margarita María, su vida por ella misma. Texto auténtico, Monasterio de la Visitación de Santa María de Guadalajara, Guadalajara, 1981, p. 64-65.


* Lícia Pereira es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y en este momento reside con su comunidad en Brasil.