“¡La vida es grandiosa y con Dios, mucho más!” – Testimonio de un miembro de Courage en México

“¡La vida es grandiosa y con Dios, mucho más!
Testimonio de un miembro de Courage en México

 

¡Hola a todos! Soy Rafael, vivo en Puebla, experimento atracción al mismo sexo (AMS) y quisiera compartir con ustedes un poco sobre cómo he vivido durante todos estos años mi situación. 

Siempre he tenido una lucha constante con el tema de la castidad, preguntándome por qué no puedo ejercer mi sexualidad con alguien más, o tener una pareja, fantaseando en mi mente siempre la posibilidad de poder tener una relación bonita con otro chico. Principalmente, me preguntaba por qué debía hacer caso a la Iglesia que nos dice que el acto homosexual es pecado.   Sin embargo, desde los 25 años, cuando me metí en este “rollo”, hasta hoy que ya tengo 44 años, he descubierto que esa “posibilidad” no es posible, ni es el camino de liberación y felicidad. 

Cuando era joven, como muchos, empecé a descarriarme.  Comencé a ir a antros, consumir alcohol, conocí a muchas personas y, junto con esto, iba siempre creando una fantasía en mi mente. Esto me sucedió hasta que toqué fondo y empecé a preguntarme si realmente era feliz, experimentando vacío, soledad, tristeza y que ya la vida no tenía sentido, o al menos no era como lo esperaba.  Me di cuenta de que era una persona herida y que esta forma de vida cegaba totalmente mi percepción de lo que es realmente vivir. 

Creo que el detonante que me hizo tomar conciencia de que necesitaba hacer un cambio en mi vida fue cuando tuve una crisis de ansiedad. No estaba creciendo, no me sentía bien.   Fue entonces que busqué la ayuda de una psicóloga y pude comprender que no estaba trascendiendo y esto sucedía porque estaba centrando toda mi vida en el aspecto sexual, perdiéndome de los grandes momentos que tiene la vida, como la maduración, el amor, el servicio.  Estaba muy centrado en mí mismo, en mi ego, y vivía ensimismado. Todos esos pensamientos eran egoístas y no me ayudaban a crecer humanamente y me agobiaban tanto que terminaron boicoteándome, convirtiéndose en una carga mental.   

Me costó mucho trabajo entender que, en primera instancia, la vida no puede estar supeditada a la sexualidad. Antes que eso, debo amarme a mí mismo, entender mi dignidad de ser hombre, comprender que, aunque soy una persona herida, eso no cambia mi condición de hijo de Dios, sino al contrario, me regala la oportunidad de reconocer que valgo igual que todos ante los ojos y el corazón de Dios Padre.  Cuando empecé a darme cuenta de eso, todo vacío, toda herida, comenzó a sanar, y se fue llenando mi corazón. 

Otro paso importante fue contarles a mis padres acerca de mí. Yo pensaba que esta situación de AMS iba a defraudarlos o a opacar la imagen que tenían de mí.  Yo pensaba “esto es algo muy mío”, entonces no tenía por qué compartirlo.  Imaginaba mil cosas, “he sido el hijo ejemplar, el más inteligente, el sobresaliente en todo”; tenía muchas ideas equivocadas.   El día que me atreví a decírselo a mis padres, yo era un mar de lágrimas.  Ellos sufrían conmigo porque se daban cuenta de la crisis existencial que sentía en el corazón, y yo sinceramente esperaba la peor reacción de ellos.  Pero cuando se los expresé, mi mamá me dijo cosas tan bonitas que yo me quedé muy conmovido; y de mi papá ni se diga, sus palabras fueron consoladoras.  A partir de ese día experimenté mucha sanación interior. 

Cuando estaba experimentado esa crisis de ansiedad en el que buscaba ayuda por muchos lados, por azares del destino encontré a Courage en internet, y ahí se me ofreció una “alternativa”, me contacté y fui invitado a un retiro.  Esa primera experiencia me abrió muchísimo el panorama porque conocí a más personas que experimentaban AMS y compartían su testimonio. 

En el apostolado Courage he podido aceptar y confrontar mi realidad, esa falta de aceptación de lo que soy.  He aprendido que no soy un hombre perfecto y que puedo vivir feliz y plenamente como el hijo amado de Dios que soy.   En Courage comparto con otros en nuestro capítulo en línea lo que hago o pienso, los errores que sigo cometiendo y cómo, a pesar de eso, aun sigo experimentando la fidelidad de Dios, sigo experimentando su gran amor, que me perdona.  Eso me motiva a seguir adelante, y a decirme a mí mismo: “sí se puede vivir la castidad”, sí puedo amarme a mí mismo. 

Me ha ayudado mucho recibir los sacramentos de la Iglesia, especialmente la Eucaristía y la Confesión. Recuerdo que un primer consejo que me ayudó mucho fue que fuera a confesarme. Esa idea me había paralizado completamente, pues yo pensaba “¿por qué tengo que acusarme con alguien?” Sin embargo, cuando me atreví a hacerlo y fui con el sacerdote y le conté de mí, mi experiencia interior fue muy diferente a lo que pensé. Fue muy liberador y experimenté un gran descanso y paz, a pesar de que me temblaba la voz cuando me confesé. 

También es un descanso para el alma tener una relación continua, honesta y verdadera con Papá Dios. Dedicarle tiempo a la oración personal me ha llenado demasiado y me ha servido pasar mucho tiempo con Él en la soledad para encontrarme a mí mismo, para saber quién soy a Sus ojos y reconocer lo que valgo.  Todo esto me ha dado una seguridad continua que sacia mis anhelos emocionales y me da la certeza que Él está pendiente de mí minuto a minuto. No necesito nada más. Y si, además, estoy ayudando a otros continuamente, sirviendo, viviendo la caridad hacia los demás, como lo dice la segunda meta de Courage, esto me ayuda a crecer de una manera tan profunda que la paga única es la satisfacción de ver a alguien que está feliz por cualquier acto de bondad que yo pueda hacer. En Courage encuentro un espacio donde mi corazón puede seguir sanando con la ayuda de Dios y la oración de los hermanos de capítulo. 

Sé que cada persona es única y que todos somos diferentes, pero creo que la vida y obviamente Dios mismo, nos invitan a redescubrirnos, a darnos cuenta de lo que valemos, de lo que somos capaces de hacer, si realmente lo queremos y confiamos en Dios. 

Hermano aprende a caminar con Jesús, que él vaya a tu lado siempre. Siéntelo, no solo pienses en Él. Imagina que va contigo, donde tú vayas.  ¡Solo Dios basta!  ¡Ánimo! ¡Sigue adelante! Lucha por tu ideal, aprende, llora, cáete, levántate. ¡La vida es grandiosa y con Dios, mucho más!  

Un abrazo en Cristo.