“La niña de Tus ojos”-Testimonio de una mujer miembro de Courage

“La niña de Tus ojos”
Testimonio de una mujer miembro de Courage

 

¿Cómo empezar a contar mi testimonio de vida? Lo haré en el nombre de la Santísima Trinidad.

Soy una de tantas mujeres que vive en secreto su atracción al mismo sexo (AMS). Tengo 46 años de edad, soy madre de dos bellos hijos varones, vivo en un pequeño país de Centro América, donde ejerzo una profesión que me apasiona y por la que he conocido a muchas personas.

Soy hija de una madre soltera, quien desde los 25 años se esforzó por enseñarme valores y principios, preocupándose por mi educación integral, por lo que, durante mi infancia y adolescencia, procuró que me educara en un colegio católico, donde aprendí las enseñanzas de la Iglesia.

Desde que era pequeña, las mujeres se han acercado a mí. Recuerdo que en el colegio tenía algunas compañeritas que me demostraban su afecto de una manera distinta, incluso una de ellas con tan solo 13 años de edad me confesó que estaba enamorada de mí. En aquel momento sentí vergüenza, pena e incomodidad, porque pensaba que yo era la causante que mis compañeras se sintieran atraídas hacia mí. Esta etapa de mi vida fue frustrante porque no sabía con exactitud lo que pasaba a mi alrededor y no podía contar con el apoyo de mi madre porque, hasta la fecha, ella no sabe, pero creo que intuye que experimento AMS.

Nunca conocí a mi padre, y he de confesar que siempre añoré conocerlo; sin embargo, el día que mi mamá logró contactarse con él le platicó de mí y le dijo que deseaba que nos conociéramos. Tan grande fue el deseo de mi madre, que logró que yo viajara junto con ella a Estados Unidos, lugar donde residía mi padre. En el día y la hora fijada para el encuentro yo estaba muy nerviosa y feliz a la vez, porque después de 14 años conocería a mi padre. Sin embargo, ese día volví a sentir frustración y tristeza, pues mi padre “me dejó plantada” (como decimos aquí en mi país); no se presentó a la cita. Pero al día siguiente estando en el apartamento de mi tía -donde me estaba hospedando esos días- sonó el teléfono y, casualmente, yo contesté la llamada. Era mi padre. Me pidió disculpas por no presentarse a la cita, pero me dijo que me había visto de lejos y ahora sí me quería conocer. Con el dolor y la tristeza que sentía en el corazón, le respondí que su oportunidad había terminado y que nunca en su vida me volviera a buscar.

En la etapa universitaria siempre busqué la compañía de hombres, porque me sentía a gusto con ellos, me comportaba como ellos, jugaba como ellos y en mi entorno familiar siempre había convivido con mi primo y amigos de la cuadra, quienes me consideraban como una más de la pandilla. Todo esto hacía que mi forma de vestir y mis gestos fuesen algo bruscos.

A pesar de todo esto, dentro de los vecinos de la cuadra conocí a quien fue mi esposo; fuimos novios por ocho años y luego nos casamos. Estuvimos juntos como matrimonio por 15 años, después de ese tiempo, nos separamos. Durante esa etapa no experimenté dificultades con la AMS, que quedó engavetada por varios años. ,hasta que en un momento conocí a una gran amiga que, en ese entonces, era madre soltera con un hijo de la edad de mi hijo mayor. Vivimos muchas cosas juntas, compartimos horario de los entrenamientos de natación y karate de los niños. Nos conocimos demasiado. Ella me consentía, me apoyaba, me escuchaba y quería muchísimo a mis hijos, quienes le decían tía. Nunca pasó nada con ella, solo era ese cariño y afecto que a ambas nos envolvía, nos hacía sentir cómodas. Para ese entonces mi esposo ya no tenía interés en mí, solo teníamos problemas y, como era obvio, sentía muchos celos de mi amiga.

A la fecha no sé si ella sintió algo por mí, estoy segura de que sí, pero yo quise terminar con ese sentimiento que me carcomía por dentro. En ese tiempo, le pedí al Señor discernimiento para hacer lo que tenía que hacer. Y así pasó, tuve la oportunidad de hacer un viaje a Europa y aproveché para antes de partir escribirle una carta a mi amiga y confesarle lo que sentía desde el primer día que la conocí. Recuerdo que se la entregué y le dije que si ella consideraba que platicáramos sobre el tema que lo hiciéramos al regresar de mi viaje. De eso hace ya seis años y nunca más supe de ella. Mi petición estaba concedida, me alejé de lo que no podía ser.

Mientras tanto, la situación con mi esposo era muy mala, al punto que él decidió marcharse de la casa. El motivo de separación infidelidad de su parte, pero he de aclarar que de una u otra manera yo también fui infiel desde el momento que le preste atención a la relación con mi amiga. Esta situación provocó nuevamente en mí esa tristeza y frustración, sumado al sentimiento de desprecio por segunda vez en mi vida. No sé si mi conclusión es certera, pero creo que lo sucedido con mi padre y mi esposo, contribuyó a que yo experimente atracción al mismo sexo.

Al poco tiempo, mi esposo y yo nos divorciamos, fue entonces cuando mi AMS se despertó nuevamente y esta vez de manera intensa. Ahora mi deseo fue ir más allá, con la justificación de que ahora que estaba sola, podía experimentar lo que siempre he sentido hacia las mujeres.

En el 2017 conocí a una muchacha, casada, con dos hijos, y mi calvario empezó otra vez. Empezamos a conocernos y a tener un acercamiento, las dos sentimos una atracción muy fuerte, concretándose en un encuentro físico en el año 2019. Para mí fue una experiencia dura porque nunca había estado con una mujer; pasaron días y semanas y lo que creí que sería una experiencia bonita, resultó ser una experiencia de mucha culpa. Sentía que había cometido doble pecado: lujuria y adulterio, porque ambas estábamos casadas por la Iglesia.

Como siempre, mi buen Padre Dios, viéndome como a “la niña de Sus ojos”, hizo que el Espíritu Santo trabajara en mí. En una de esas tantas noches de insomnio y desaliento me llamó al encuentro con Él. Luego de pasar toda una noche en vela, y al ver los primeros rayos de sol sobre mi rostro, se acrecentó en mí el deseo de ir a Misa y precisamente era domingo, Día del Señor. Me levanté muy de madrugada con muchas ansias de recibir el sacramento de la confesión. Experimenté una llama tan intensa en mí que no puedo describir lo que sentía, solo recuerdo que sentía un gran calor por todo mi cuerpo. Al llegar a la Iglesia lo primero que hice fue buscar el confesionario, y en esa oportunidad me atendió el párroco, un hombre de avanzada edad. Esta situación, hizo que me sientiera nerviosa. Sin embargo, fue gracias a él que hoy estoy en el apostolado Courage. El buen sacerdote me escuchó muy amablemente, me dio consejos y me invitó a que llamara a la coordinadora del apostolado. Así lo hice y me pasó algo indescriptible. Resulta que al llamar al número telefónico de la coordinadora, ella me tenía registrada dentro de sus contactos porque somos vecinas del lugar donde resido, -no dudo que fue una obra de Dios-, aunque déjenme decirles que para mí fue vergonzoso ese primer contacto, pero así sucedió. Fue bueno saber que en el apostolado Courage se respeta nuestra privacidad.

Desde hace dos años pertenezco a este maravilloso apostolado, donde recibo mucho apoyo y dirección por parte de nuestro capellán, a quien yo estimo mucho porque el trato hacia nosotras es de mucho respeto y acogida, que es lo que necesitamos. ¡Me siento a gusto platicando con él!

En el apostolado he encontrado esa aceptación y comprensión en relación a la AMS que experimento. En nuestros diálogos veo que en ningún momento se nos juzga, al contrario, siento ese apoyo incondicional de personas que viven y experimentan lo mismo, y que en los tiempos de frustración y tristeza me escuchan y brindan consejos.

En esta etapa de mi vida y con todo lo que he pasado, le pido al Señor que siempre me cuide y me vea como a la “niña de Sus ojos”, y que me dé la fortaleza de seguir viviendo en castidad.

En este tiempo como miembro de Courage he podido apreciar los cambios que se han dado en mí, sobre todo la fortaleza para vencer esas tentaciones que a veces son agobiantes en mi diario vivir, y con ello estar atenta cuando se despierten nuevamente mis atracciones al mismo sexo, pues el enemigo sabe por dónde atacar. _Precisamente cuando decidí dar mi testimonio, me contactó una chica que me atrae para decirme que no deja de pensar en mí. Gracias a Dios Padre me separa de ella una distancia de más de 10,000 kilómetros.

Por las enseñanzas aprendidas en el colegio católico, siempre estoy en busca de estudios doctrinales que nos ofrece nuestra Madre la Iglesia, Precisamente estoy por terminar un Diplomado en Teología y Profundidades de la Fe, que me permite ampliar y fortalecer mis conocimientos, sobre todo mantener mi enfoque en el mensaje de la Salvación Divina.

La oración me permite mantener esa comunicación con Dios y que en los momentos de desanimo o tentación, me permite sentir su amor y protección, sin dejar de asistir a Misa para escuchar su Palabra.

Para mantener mi vida de castidad, me he alejado de todo aquello que incita al placer, desde el tipo de música y programas de televisión. Dedico mis horas de ocio, a la lectura y a actividades scouts (soy miembro activo de este hermoso movimiento), ayudándome a mantener esa vida casta.

Confío en que el Señor me ayudará a seguir adelante con mi vida, sin dañar ni dañarme y a ser una mujer feliz dando Gloria a Dios por la vida que me ha regalado.

Firma: “La niña de Sus ojos”