Testimonio de Alfredo: «La Iglesia acoge como madre»

Author: Alfredo-Miembro de Courage

 

Testimonio de Alfredo: «La Iglesia acoge como madre»

Ciudad de México, diciembre 2019

Me siento confundido, con todos estos sentimientos y dudas que no escogí, pero que por mucho tiempo he sentido y ya no aguanto más: creo que soy homosexual…

Uf, ¡qué alivio! Por primera vez había tomado una decisión en un momento en que la carga sobre mi espalda era demasiado pesada. No entendía el por qué la atracción hacia los hombres, el por qué no podía ser como los demás niños, el por qué a mí, por qué tenía que vivirlo en la soledad, el por qué experimentaba culpa y peor aún, ¿de qué?  Pero necesitaba sentirme liberado.

Y ahora, ¿qué sigue? Después de asumirlo, sabía que tenía que aprender a adaptarme a esta realidad. ¿Qué hago? Tengo solamente 11 años. ¿Hacia a dónde me dirijo? ¿Cómo me conduzco, qué digo, cómo debo hablar, pensar? … ¡Qué terrible! ¡Necesito ayuda!  Pero ¿a quién le digo y cómo le digo?  Si tan solo me pudieran entender sin juzgarme ni condenarme. ¡Por favor, Dios ayúdame! Sintiendo un enorme temor a no ser escuchado y como Dios habitualmente no responde con palabras audibles, nunca pude escuchar su respuesta, por eso decidí no volver a buscarlo en mi necesidad.

Durante muchos años de mi vida, en la búsqueda legítima de amor, terminé involucrándome con el sexo.  Si tan solo hubiese sido una práctica sexual, en eso hubiese terminado, pero con la práctica se fue involucrando mi yo en su totalidad; cuerpo, mente y espíritu, hasta el punto de perder la esencia de cada uno de ellos, cambiando tremendamente las cosas que importaban en mis relaciones. Estaba cambiando la forma en que amaba y cómo amaba, y mi forma de pensar sobre mis seres queridos; la forma como expresaba amor y más aún, la manera como me veía a mí mismo y a los demás.

Estaba pasando demasiado tiempo a solas conmigo mismo, situación que me fue enganchando en terribles adicciones como la pornografía y la masturbación, haciendo a un lado la parte moral perdiendo, poco a poco, la capacidad de tener intimidad, sin el menor deseo de conectarme con los demás, viéndolos solamente como un mero objeto.  Así fue creciendo en mi interior un inmenso vacío. La práctica sexual había tomado control de mi vida hasta el punto de convertirse en un verdadero dolor de cabeza.

Ahora estoy convencido de que para todo lo que sucede hay un sentido. Una mañana, una joven, de las pocas amistades que tenía, me abordó y me dijo: «Alfredo, me preocupa que estés fuera de ti, no sé qué pasa, pero solo recuerda esto y nunca lo olvides: «¡Jesús te ama!»
¡Qué fuerte!  Sentía y estaba seguro de que nadie vivía algo semejante a lo que yo estaba viviendo, y que luchaba solo en el mundo con esto, hasta que me di cuenta de que estaba en alto riesgo y que estaba realmente en peligro.

La verdad es que en muchas ocasiones esperé que alguien me dijera: «¡tú puedes superar esto! ¡Adelante, podemos buscar ayuda! ¡No te dejaré solo con esto, quiero ayudarte a luchar!»  Sin embargo, nunca hubo nadie cerca, estaba ya frustrado y harto de esto con gran insatisfacción.  Fue justo en ese momento cuando comenzó todo mi caminar en Courage, invitándome a vivir en castidad.

Como bienvenida, recibí un abrazo verdaderamente fraterno por parte de un hombre, un abrazo por el que no tuve que pagar ni prostituirme. ¡Fue increíble!  Ese gesto marcó un antes y un después en mi existencia; por primera vez pude experimentar paz en mi corazón y así comencé a comprender el verdadero significado de la intimidad. Asistí a un retiro espiritual y fue allí donde hizo eco en mí ese «Jesús te ama» que anteriormente me habían dicho y que no lo olvidaría.  ¡Sí, verdaderamente hay esperanza! ¡En Dios siempre hay esperanza!

¿Fue fácil aceptarlo? No, no fue fácil. Empezar a ser consciente de la misericordia de Dios en mi vida era nuevo para mí, pero mi necesidad era tan grande como mi gran vacío. Aquí, justo aquí, Dios fue respondiendo mis «por qué» repetidos, a pesar de que mucho tiempo atrás decidí no buscarle en mi necesidad. El Señor responde, me consta. Yo hubiese querido que me respondiera con palabras audibles, y no fue así.  Para mí fue a través de otro joven que estaba allí junto a mí, y a otros más que vivían exactamente lo mismo de la atracción al mismo sexo, como yo. Todos teníamos nuestras luchas y batallas, pero que reconociendo que algo no funcionaba bien, sentíamos una urgente necesidad de ayuda y lo más importante y clave en todo esto, era que involucraba nuestra voluntad: «¡Quiero ser ayudado!
Solo no puedo».  Tuve que entender que voy a caminar por un proceso de restauración, no como meta sino como toda una jornada.

Comencé a ser honesto y transparente con la persona que me estaba ayudando por convicción personal; he aprendido a ser paciente y a perseverar y, mientras crecía, me di cuenta de cómo iba rompiendo con patrones y hábitos que durante tanto tiempo permanecieron arraigados en mí, dándome la oportunidad de reconciliarme con mis luchas y batallas, experimentando la paz por tanto tiempo anhelada.

Si en algún momento me sentí solo, hoy, con la participación de otros, sé que se puede vivir en compañerismo, en verdad y en amor. Saber que está el de junto, el consejero, personas que están dispuestas a ayudarme, a confrontarme, a retarme y a tomar decisiones asertivas. Personas que me van guiando con mucha paciencia, que me animan, que oran por mí, que me motivan, que me ayudan a perseverar, a tomar nuevos retos, nuevos itinerarios de vida; hacer nuevos hábitos de vida, de conducta y nuevas estructuras de pensamiento, con cuentas claras. Es como abrir la ventana de mi vida a otro para que pueda ver lo que quizá está sucediendo y yo no me doy cuenta, despertando mi consciencia, al hecho de que después de esto ya nada ha sido igual. He aprendido el verdadero significado de la obediencia, y he descubierto que la obediencia no va a lastimarme ni a mí ni a la otra persona, como lo hace la desobediencia.

En este itinerario he comenzado a identificar la figura paterna que no tuve, el padre que no conozco y, con profunda gratitud y atesorando la ayuda de este padre sustituto que he encontrado en EnCourage, estos hombres que sin ser su hijo biológico me han enseñado lo que es el amor adulto, me ha ayudado a comprender el amor incondicional  de un padre y una madre por su hijo y sobre todo que, pase lo que pase, siempre seremos sus hijos.

Consciente de que la castidad es posible, no como medida de represión sino como opción de libertad, opto por ella de manera libre y voluntaria. Sé que debo ser vigilante día a día, pero también sé que, si llego a caer, tengo una familia física y una familia espiritual que me brinda su ayuda para levantarme.

Todo esto lo he encontrado dentro de la Iglesia Católica y estoy seguro de que la Iglesia no discrimina, por el contrario, acoge como Madre. Y es aquí también que, en la figura del sacerdote, he encontrado un padre que, de manera espiritual, me ha ayudado a dar pasos en este caminar que Dios eligió para mí y en el que desea que me santifique, no para llevarme a un altar, sino para ser mejor cada día.

Hoy tengo una profunda conciencia de mi necesidad de Dios y reconozco mi atracción a mi mismo sexo, pero sé que no puedo permitir que esto defina mi identidad como hombre digno, hijo de Dios. ¡Cuento con la protección de la Dulce Señora del Cielo, Santa María de Guadalupe y sé que estoy seguro en el hueco de sus manos y en el cruce de sus brazos!

Alfredo
Courage CDMX
contacto@couragelatino.org