Junio: Mes del Corazón que late por nosotros
Junio: Mes del Corazón que late por nosotros
Por Yara Fonseca*
En el mes de junio la Iglesia nos regala la bendición de sumergirnos en lo más profundo del Corazón de Jesús para, desde ahí, escuchar sus latidos que resuenan de amor por sus hijos, y nos expresan su inmensa misericordia, consuelo y verdad.
También es un mes en el que somos desafiados con voces y manifestaciones externas que proponen una antropología alejada de la verdad del Evangelio, intentando convencernos de que la felicidad consiste en elecciones personales sin otro referente que la propia voluntad y deseos. Somos de barro y, muchas veces, esas voces pueden hacer ruido en nuestras almas. Ante esta cultura secularizada, volvamos la mirada a la tradición católica de nuestros pueblos. Al celebrar las bellísimas solemnidades posteriores a Pentecostés (Santísima Trinidad, Corpus Christi y Sagrado Corazón de Jesús), tenemos la oportunidad de reflexionar sobre la Verdad del Evangelio: ¿Dónde se encuentra el verdadero sentido y propósito de nuestra vida? ¿Cómo podemos volver la mirada hacia lo que realmente importa? ¿En quién descansa mi corazón y mi alma?
Las diversas formas de piedad popular se expresan en este tiempo de manera particular. Caminamos por los espacios públicos de nuestras ciudades proclamando, como Iglesia, que creemos, alabamos y adoramos a Jesús. La llegada de Corpus Christi transforma calles y avenidas en verdaderos lienzos de fe. Y, apenas unos días después, el primer viernes tras Corpus Christi, el calendario litúrgico nos invita a celebrar el Sagrado Corazón de Jesús. En las parroquias de los países con raíces católicas, se escuchan cantos, se rezan novenas y se realizan actos de consagración que reflejan un amor sincero por Cristo.
¿Cómo no conmovernos con la fe de tantos hombres y mujeres? ¿Cómo no dejar que estas diversas expresiones de piedad popular renueven nuestro amor y devoción? Toda esta expresión de fe y piedad bien puede ayudarnos a recordar, como lo expresa la primera carta de San Juan: “Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero” (1 Jn 4,19). Y si Dios mismo, en Cristo, nos amó primero, ¡no tenemos que temer!
Por la fe creemos en Dios Uno y Trino, que en lo más íntimo de su ser es plena comunión de personas divinas, unidas por el amor (cf. 1 Jn 4,8), y que en ese mismo amor nos ha creado, redimido y nos santifica constantemente. Este amor trinitario se revela plenamente en Jesucristo, a Quien contemplamos en el centro de las solemnidades de Corpus Christi y del Sagrado Corazón. Dios amó tanto al mundo que envió a su Hijo único para que, salvándonos del pecado y de la muerte, reconstruyera la comunión perdida y nos devolviera la dignidad original, haciéndonos hijos en el Hijo por la acción del Espíritu Santo.
Desde la intimidad de ese amor trinitario, se nos presenta el Corazón de Jesús como fuente inagotable de misericordia y esperanza. Durante este mes, tenemos la oportunidad de contemplar ese Corazón divino y humano que se nos entrega en la Eucaristía y en la devoción al Sagrado Corazón.
Jesús, tanto en su real presencia eucarística como en la imagen de su Corazón coronado de espinas, nos invita a mantener los ojos fijos en Él y a elevar nuestra mirada hacia la única verdad que realmente importa: Dios nos ama, y la verdad de quienes somos no está en las ideologías de moda, sino en el Corazón del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo.
Somos suyos; somos la niña de sus ojos. Dios siempre está a nuestro lado, conduciéndonos con su mano fuerte y dulce, para que cada día podamos conocerlo más. A medida que lo conocemos, también se revela la verdad de quienes somos y nuestra dignidad. Nuestros verdaderos deseos más profundos —de felicidad, comunión y amor— se muestran con mayor claridad, y poco a poco desarrollamos una sensibilidad para discernir y reconocer la voluntad de Dios en todo aquello que, como señala San Pablo en la carta a los Romanos, es bueno, agradable y perfecto (Rm 12,1-2). En última instancia, en todo lo que nos regala el tesoro de la felicidad que nos plenifica en esta vida y que contiene sabor de vida eterna.
*Yara Fonseca es asistente para los idiomas español y portugués de Courage Internacional y reside en Brasil.