«Inducir a niños y jóvenes al cambio de género es una mala práctica médica» 

Author: Walt Heyer 

Published: 21 de Septimebre de 2016 

Inducir a niños y jóvenes al cambio de género es una mala práctica médica  

 

Es sádico utilizar el sistema de escuelas públicas, que tiene una audiencia cautiva para desarrollar un experimento social de identidad de género con los jóvenes de la nación. 

Adoctrinar socialmente a infantes para que acepten la noción de transgénero es algo muy extendido en las escuelas públicas de los Estados Unidos. En el estado de Washington, las escuelas públicas comenzarán a enseñar expresión de género a los estudiantes del jardín de la infancia a partir del otoño boreal de 2017, bajo los nuevos estándares aprobados del aprendizaje de educación para la salud. En el 2011, la red GLSEN de defensa gay recibió de los Centros Federales para el Control de Enfermedades una subvención de $1,425 millones por cinco años para promover la agenda LGBT en las escuelas públicas a expensas de los contribuyentes. 

Mediante la infiltración en el currículo de nuestras escuelas públicas, los activistas LGBT pueden dar forma a la próxima generación de participantes. La gente joven está cuestionando su propia identidad de género en una tasa alarmante que parece ir en aumento y están siendo alentados por educadores y profesionales médicos a experimentar la transición de género. Desafortunadamente, la experimentación puede causar aun más confusión. 

 

Los sentimientos cambian, los cuerpos no 

El problema de dar pasos hacia una transición física –hormonas y cirugías de cambio de género– es que los cambios físicos probablemente sean permanentes pero los sentimientos que impulsan el deseo pueden cambiar, sobre todo entre la gente joven. Hace poco recibí un correo electrónico de un hombre de actualmente unos treinta años de edad que comprueba esta realidad: 

«Yo hice la transición a mujer a fines de mi adolescencia y cambié de nombre a inicios alrededor de mis veinte años, hace casi una década. Pero no me resultó bien; ahora solo siento disconformidad en el rol femenino. Me dijeron que mis sentimientos transgénero eran permanentes, inmutables, que estaban profundamente arraigados en mi cerebro y que NUNCA podrían cambiar, y que la única manera en que alguna vez hallaría la paz sería volviéndome mujer. El problema es que ya no tengo esos sentimientos. 

Cuando empecé a ver a un psicólogo hace unos años para que me ayudara a superar algunos asuntos traumáticos de la infancia, mi depresión y mi ansiedad comenzaron a menguar, pero también menguaron mis sentimientos transgénero. De modo que hace dos años empecé a contemplar la posibilidad de volver a mi género original y me siento bien con ello.  No tengo dudas. ¡Quiero ser hombre!» 

Los sentimientos pueden cambiar. En el caso de este hombre, los sentimientos que en su adolescencia eran avasalladores cambiaron después de que acudiera a la asesoría sicológica para tratar sus traumas de infancia. 

Mi historia es similar. Cambiar de género fue una promesa vacía, un alivio temporal que nada solucionó. Tras mucho asesoramiento psicológico, llegué a ver que mi sueño de convertirme en mujer había sido simplemente un escape para afrontar el profundo dolor de sucesos de mi infancia. Desafortunadamente, el así llamado tratamiento temprano de hormonas y cirugía transgénero fue destructivo para mi familia, mi matrimonio y mi carrera, y me llevó a casi querer quitarme la vida. 

 

Ignorar la ciencia para impulsar una agenda política 

Ahora a los niños y niñas del estado de Washington se les enseñará desde el jardín de la infancia sobre la normalidad de querer ser del otro sexo. Las escuelas públicas no deberían ser caldo de cultivo para ningún activismo sexual por parte de ningún grupo en ningún momento. El sistema de escuelas públicas está manteniendo a los chicos como rehenes mientras los activistas dan forma a la siguiente generación de activistas transgénero, pese al serio daño que esto constituye para los niños. 

Por ejemplo, las escuelas de Charlotte-Mecklenburg en Carolina del Norte han eliminado el uso de los términos «niños| y «niñas», exigiendo que los maestros llamen a sus alumnos con términos sexualmente neutros como «estudiantes» o «escolares». También requieren que los educadores mantengan a los padres desinformados sobre la solicitud que sus hijos o hijas hagan de un nombre o pronombre diferente. 

Los activistas que impulsan esta agenda en los programas de estudio de las escuelas públicas ignoran la ciencia relativa al sexo innato. Una revisión de la literatura científica hecha en agosto del 2016 no encuentra evidencia definitiva en la investigación que sugiera que las personas transgénero nacen como tales. Este informe de 143 páginas hecho por dos distinguidos médicos de Johns Hopkins University halla que no hay suficiente evidencia científica definitiva para sugerir que las personas homosexuales, lesbianas y transgénero nazcan como tales. Y de modo aun más importante, afirmaron que el sexo biológico innato es fijo e inmutable. Solo el aspecto del género –la apariencia y la conducta– puede cambiarse. 

Yo era un niño que comenzó a travestirse con su abuela a la edad de cuatro años. Puedo decirles por propia experiencia que el travestismo es un adoctrinamiento psicológico. Es sádico utilizar el sistema de escuelas públicas, que tiene un público cautivo, para realizar experimentos de identidad social de género con los jóvenes del país. 

 

La experimentación médica puede devastar a las personas 

A partir de informes de fines de la década de 1970 hemos sabido que el cambio de género conduce al suicidio, lo cual brinda una visión reveladora de las consecuencias de ignorar la ciencia. El endocrinólogo Dr. Charles Ihlenfeld advirtió sobre los suicidios y la infelicidad de los pacientes transgénero sobre la base de su experiencia en tratar con hormonas a más de 500 pacientes transgénero durante un período de seis años en la clínica de género de su colega el Dr. Harry Benjamin. 

Ihlenfeld observó que el cambio de género condujo a malos resultados y llegó a la conclusión de que el 80 por ciento de los pacientes que desean cambiar su apariencia física de este modo no deberían hacerlo. La denuncia de Ihlenfeld fue más fuerte cuando afirmó que «Hay demasiada infelicidad entre las personas que se han sometido a la cirugía. Demasiados de estos casos terminan en suicidio». Uno se pregunta por qué se ignoró a un médico como éste, conocedor de los primeros experimentos sobre el cambio de género. 

La medicina tiene una larga historia de no poder ayudar adecuada y eficazmente a personas que batallan con problemas emocionales y psicológicos poco comunes. Experimentar con la cirugía como tratamiento para un trastorno psicológico no es algo nuevo. Mi libro, «Paper Genders» («Géneros de papel»), relata una historia de 100 años de este tipo de fallas. 

Esto incluye al psicólogo Dr. Henry Cotton. En la primera parte del siglo XX, Cotton era el jefe del principal hospital psiquiátrico público de Nueva Jersey, en Trenton. Su enfoque teórico era que las infecciones causaban enfermedades mentales, y se esforzó con celo para curar enfermedades mentales eliminando el supuesto origen de la infección. Empezó con la remoción de piezas dentales infectadas. Cuando esto falló, extrajo los restantes dientes y las amígdalas, y luego pasó a extirpar secciones del colon, el estómago, la vesícula biliar, así como los testículos y los ovarios. 

Cotton reportó una tasa de éxito del 85 por ciento. El New York Times elogió a Cotton como un genio científico cuyas investigaciones daban «grandes esperanzas» para el futuro y Cotton se hizo famoso en los Estados Unidos y en Europa. Personas desesperadas llevaron a sufrientes seres queridos al hospital de Trenton para el innovador tratamiento. Quedaron fuera de la vista pública las escalofriantes estadísticas de mortalidad: del 30 al 40 por ciento de sus pacientes quirúrgicos murieron a causa de su así llamado tratamiento. 

Encuentro similitudes sorprendentes entre Cotton y los cirujanos de cambio de género de hoy. Los medios celebran a personas que cambian de género «valientemente», como Caitlyn Jenner. Personas desesperadas que sienten que deberían ser del sexo opuesto solicitan tratamiento de cirujanos compasivos que amputan partes corporales de hombres y mujeres y de endocrinólogos que inyectan hormonas de diferente sexo. Suena brutal y loco; y lo es. 

 

Del corte de cuerpos a la combinación de cerebros 

La locura quirúrgica no terminó con Cotton. Desde mediados de la década de 1930, el neurólogo Dr. Walter Freeman se asoció con el neurocirujano Dr. Watts para realizar lobotomías como tratamiento de trastornos mentales. Freeman creía que cortar ciertos nervios en el cerebro podría eliminar el exceso de emoción y estabilizar una personalidad. 

Las primeras lobotomías implicaron la perforación de agujeros en el cráneo y la inserción de un cuchillo giratorio para destruir células cerebrales en los lóbulos prefrontales del cerebro. Más tarde, Freeman desarrolló una lobotomía transorbital de 10 minutos, en la que se accedía al cerebro a través de las cuencas oculares, con un instrumento similar a una pica de hielo. El procedimiento de Freeman no requería de cirujano o sala de operaciones, lo que le permitió a Freeman, que no era cirujano, realizar las lobotomías. Freeman realizó más de 2,500 lobotomías durante su vida. 

Para los pacientes, los resultados fueron diversos. En «The Lobotomy Files: One Doctor’s Legacy» («Los archivos de la lobotomía: El legado de un médico»), el Wall Street Journal dice: «Los doctores Freeman y Watts consideraron que aproximadamente un tercio de sus operaciones fueron un éxito en tanto el paciente pudo llevar una “vida productiva”, dice el hijo del Dr. Freeman. Otro tercio pudo regresar a su hogar, pero no pudo mantenerse por sí solo. Según el Dr. Watts, el último tercio fueron “fracasos”». 

Durante su apogeo, ambos médicos fueron considerados en alta estima, pero los resultados desfavorables en el largo plazo para la mayoría de sus pacientes fueron otro resultado lamentable en la historia de aplicar cirugía al tratamiento de enfermedades mentales. 

 

La cirugía no es el tratamiento para el trastorno del transgénero 

Cotton, Freeman y Watts fueron precursores del actual tratamiento del trastorno del transgénero (un trastorno mental) con otro conjunto de cirugías. Trataron a los pacientes con extracciones dentales, recorte de intestinos y alteraciones del tejido cerebral, lo que condujo a tasas de mortalidad del 30 al 40 por ciento y a una tasa de fracasos del 33 por ciento. En retrospectiva, estos métodos de tratamiento parecen brutales.  La respuesta compasiva es explorar primero otras opciones menos extremas, en vez de recurrir a la cirugía. 

El tratamiento hoy en día aceptado para problemas de género –cortar partes del cuerpo y reacondicionar todo, desde la manzana de Adán, las caderas y los senos hasta los genitales– también parece bárbaro y carente de compasión. La actitud compasiva es primero explorar opciones menos extremas antes de recurrir a la cirugía. 

Nuestra larga historia con el tratamiento del trastorno de transgénero sugiere enfáticamente que la cirugía no ha sido efectiva. En mi trayecto hacia el cambio de género, mi psicóloga me dijo que la cirugía era la única respuesta a mis problemas; y nunca planteé preguntas para descubrir otras posibles causas de mi incomodidad con el género. 

Hoy, hay personas que me escriben sobre sus experiencias de cambio de género. Constantemente comentan cómo en el momento de su transición se les dijo que el cambio de género era el único tratamiento para su condición. Hay padres de familia que me escriben sobre sus hijos adultos que desean la transición, preocupados porque saben que nadie está tomando en cuenta que un trauma infantil podría estar conduciéndolos a ese deseo inusual. Padres y madres informan que los terapeutas de género no quieren saber sobre eventos infantiles. El terapeuta dice que si un adulto quiere una transición, puede obtenerla. 

Al igual que lo ocurrido con Cotton, Freeman y Watts, los actuales tratamientos quirúrgicos de cambio de género no son sometidos a riguroso estudio científico para evaluar su seguridad, su eficacia a lo largo del tiempo ni sus consecuencias imprevistas. Porque los investigadores no pueden encontrarlos, los estudios no cuentan a quienes lamentan haber hecho la transición, a quienes regresan a su género de nacimiento o a quienes se pierden por suicidio. Las estadísticas están sesgadas a favor de resultados positivos porque las personas que experimentan resultados negativos, en lenguaje científico, han sido “perdidas durante el seguimiento”. 

 

Las amenazas de suicidio indican enfermedad mental 

Los adolescentes con problemas de género a menudo dirán algo así como «Si no recibo inhibidores de la pubertad u hormonas y cirugía para la transición, me voy a suicidar». Quieren demostrar la fuerza de sus sentimientos transgénero y la urgencia de su necesidad de transición a todos los que pudieran contrariamente invocar precaución, tales como los progenitores, los psicoterapeutas y los endocrinólogos. 

La amenaza de suicidio es un asunto serio que señala la presencia de problemas graves de salud mental. Cuando un niño transgénero utiliza el chantaje emocional y psicológico para conseguir una ruta rápida hacia la cirugía extrema, debe tenerse cautela y cuidado con la salud emocional y psicológica de la persona. Una amenaza de suicidio señala la necesidad urgente de intervención y psicoterapia, no de hormonas y cirugía. 

Considérense sucesos de la vida temprana que se desarrollan del siguiente modo, según un correo electrónico que recibí hace poco: 

Auxilio, mi hija está tratando de vivir como hombre y quiere desesperadamente que se le practique la cirugía de reasignación de género

Su padre era un pedófilo de niños varonesÉl abusó de nuestro hijo. Años más tarde, mi hijo se convirtió en homosexual y está casado con un hombre. 

Por otra parte, mi hija  fue rechazada por su papá. Pasó su adolescencia odiando a los hombres. Ella comenzó a engordar para que los chicos la rechazaran. Desarrolló trastornos obsesivos y se aseguró de lucir poco atractiva para los hombres. Logró ser poco atractiva y los hombres se alejaron de ella. Decidió ser lesbiana. Tras una mala ruptura de una relación lesbiana, ha decidido que eso no era para ella. Ahora quiere convertirse en transgénero. 

No es completamente inesperado que una mujer joven como ésta busque convertirse en transgénero, dado el rechazo del padre, su apariencia calculada para alejar a los varones y una fallida relación lésbica. La pedofilia, las inclinaciones homosexuales y el rechazo de su padre hacia ella naturalmente le impedirían desarrollar una autoimagen positiva y relaciones saludables. 

Ella ve lo transgénero como la solución a todo este rechazo. Como transgénero, puede enamorarse de sí misma y evitar el rechazo. Sí, es un comportamiento psicológicamente nocivo, pero proporcionará un alivio temporal del rechazo que hasta ahora ha experimentado en su vida. 

Los jóvenes que se consideran desatendidos, maltratados o abandonados pueden recurrir a conductas autoagresivas o de búsqueda de atención. Cuando todo parece fuera de control, se aferran a cualquier cosa que puedan controlar. Obsérvese que dije «se consideran».  Un niño puede sentirse rechazado, aunque no exista rechazo. La percepción de rechazo puede conducir a un niño hacia la homosexualidad o al trastorno transgénero porque le parece más atractivo que la vida que lleva o porque le permite sentir control sobre su vida. 

Los progenitores deben asumir una posición contra las escuelas públicas y las políticas gubernamentales que tienen como objetivo modelar a los niños y niñas hacia el cambio de género y eliminar las distinciones sexuales entre hombres y mujeres. Los padres y madres no pueden darse el lujo de permanecer en silencio mientras su derecho de paternidad sobre sus hijos se ve deteriorado. 


Walt Heyer es un consumado autor y orador público con pasión por ser mentor de personas cuyas vidas han sido destrozadas por la innecesaria cirugía de cambio de género. 
Este artículo fue publicado originalmente en el sitio weThe Federalist  bajo el título “Pushing kids into transgenderismo is medical malpractice”.   Fue traducido por el equipo de Courage International.  Si tiene alguna preguntapuede escribirnos a: oficina@couragerc.org