“¿Entonces, estás saliendo con alguien?”
“¿Entonces, estás saliendo con alguien?”
Desde que estudiaba en la universidad, esta pregunta me ha generado, en el mejor de los casos, incomodidad y, en el peor de los casos, inseguridad. Quienes preguntan, lo hacen con buena intención; la mayoría solo para hacer conversación. Por lo general respondo con un simple, “Por el momento no”, tratando de mantener la calma, pero siento cómo se acelera mi pulso y me pongo tenso. Tras responder “Por el momento no”, varias veces a la misma persona, mi mente se formula la pregunta… “¿Qué pasaría si me descubren…si se enteran de que experimento atracción al mismo sexo?”
Un poco de contexto…
Estudié en una universidad protestante donde predominaba la cultura de comprometerse en matrimonio antes de la graduación. Un tema frecuente de conversación era la vida amorosa de las personas… o la falta de esta. Recuerdo algunas veces en que me hacían aquella pregunta tan común, “¿Hay alguna chica en tu vida?” Y a veces respondía diciendo los nombres de mujeres que me parecían lindas y buenas para la conversación. Probablemente había poca atracción romántica, pero sentía que era una “fachada” para que no me “descubrieran”.
Sobresale un caso en particular
Tengo 21 años, estoy en un dormitorio con literas en San José, Costa Rica, en un programa corto de estudios en el extranjero. Los cinco hombres que compartimos el dormitorio nos conocemos bastante bien, ya que estudiamos en la misma universidad en los Estados Unidos. Es tarde y las luces están apagadas. Pero el parloteo continúa. Aquí viene:
–“Entonces, Brian, ¿hay alguna chica en tu vida?”
Algo sobre el hecho de estar en este dormitorio, de noche, en la oscuridad, con cuatro hombres, aumenta la preocupación de ser “descubierto”. Lo mejor que pude hacer fue decir, “Por ahora estoy contento estando soltero”. La respuesta de uno de mis compañeros fue poco halagadora…
“Soltero y contento… ¡siempre dices eso! ¡Estoy comenzando a pensar que eres gay!”
Nuevamente, mi corazón se acelera… ¡más de lo normal! Me siento humillado y no sé qué decir; solo espero que nadie continúe con la conversación o haga más preguntas. Todo lo que puedo suponer es que ahora se sienten incómodos de compartir el dormitorio conmigo…
Adelantando el tiempo, más o menos una década, después de haber vuelto a la Iglesia Católica, esta pregunta pega aún más profundo. Ya no se trata tanto de que me pregunten, “¿Estás saliendo con alguien?”, ahora la pregunta es, “¿Estás casado?”, “¿Tienes hijos?” Y respecto a estas preguntas, experimento un sentimiento defensivo similar. Aún me preocupa a veces que supongan que experimento atracción al mismo sexo, pero yo también supongo que se preguntan qué es lo que está “mal” conmigo por no tener un estado de vida más comprometido. ¿Acaso piensan que soy perezoso, que tengo miedo al compromiso o que soy egoísta? ¿Será que a los ojos de los demás no soy un “verdadero” hombre por no tener un papel más evidente guiando, protegiendo y proveyendo para alguien, entregándome a una esposa e hijos, a una comunidad religiosa, o pastoreando una parroquia? Honestamente, esto a veces puede conducir a sentimientos de envidia y autocompasión, ¡pero como católicos, no permitimos que nos gobiernen los sentimientos, sino la verdad!
¿Cuál es la verdad?
Usando la fe y la razón, puedo responder a las preguntas anteriores de la siguiente manera:
¿Qué pasaría si me “descubren”? ¡A quién le importa! Nuestras atracciones no nos definen. En todo caso, la Iglesia se beneficia con el testimonio de hombres y mujeres que experimentan atracción hacia el mismo sexo que se esfuerzan por entregarse totalmente a Dios, viviendo la fidelidad fundamentada en la verdad y la plenitud de las enseñanzas de la Iglesia Católica.
¿Qué pasaría si creen que no soy un “verdadero” hombre porque no tengo una vocación comprometida? ¡Se equivocan! Tenemos la bendición de contar con varios santos laicos canonizados, tanto hombres como mujeres, que se mantuvieron solteros y en el mundo: San Guiseppe Moscati, Sta. Catalina de Siena y San Benito José Labre me vienen a la mente. Estos hombres y mujeres se convirtieron en los hombres y las mujeres que Dios quería que fueran, convirtiéndose así en grandes santos.
Siento que la Iglesia se beneficiaría si explicase en mayor profundidad el significado y la importancia de la maternidad y la paternidad espiritual a aquellos que viven en el mundo. Pero me parece que para quienes estamos solteros, la pregunta que debemos hacernos cada día es “¿qué puedo hacer para ser un don para los demás?” Tal vez al preguntarnos esto —y, en consecuencia, viendo y cubriendo las necesidades de quienes encontramos en nuestro camino— estamos dando un simple paso para vivir la maternidad y paternidad espiritual a la que estamos llamados. Debemos recordar que ninguna relación (de este mundo), estado de vida o circunstancia nos dará plena satisfacción en esta vida. Todos enfrentamos sentimientos de vacío de vez en cuando, pero si se lo permitimos, Dios puede utilizar este sentimiento de vacío para acercarnos más a Él. Así, cada uno de nosotros, estará cada vez más cerca de convertirse en el santo que está llamado a ser.
¡Demos gracias a Dios!
Brian R. tiene 32 años y vive en el área de Washington, DC, Estados Unidos, donde trabaja como enfermero en un hospital para enfermos terminales. Forma parte de Courage desde el 2018 y participa activamente en los capítulos de Baltimore, Washington y Arlington. Le gustan las actividades al aire libre con sus amigos, el café, un buen libro y pasar tiempo en silencio frente al Santísimo Sacramento.
Las opiniones y experiencias expresadas en cada artículo del blog “The Upper Room” pertenecen únicamente a los autores originales y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista o las políticas de Courage Internacional, Inc. Algunos artículos se han editado y adaptado por su extensión y para mayor claridad.