En Courage he encontrado una familia y sé que nunca más me sentiré solo en esta batalla

“En Courage he encontrado una familia
y sé que nunca más me sentiré solo en esta batalla”

Testimonio de un miembro de Courage

Mi nombre es Alex, tengo 36 años de edad, soltero, originario de San Salvador. Soy el primero de cuatro hijos de una pareja divorciada. Siempre me he considerado una persona muy inteligente; aprendí a leer a los 6 años. En casa de mis abuelos, una tía que era catequista me enseñaba la doctrina básica y el amor a Jesús y a la Virgen, al mismo tiempo que empezaba el colegio; aprendí todas las oraciones y a rezar el rosario a muy corta edad; era monaguillo y me encantaba pasar a leer en la Misa. En aquellos tiempos, en realidad estaba convencido de que sería el próximo niño santo, oraba y hacía penitencia muy inspirado en el ejemplo de santo Domingo Savio.

Pero un día, a los siete u ocho años y de modo accidental, descubrí la masturbación y ahí empezaron mis conflictos: la culpa, mezclada con la ignorancia, la ausencia de un confesor fijo y la falta de confianza en mi madre fueron el caldo de cultivo para lo que vendría después: me volví un muchacho inseguro, introvertido y tímido. La masturbación se convirtió en vicio y aunado a que estudié en un colegio católico de varones por doce años, empecé a desarrollar, a la par, atracción hacia personas de mi mismo sexo en la pubertad.

Mi relación con Dios se enfriaba, porque sabía que lo que sentía y hacía en mi soledad, no era correcto. Ya no participaba en Misa y odiaba confesar los mismos pecados y sentía que siempre y en todo lo que hacía ofendía al Señor; incluso desarrollé un pequeño problema de escrúpulos; mi mente y cuerpo eran un mar de pensamientos y sentimientos que desconocía y no podía controlar. Incluso, todas estas dudas me hicieron enterrar un llamado a la vocación religiosa que tenía desde un tiempo atrás diciéndome una y otra vez que no era digno. Esa es quizá una de las cosas que más lamento.

A finales de bachillerato y durante la universidad, me alejé de mi religión y me dediqué a llevar una vida homosexual activa; asistía a Misa, pero había dejado de confesarme y comulgar; estaba convencido que Dios no querría a alguien con mi estilo de vida y me hundía más en la tristeza y mi fuerza de voluntad se volvía cada vez más débil.

Talvez el tener un empleo fijo y conservarlo por once años, fue de los primeros puntos de inflexión en todo este camino, me dio cierta estabilidad y madurez y gracias a eso tomé la decisión de adquirir mi propia casa y dejar la casa de mi madre (mis tres hermanos menores ya estaban casados y empezaban a tener familia); aparte, todo eso sirvió para mejorar la relación con mi madre, dañada con tantas peleas y conflictos (ella se dio cuenta de mi condición por accidente y comprensiblemente no sabía cómo tratar con un hijo así).

Al analizar cómo iba mi vida, la relación con mi madre y mis hermanos y todo por lo que había pasado, así como todo lo que pude haber logrado, pero dejé atrás por mis pecados contra la pureza, decidí confesarme, ya que además seguía escuchando el llamado de Jesús. Eso sucedió en el 2020 y es una de las mejoras cosas que me han ocurrido.

Sin embargo, luego de retomar el camino de la fe, empecé a notar que el tema de la atracción al mismo sexo no se tocaba en las homilías y en las confesiones solo se escuchaban los pecados y se daba una penitencia, pero ¿qué más? ¿Por qué nací así? ¿Fue algo que aprendí? ¿Cómo podría manejar mi vida espiritual y dominar mis impulsos y deseos? ¿Podría llegar a entender mis vicios y refrenarlos del todo? Eran tantas las dudas y a veces lamentaba que, en la práctica, al menos en las parroquias donde me he congregado, no se tratara directamente esa realidad que afecta a tantas personas. Pero obviamente no iba a abandonar el catolicismo por eso; para mí esta es la religión verdadera fundada por Cristo, cabeza de la Iglesia.

Ya me estaba resignando a librar esta lucha solo, con los recursos que me daba la Iglesia, cuando a finales de 2023 descubrí la página de Courage en español en Instagram y empecé a leer sus publicaciones y me alegré de corazón que estuviese dirigida a personas católicas que experimentan AMS y que se mostrara que es posible vivir la castidad respetando el Catecismo y las enseñanzas de la Iglesia y lograr, de esa manera, abandonar un estilo de vida que solo nos autodestruye y nos impide tener relaciones sociales sanas. Luego, revisando el boletín de Courage encontré el correo electrónico del grupo en El Salvador, me puse en contacto de inmediato, y después de una entrevista y de conocer más acerca de la labor de Courage en el país y fuera de sus fronteras, empecé a asistir a las reuniones desde el mes de febrero 2024. Asistir a este grupo en el que participan excelentes personas con diferentes historias y experiencias, pero compartiendo la misma condición de AMS y con la guía espiritual de un sacerdote, es lo que había estado buscando desde hace tanto tiempo. Ahora me doy cuenta de que la Iglesia jamás me abandonó, siempre ha estado tendiendo su mano como buena madre, me entiende y quiere que sea santo.

He aprendido que la conversión no es un camino recto y sencillo, sino que tiene muchas curvas y por momentos baches de los que tenemos que levantarnos; asimismo, la conversión no es algo que debemos dar por sentado una vez que sucede, la verdadera lucha consiste en saber mantener el estado de gracia, estar vigilantes, permanecer firmes, identificar y huir de aquello que nos hace caer, cuidar lo que vemos y escuchamos, adquirir el hábito de lectura de material edificante. Entonces, si el ánimo y la motivación empiezan a disminuir, ahí es que la fe y frecuencia a los sacramentos obran el milagro y nos hacen lograr consistencia. La castidad y pureza de corazón debe ser construida sobre bases sólidas y debemos pedir siempre a Dios y a la Virgen por ella a la vez que creamos buenos hábitos para preservarla y encontrar personas que te entiendan y apoyen. En Courage he encontrado una familia y sé que nunca más me sentiré solo en esta batalla.