“En Courage he encontrado hermanos de esos que no da la sangre, sino el Espíritu” – Testimonio de Fulton
“En Courage he encontrado hermanos
de esos que no da la sangre, sino el Espíritu”
Testimonio de Fulton
Hola, mi nombre es Fulton Javier, tengo 38 años de edad, soy nicaragüense y fui bautizado católico cuando era niño. Hoy quiero compartirles un resumen de mi vida, un testimonio un poco generalizado de lo que he vivido y lo que Jesús, el Señor, permite para bien de los que le aman.
Vengo de una familia de cinco hermanos, fui criado por mi madre y abuelita, ante la ausencia de una figura paterna. Si bien se sabe que entre hermanos todos pueden ser diferentes como agua y aceite aun viniendo del mismo vientre materno, yo desde muy pequeño recuerdo haber sido diferente. Fui un niño un poco más delicado tanto para el trato, como en mi manera de expresarme, así como mis formas de convivencia y de relacionarme con los demás. Esta manera de comportarme, pues así era y soy, ocasionó una serie de experiencias negativas que hoy Dios quiere que las comparta con ustedes.
Debido a mi comportamiento delicado y gentil cuando era niño, desde los primeros grados escolares sufrí mucho bullying. Quizá algunos han escuchado lo “creativo” que es el lenguaje nicaragüense para referirse a personas con algunos comportamientos similares a los míos. Quizá ustedes también se han expresado así de alguien. Algunas de las palabras que vienen a mi mente son: maricón, cochón, degenerado, fallado. Ufff … y a medida que pasaban los años el lenguaje empeoraba: sucio, mierda, traga… Ya en la universidad: el que me llamaran gay era lo menos ofensivo, porque ahí las etiquetas y lo bilingüe del ambiente predomina y se luce, naturalmente. Y si el bullying venía de algún otro cristiano o católico, escuchaba expresiones como: “hijo del diablo”, “merecedor del infierno”, “miserable”. En fin, este tipo de insultos y maneras de definirme fueron el pan de cada día desde muy pequeño, y me lo fui creyendo a medida que iba creciendo porque venían constantemente de todas partes. A pesar de que nunca tuve algún tipo de relación con alguien del mismo sexo en años escolares, ni di razones para el escándalo, solo era mi presencia un tanto más formal y educada la que agitaba el machismo y el prejuicio de muchos jóvenes y adultos.
Como les comparto, de niño siempre fui educado, aplicado, respetuoso. Todo esto en el mundo fue visto por algunos como algo débil y como blanco fijo para ser objeto de abuso. Fue a los seis años que sufrí mi primer abuso sexual. Fue en mi sexta Navidad, mientras había un festejo de Noche Buena en familia, donde un conocido aprovechó el ruido y las distracciones de todos los adultos y me obligó a ser violentado sexualmente por él, todo a la fuerza y con amenazas. Ese hecho quedó en el silencio porque fui amenazado y porque nadie tuvo la delicadeza de ver que algo había pasado conmigo. Yo estaba traumado sin entender nada. El abusador me dijo: “¿viste? Es lo que merecías, es lo que te gusta”. Yo no creo que a un niño de seis añitos le pueda gustar esta violencia sexual, o incluso pueda pensar a tan tierna edad lo que ello significaba. Les cuento que -a pesar de este momento traumático que viví- Dios en su infinito amor ha logrado que yo ame la Navidad- amo el misterio de mi Salvador que baja del cielo para salvarme y darme vida en Él. Aquella Navidad recuerdo haber llorado ante el pesebre, un llanto que nadie entendió.
En los años de secundaria el bullying se intensifica. Esta vez ya adolescente de 11 o 12 años, fui abusado nuevamente por un adulto mayor que vivía una temporada en mi casa porque era amigo de la familia. En los días que me dejaban cuidando a mí solo la casa, este hombre aprovechaba y el abuso sexual fue aún más traumático. Recibí golpes y fui muy agredido, siempre amenazándome a guardar silencio y seguir la vida como que nada pasó. Fueron dos años viviendo así. A esa edad, yo ya pensaba y estaba seguro de que no servía para nada y no valía nada.
Después de cumplir 16 años fui a mi primer retiro católico. Fue en ese retiro que escuché por primera vez la verdad más grandiosa que existe sobre cada ser humano: “soy hijo de Dios”. Después de ese retiro, me aferré a esa verdad, a pesar de que no la comprendía, pues no me sentía hijo, pero me abracé muy fuerte a esa verdad tan profunda. A partir de eso comencé un proceso de sanación: estuve con psicólogos, psiquiatras, exorcistas, y me sometí a terapias -algunas de ellas muy torturadoras; buscaba entender por qué yo era así. Quería entender por qué si era hijo de Dios, me sentía como una cosa mala. Ya a mis 16 años entendí que vivir la castidad era una forma de agradar a mi Padre, de ofrendar algo bueno a mi Padre. Entendí y practiqué la castidad como costumbre y no como virtud pues aún me odiaba a mí mismo “por ser como era”.
La universidad llegó y trajo consigo muchas experiencias. La atracción al mismo sexo se agudizó, creo que todo influía: el ambiente, las amistades, las fiestas, las etiquetas que dicen que “no hay nada de malo en ser gay”, o la tan conocida frase “love is love”. Ésta es la mentira más grande disfrazada de bien, pues “amor NO es amor” cuando te aleja de la Fuente de todo bien, cuando te hace odiarte a ti mismo y a Dios y sus designios. “Dios es Amor y quien permanece en el Amor permanece en Dios, y Dios en él” (1 Juan 4, 6). Esto es muy contrario a “love is love”. Ese tiempo fue muy difícil, me hundí viviendo por años en la promiscuidad total, pero al mismo tiempo mi alma seguía clamando “¡soy hijo de Dios!”. Fueron años de un peregrinar con caídas y levantadas. Mis grandes herramientas espirituales fueron: siempre el rezo del rosario, María Santísima trayéndome de vuelta a Jesús, a mi casa, como el hijo pródigo una y otra y otra vez; la constante comunión y recepción del Santísimo Sacramento, asistiendo a la Misa diaria, que nunca he dejado; la confesión, el proceso de sanación más relevante que puedo identificar en mi vida, mi fortaleza, mi guía segura.
Retomaba la castidad por años y tenía recaídas. Algunas veces las recaídas ocurrieron por largo tiempo, hasta que en un momento Dios puso en mi camino el apostolado Corazón Puro y el apostolado Courage, acompañado y dirigido espiritualmente por los Frailes Franciscanos de la Renovación, quienes comunican la misericordia de Dios. Fue entonces cuando entendí que “¡soy hijo de Dios!”, que fui creado para amar y ser amado, y fue viviendo una vida de castidad que el Amor me lo explicó todo.
En Corazón Puro aprendí sobre las delicias de la virtud de la castidad y en el apostolado Courage recibí el acompañamiento espiritual, el poder sentirme aceptado, entendido, acogido tal cual soy con mis complejas dudas, como dice nuestra tercera meta: “nos aseguramos de que nadie más tendrá que enfrentar solo los problemas (dilemas) de la homosexualidad”. En Courage también puedo vivir lo que decimos en la cuarta meta: “reconocemos que las amistades castas son necesarias en una vida cristiana”. En nuestro capítulo de Courage he encontrado hermanos, de esos que no da la sangre sino el Espíritu, hermanos que están conmigo a pesar de la distancia y, aunque a muchos no los conozco en persona, están presentes en la oración, con su apoyo en todo momento. A todos estos hermanos y al apostolado mismo los defino como misericordia de Dios para mi vida. “Miserando atque eligendo”, que quiere decir “lo miró con misericordia y lo eligió” y me trajo a este apostolado, me trajo a Courage.
También he entendido que “la auténtica felicidad exige valentía” (San Juan Pablo II) y es eso lo que quiero hoy quiero hacer: invitarles a vivir la aventura de Dios con valentía. Cristo me sacó literalmente de un vicio de promiscuidad sexual, de relaciones tras relaciones buscando amor auténtico, de días y noches buscando en calles y parques placeres vacíos de bien y de dignidad. Cristo fue quien lo hizo, y por eso no soy mejor, pero estoy caminando en esta propuesta de amor aalvífico que Jesús nos hace.
Por muchos años me pregunté: ¿Por qué a mí Señor?, ¿por qué a mí me sacaste de ese mundo oscuro de la promiscuidad? Y yo aún sigo viendo tantos otros amigos y conocidos que siguen en aquellos lugares donde yo estuve lejos de Dios. Pero fue el día en el que di mi testimonio de vida por primera vez en un retiro de Corazón Puro que lo entendí, que dios me habló al corazón. Permitiste que yo pudiera regresar a Ti para que pueda compartir las obras maravillosas que Tú puedes obrar en uno. Para que Tú te me uses como un instrumento y puedas atraer a otros hijos a compartir esta bendición de misericordia y verdad. “Miserando atque eligendo”, este lema del papa Francisco lo hago mío porque me habla mucho al corazón.
Por último, quiero alentarlos a que acudan siempre a los sacramentos que son sanación y fortaleza, acudan siempre a María Santísima, a San José (Ite ad Joseph), casto por excelencia, y verán cuan bueno es Dios. Rodéense de amistades castas, las amistades castas no son solamente necesarias, sino que nos ayudan a fortalecernos en este peregrinar de vida.
“Insinuar que es imposible que las personas con atracción al mismo sexo vivan en castidad es negar que Jesucristo resucitó de entre los muertos”.
Cardenal Francis George
¡GLORIA A DIOS!