El Sagrado Corazón de Jesús según santa Gertrudis, la Grande: Los latidos del Corazón de Jesús y la salvación de los pecadores

El Sagrado Corazón de Jesús según santa Gertrudis, la Grande:
Los latidos del Corazón de Jesús y la salvación de los pecadores

Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r*

Cuando se habla del Sagrado Corazón de Jesús, inmediatamente se piensa en Santa Margarita María Alacoque (1647-1690) y es natural que sea así, pues a ella debemos la difusión de la devoción. Sin embargo, en el siglo XIII vivió una monja benedictina, Gertrudis, la Grande, que en su obra El Mensajero de la Ternura Divina, presenta una espiritualidad centrada en la unión con el Corazón Divino de Jesús [1]. Gertrudis es una de las tres místicas del Monasterio de Helfta [2], Alemania, y su espiritualidad es precursora de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

No contamos con muchos datos biográficos sobre ella, pero sabemos que la fecha de su nacimiento fue el 6 de enero de 1256 y que a los 5 años fue dejada en el monasterio. Y también conocemos la fecha de su muerte, el 17 de noviembre de 1301 o 1302. Sin embargo, a pesar de que se haya conservado tan poca información sobre ella, su doctrina espiritual mereció ser recogida. Las religiosas, por orden de la superiora en aquel entonces, se preocuparon en recolectar los dichos, consejos y experiencias de Gertrudis y redactaron cinco libros [3]. Además, también contamos con la obra Los Ejercicios que es una compilación de sus palabras.

Gertrudis es un personaje valioso para la Iglesia y el Papa Benedicto XVI, en la Audiencia General dedicada a ella, dijo que su pensamiento influyó de modo singular en la espiritualidad cristiana y que era “una mujer excepcional, dotada de particulares talentos naturales y de extraordinarios dones de gracia, de profundísima humildad y ardiente celo por la salvación del prójimo, de íntima comunión con Dios en la contemplación y de prontitud a la hora de socorrer a los necesitados” [4].

Su doctrina espiritual es muy rica, ella escribió sobre el don de la Gracia; sobre la centralidad de la Santísima Trinidad; sobre la Encarnación del Verbo y la Redención; sobre los misterios de la vida de Jesús, con especial atención a su Corazón Divino; sobre la misión maternal de María “mediadora del Mediador” [5]; sobre la centralidad de la Eucaristía y la comunión eucarística como encuentro místico con Jesús; sobre la disponibilidad hacia el hermano como fruto de la unión con el Señor y sobre la preocupación apostólica por la conversión de los pecadores [6].

Dado que no es posible ahondar en todos los temas, quisiera, aunque en modo muy sucinto, presentar una de sus experiencias místicas con el Corazón Divino [7]. Un día en el que estuvo enferma, nuestra santa se quejó de que no podía escuchar el sermón dominical, al que el Señor le respondió: “¿Quieres, carísima, que te predique yo?”, Gertrudis accedió y percibió que Jesús la acercaba a Él de forma tan íntima que “sintió en el Corazón del Señor dos latidos admirables y sumamente suaves”. Él luego le explicó el significado de los dos latidos: el primero representa “la salvación de los pecadores” y con este latido el Corazón Divino, en primer lugar, habla “sin cesar a Dios Padre” para obtener la misericordia para los pecadores (cf. 1Jn 2,1), habla a todos sus santos exhortándolos a orar fielmente por los que viven en pecado y finalmente habla también al mismo pecador para llevarle “misericordiosamente al arrepentimiento”. El segundo latido se refiere a la salvación de los justos y con él, el Corazón de Jesús se regocija con el Padre por estar en los corazones de los fieles, palpita de alegría con todos los santos y los ángeles del Cielo por los fieles que le muestran “gratitud por todos los beneficios” concedidos y por conceder, y finalmente, invita a los cristianos “de distintas maneras con gran ternura a progresar día tras día, hora tras hora con perseverancia” en la fe. Jesús concluyó su revelación con las siguientes palabras:

Así como el latir del corazón humano no se interrumpe por la mirada, el oído o cualquier trabajo humano, y nada le impide seguir su ritmo, del mismo modo ni el gobierno y ordenación del cielo, de la tierra, de todo el universo podrá suspender, temperar o impedir por un instante hasta el fin del mundo estos dos latidos en mi Corazón divino.

La vía mística de Gertrudis puede ser muy diversa de los caminos que los cristianos ordinariamente recorremos, pero, no por ello su experiencia es inasequible a nosotros, el entoces Papa Benedicto XVI destacó muy bien la actualidad de esta gran mujer y las luces espirituales que podemos adquirir con su experiencia:

Me parece obvio que éstas no son solo cosas del pasado, históricas, sino que la existencia de santa Gertrudis sigue siendo una escuela de vida cristiana, de camino recto, y nos muestra que el centro de una vida feliz, de una vida verdadera, es la amistad con Jesús, el Señor. Y esta amistad se aprende en el amor a la Sagrada Escritura, en al amor a la liturgia, en la fe profunda, en el amor a María, para conocer cada vez más realmente a Dios mismo y así la verdadera felicidad, la meta de nuestra vida [8].


Referencias:
1. Gertrudis no habla del “Sagrado Corazón”, sino del “Corazón Divino” de Jesús.

2. Las otras dos místicas de Helfta son: Matilde de Hackeborn y Matilde de Magdeburgo. La primera es autora de El Libro de la gracia especial, la morada del corazón y la segunda de La Luz Divina que ilumina los corazones. Las obras de las tres monjas fueron publicadas por el Editorial Monte Carmelo en la colección «Biblioteca Cisterciense».

3. Gertrudis escribió solamente el Libro II.

4. BENEDICTO XVI, «Santa Gertrudis», Audiencia General 6 de octubre de 2010 en https://shorturl.at/acyQW

5. SANTA GERTRUDIS DE HELFTA, El Mensajero de la Ternura Divina. Experiencia de una mística del s. XIII, Tomo I, Libro 1-3; Monte Carmelo, Burgos, 2013, L.II, 7,1, p. 154.

6. Cf. GUTIÉRREZ VESGA, D., «Introducción», in Ibid., p. 30-31. 

7. La exposición que sigue está en SANTA GERTRUDIS DE HELFTA. Op. cit., L. III, 51,1-2, p. 369-370.

8. BENEDICTO XVI, op. cit.  


* Lícia Pereira es laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y en este momento reside con su comunidad en Brasil.