El encuentro con Jesús en el Santísimo Sacramento
Author: Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r.
El encuentro con Jesús en el Santísimo Sacramento
Lícia Pereira de Oliveira, f.m.r.*
La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración [1].
Iniciamos nuestra breve reflexión con estas palabras de San Juan Pablo II, quien en 1980 dirigió una carta a todos los obispos del mundo para meditar sobre la incidencia del misterio eucarístico en la vida de los ministros ordenados. Pero el texto que aquí reportamos se aplica muy bien a todo fiel cristiano: a todos nosotros el Santo Papa pide no cesar nunca la adoración a Jesús Eucaristía.
Ciertamente queremos seguir la exhortación del Papa, sin embargo, no siempre lo logramos como deseamos. Muchas veces tenemos dificultades delante del Santísimo Sacramento, pues no sabemos qué hacer, qué decir y el momento de encuentro con Jesús termina siendo un momento de dispersión. Hay también quienes no encuentran mucho sentido en estar arrodillados delante del sagrario o de la Hostia expuesta en el altar.
Pero, quizás si cambiamos de perspectiva, podremos superar un poco nuestras dificultades y sacar preciosos frutos espirituales en la oración delante de Jesús Sacramentado.
Un hermoso himno de autoría de Santo Tomás de Aquino, cantado hasta los días de hoy en las adoraciones eucarísticas comunitarias, puede darnos una primera pista para este cambio de perspectiva. Veamos solo las dos primeras estrofas:
Te adoro con devoción, Dios escondido,
oculto verdaderamente bajo estas apariencias.
A Ti se somete mi corazón por completo,
y se rinde totalmente al contemplarte.
Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto;
pero basta el oído para creer con firmeza;
creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios:
nada es más verdadero que esta Palabra de verdad [2].
En el texto encontramos algunas expresiones que nos ayudan a entender un poco la razón de nuestras dificultades ante Jesús Eucaristía: “Dios escondido”; “oculto verdaderamente” y “al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto”. Estas frases quieren enfatizar el hecho de que la Santa Presencia está por detrás o por debajo de lo que es visible a nuestros ojos. Pero, insistimos, no es fácil trascender lo que los ojos del cuerpo ven, pues estamos acostumbrados a fiarnos solo de lo que podemos ver, tocar y comprobar. Espontáneamente, entonces, viene a la memoria la famosa frase de Saint-Exupéry tomada de su libro El Principito: «no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos». A Jesús se le ve bien solo con el corazón.
Pero el mismo Tomás nos ofrece una vía de salida y lo hace diciendo que basta el oído para creer con firmeza en la Santa Presencia. ¿Pero cuál oído? Si primero el Doctor Angélico[3] estaba hablando de los sentidos corporales de la visión, del tacto y del gusto, luego cambia el nivel y pasa a hablar del sentido espiritual del oído: se trata del oído que acoge la Palabra de Dios, Palabra que nos es dirigida en las Sagradas Escrituras, en la Liturgia y en el corazón. «La fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo» (Rm 10,17). ¡Si oímos, creeremos y podremos ver!
Para ayudarnos a oír la Palabra de Dios, el Papa Emérito Benedicto XVI hace la siguiente afirmación: «Hoy se necesita redescubrir que Jesucristo no es una simple convicción privada o una doctrina abstracta, sino una persona real cuya entrada en la historia es capaz de renovar la vida de todos»[4]. ¡El Misterio oculto bajo las especies de Pan es una Persona! ¡Es Jesús quien desea estar delante de nosotros para hablarnos como Amigo! Volvamos a Exupéry y recordando uno de los diálogos entre el Principito y el Zorro, apliquémoslo a la dinámica de encuentro entre Jesús Sacramentado y nosotros:
Si quieres un amigo, ¡domestícame!
–¿Qué hay que hacer? –dijo el Principito.
–Hay que ser muy paciente –respondió el Zorro –. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca…
Jesús, nos pide ser pacientes, silentes y constantes en la Adoración, si así lo hacemos, cada día que pasa nos sentiremos más cercanos a Él y se dará una mutua domesticación: seremos uno en Jesús (cf. Jn 17, 23-24).
* Licia Pereira es laica consagrada y en estos momentos reside en Brasil con su comunidad.
[1] 1 Juan Pablo II, Carta Dominicae cenae, 3.
[2] Santo Tomás de Aquino, Himno Adoro te devote.
[3] Título dado a Santo Tomás de Aquino por causa de sus enseñanzas filosóficas y teológicas.
[4] Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, 77.