“Dios no se deja ganar en originalidad ni en generosidad”- Testimonio de una chica miembro de Courage en Ecuador
“Dios no se deja ganar en originalidad ni en generosidad”
Testimonio de una chica miembro de Courage en Ecuador
Cuenta el relato que un perturbado cristiano, durante la confesión, se sintió desanimado al ver que cada vez que acudía al confesionario, confesaba recaer en el mismo pecado, y ésta es justamente la experiencia de muchos cristianos que hemos caído en la trampa de vernos caídos y pensar que nada nos levantará de ahí. Si hablásemos de esperanza, desde mi propia experiencia de vida como mujer miembro de uno de los capítulos de Courage de América Latina, puedo afirmar, que el pecado que vuelve gris la vida del ser es monótono y son siempre los mismos bajo la luz del sol, pues nada nuevo hay en ellos; por el contrario, la acción de Dios y el sobrenatural encuentro que cada ser tiene con Él y que lo lleva a la conversión, es siempre una historia de amor tan particular y diferente para con cada persona.
¿Por qué he empezado mi testimonio diciendo que, en términos del pecado, nada nuevo hay bajo el sol? Muchos de los lectores quizás tienen una historia de conversión similar, pues como he dicho, el pecado es monótono, de manera que no son tan relevantes los detalles de cómo durante mi adolescencia e inicios de mi juventud he negado la naturaleza que Dios me ha asignado, pero sí resulta relevante cómo Dios conmovió mi conciencia, permitiendo que mirase que más grande era su perdón que mis infidelidades hacia su Sagrado Corazón. Mi historia de conversión es la típica historia del pecador promedio: vivir una vida poco piadosa que aparentaba libertad, luego enfrentar un vacío existencial, sumirse en la tristeza, afrontar las consecuencias del pecado, buscar lo que da sentido a la vida, y encontrarlo; creo yo que esa es la hoja de ruta del ser humano, sea cual sea su pecado.
Antes de abordar mi testimonio con más detalle, debo puntualizar algunas cosas del pasado, que ayudarán al lector a entender la influencia que tienen los hechos en las diferentes etapas de la vida, para direccionar positiva o negativamente nuestros comportamientos a futuro. Vengo de un hogar católico, donde la fe de mis abuelos y tías fueron un importante cimiento para la formación católica de los venideros, y si bien es una bendición nacer en un hogar católico, debo reconocer que mi familia desde que tengo uso de memoria ha sido azotada por la tibieza espiritual de la que tanto nos alertaba Nuestra Señora de Fátima, y que por supuesto son actitudes que yo también desde la infancia las había adoptado.
El primer factor tiene que ver con las ausencias a partir de la primera etapa de mi vida. Si doy un vistazo a mi infancia, debo aceptar que hubo bonitos momentos de unión familiar y protección, así como el poder sentir cariño de los adultos que me rodeaban, pero, por otra parte, no recuerdo momentos en que mis mayores me hayan introducido al Evangelio o me hayan hablado de aquellas virtudes que elevan el alma y la personalidad, y si bien aprecio mucho a mi familia no puedo evitar pensar que la nula formación intelectual en temas de fe, nos vuelven presas fáciles del engaño.
A lo dicho, se le suma el abandono de mis padres, en primera instancia, experimenté el abandono de mi padre a los pocos meses de nacida, y luego de cuatro o cinco años, de mi madre. La experiencia de mis padres, dos adolescentes que vivían una “unión” que no tenía la bendición de Dios, trajo mucho dolor a sus vidas, y por supuesto, sufrimiento para los venideros. Esa unión duró poco, cada uno tomó su propio camino, primero se fue mi padre al poco tiempo de nacida, luego, pocos años después mi mamá me dejó a cuidado de familiares, y se marchó.
El que sería mi nuevo hogar, fue en parte una bendición porque me crié con familiares que me dieron mucha protección, y buen ejemplo, especialmente de parte de quien me crió y que hasta el día de hoy vela por mí y yo por ella, a quien llamaré Nonna. Recuerdo haber sido muy callada en la infancia, pero tengo en mente aún las reuniones familiares donde escuchaba con mucho entusiasmo las anécdotas, las bromas, las historias, etc; habiendo tenido la dicha de sentir lo que llaman calor familiar, aunque a pesar de aquello, hubo una figura que siempre me hizo falta, la de un padre.
Pienso que este punto lo comprenderemos mejor las chicas, ya que la falta de figura paterna en la vida de una mujer en la infancia puede volverse un condicionante negativo en factores como, la personalidad, autoestima, relación con el sexo opuesto, apegos, y hasta la orientación sexual. Muchas de las cosas descritas, las viví en mi infancia, etapa en la cual experimenté cambios drásticos de personalidad, relaciones conflictivas con mi familia, fracaso estudiantil, y otros aspectos que fueron reforzados además por la dinámica de peleas y adicciones que se vivía en mi núcleo familiar.
En lo posterior, entrando a la adolescencia, la dinámica familiar fue complejizándose aún más, al igual que mi situación interna. Pues, entrando a la adolescencia empecé a sentir y reaccionar al dolor, ya que en la infancia fui recordada como una niña dura como si no tuviese la capacidad de sentir dolor, y todo ese bloqueo emocional me estaba pasando factura ya en la adolescencia. Todo este contexto conflictivo se daba a la vez que surgía otro tema de manera progresiva y sin hacer mucho ruido, empecé a asumir inconscientemente, que afectivamente me sentía atraída por mí mismo género, lo cual, para ser honesta es algo que venía arrastrando desde muy pequeña donde ya había mostrado ciertos signos nada femeninos en mi forma de actuar.
Mi orientación sexual en la adolescencia no tuvo mayores cambios, esto debido a que toda esta etapa asumí que era una joven bisexual, de hecho, siempre que cuento mi testimonio en Courage digo que el tema de la orientación sexual lo viví de manera teórica, pues en la práctica nunca llegué a tener una pareja como tal, aunque sí lazos afectivos y emocionales, que supongo se deberán a la figura de padres ausentes. No quisiera entrar en muchos detalles del tema, sé que muchos de los lectores tienen un testimonio de AMS en este apostolado y, por tanto, sabemos cómo funciona la dinámica de este pecado en particular; pero sí considero necesario contar un poco de las consecuencias que esta vida me produjo.
Fue un hecho sobrenatural hace aproximadamente cinco años que se sintió como un sacudón para mí, como esa sensación que queda en el cuerpo tras haber pasado por un momento en que estamos al borde de la muerte y resultamos vivos, algo que remueve todo el ser. A partir de ese momento (que es algo que no termino de comprender muy bien, pero en pocas palabras puede decirse fue un encuentro con el demonio), llegó a mi corazón un dolor profundo que me llevó inicialmente a caer en la trampa que ya había mencionado en las primeras líneas, la duda del perdón de Dios. Supe exactamente de dónde venían dichos pensamientos cuando, por primera vez en la vida, empecé a tener pensamientos suicidas.
Ese pienso que fue el punto más bajo de mi vida, no encuentro nada comparado a aquel momento, pero querido lector, presta atención a estas líneas; cuando yo me di cuenta de que esos oscuros pensamientos merodeaban mi ser, por inspiración de Nuestro Señor encontré mi refugio en la adoración a Jesús Sacramentado y en el rezo del Santo Rosario, Dios mismo me había mostrado la salida. Más allá de mi testimonio, considero relevante que el lector que esté pasando por angustias similares, sepa con toda seguridad que puede buscar estos mismos refugios que guardaron a mi atormentada alma.
Años más tarde de haber dejado esa vida atrás y haber roto todo contacto con grupos LGBT, supe que no bastaba con eso, pues empecé otra vez a sentir un dolor muy profundo, pero esta vez era distinto, pues yo sentía que era una tristeza que provenía de mis pecados del pasado, sin embargo, no lograba salir de esa aflicción aún, yo sabía claramente que era mi conciencia que se revelaba contra mí misma y me acusaba, sí, la conciencia, el sitio donde se dice que Dios habita.
Fue en esa época que, mientras revisaba mis redes sociales encontré, por gracia de Dios, un anuncio sobre el apostolado Courage. Recuerdo que cuando encontré ese anuncio había enviado un correo preguntando por el apostolado presencial en mi país, formé parte del apostolado, participé en sus reuniones y conocí otras personas que viven situaciones similares. En ese tiempo, ya como miembro del apostolado, comprendí la importancia del factor comunidad, pues el escuchar tantos testimonios de personas con luchas muy fuertes y cruces pesadas de cargar, ayudó de cierta forma a que Dios transparente mi alma y a su vez, nazca un anhelo muy particular, pero a la vez totalmente inesperado en mi corazón, el de formar una familia con un hombre católico muy virtuoso. Aún recuerdo cómo me resultaba impactante y de cierta forma confuso, mirar cómo mi vida pasó de una fase en que tristemente trataba de “hacerle guerra a Dios” por medio de una vida en la que pregonaba ser algo para lo cual no fui creada, terminando con el alma drenada y vacía, a una fase en que encontraba libertad en la simple búsqueda de castidad, mientras esperaba que Dios me revele sus planes vocacionales.
En fin, termino este texto con algunas lágrimas, esta vez diferentes a las lágrimas de dolor, porque éstas son de alegría y agradecimiento para con Dios que me recuerda que siempre habrá de su parte, una mano extendida que, por su gracia, espero no soltar nunca. Como verán, son muy originales las formas en que Dios regresa una oveja a su rebaño, la acción de Dios nunca deja de sorprender, pues Él no se deja ganar en originalidad ni en generosidad, es por eso por lo que con mi testimonio de vida yo quisiera invitar a todo aquel que sienta su alma afligida y que le cueste mucho llevar una vida de castidad, a que recuerde que una respuesta generosa a Dios trae muchas gracias y bendiciones a nuestras vidas. ¿Por qué hacer de nuestro cuerpo y mente una cárcel para el alma y la conciencia? Luego de todo este tiempo dentro y fuera del apostolado, tengo la certeza que nunca estuvo el mundo tan avanzado como hoy, pero tampoco estuvo tan triste y deprimido como lo está hoy, y eso cambiará el día en que, con coraje (courage), firmemos un papel en blanco con Nuestro Señor, y dejemos que sea Él quien escriba las líneas de lo que nos quede de vida.
- Para la mayor gloria de Dios.