“Courage me ha ayudado a rescatar mi dignidad como persona, como hijo de Dios”

“Courage me ha ayudado a rescatar mi dignidad
como persona, como hijo de Dios”

Testimonio de un miembro de Courage en México

Mi nombre es Sergio tengo 45 años. Me gustaría compartir con ustedes mi testimonio de vida en el que he recibido la gracia de Dios que me ayuda a esforzarme por vivir la virtud de la castidad.

Tenía un año cuando nací a la vida nueva en Cristo recibiendo el sacramento del Bautismo. He crecido en una familia numerosa, somos cuatro hermanos y una hermana, yo soy el tercero. Siempre estuvimos al cuidado y educación de nuestros padres, sin embargo, era mi madre quien pasaba casi todo el tiempo con nosotros pues mi padre trabajaba por muchas horas y solo llegaba a casa a dormir.

Si embargo, de los recuerdos más hermosos que tengo de mi infancia son aquellos cuando mi padre, nos llevaba a mi mamá, mis hermanos y a mí a ver lo que él hacía, que era ver el corte de la alfalfa para el ganado que él tenía. Esos momentos de estar juntos, en el campo, rodeados de naturaleza siendo cuidados por mi mamá y en compañía de mi papá fueron momentos muy bellos que me sacan una sonrisa al traerlos a mi memoria.

A los 5 años se inició la etapa del desprendimiento pues tenía que empezar a ir al kínder. Tenía mucho entusiasmo, pero recuerdo que también sentía miedo, fueron momentos difíciles para mí. Mi madre me ha compartido que fui un niño muy responsable, tranquilo, no era conflictivo y muy estudioso.

En los primeros años de la escuela primaria solía apartarme de mis compañeros de salón de clase. Incluso recuerdo que cuando todos salían al recreo, yo no quería salir y me quedaba solo en el salón. Alrededor de los 6 años tomé la iniciativa de ir a las clases de catecismo con mis primos, primas y mis hermanos, a pesar de que todos ellos eran mayores que yo. Solo perseveré durante un ciclo porque yo no iba a recibir los sacramentos de primera comunión y confirmación, sino solo mis familiares; entonces no me dejaron continuar. A pesar de que quería recibir los sacramentos, no se podía. La catequista me dijo que podía ir a misa, pero no podría recibir aún los sacramentos. Tenía tanto deseo en el corazón de seguir en la catequesis, que lo que hacía era escaparme todos los domingos de mi casa para ir a Misa. Mis padres no sabían dónde me iba pues lo hacía a escondidas. Y cuando regresaba me llamaban la atención, sin embargo, yo me seguía escapando. ¡Me gustaba tanto ir a la Iglesia y participar de la Misa!

Seguí siendo un niño reservado, tranquilo. Y fue solo a la edad de siete años cuando vivo una situación muy dura en mi caminar. Fui abusado sexualmente por un familiar mayor que yo, desde entonces se iniciaron las confusiones sobre mi sexualidad, mi identidad. Vivía rodeado de miedos, tristezas, sufrí con mucho bullying de parte de mis primos, vecinos, y de mis amigos en la escuela.

Cuando alcanzo la edad de la adolescencia, alrededor de mis 13 años, empiezo a integrarme a un grupo de jóvenes de la parroquia de Nuestra Señora del Refugio. En medio de mi soledad, con las dudas en mi corazón, me ayudó mucho a buscar a Dios por todo vivido. Fue a los 16 años cuando escucho durante una misa la invitación a prepararse para recibir el sacramento de la confirmación. A lo largo de cuatro meses me preparé para ser confirmado y recuerdo cómo mi corazón se llenó de alegría y gozo. Sin embargo, las luchas interiores continuaban, no sabía cómo identificar mi inclinación sexual. No encontraba mi identidad más profunda. Tenía muchas preguntas y dudas que las guardaba solo para mí. Sentía muy fuerte cómo sexualizaba a las personas de mi mismo sexo.

Por primera vez, a la edad de 18 años decidí compartir con mi madre que sentía atracción hacia personas de mi mismo sexo. Su reacción y lo que puedo recordar de sus palabras fue: “Dios te hizo hombre, te he educado y te he vestido siempre como hombre”. Quizá a muchos de ustedes que leen estas líneas les ha pasado algo similar. A veces, cuando compartimos con nuestros padres o algún ser querido lo que estamos sintiendo, ellos no saben qué decirnos o cómo reaccionar. Sus palabras no dejan de ser ciertas, sin embargo, yo mismo no sabía por qué sentía atracción al mismo sexo, solo lo sentía.

Fue a partir de esta época que comencé a sentirme más desorientado, un poco más solo y empiezo a probar experiencias en el mundo y todas las “atracciones” que nos ofrece. Comencé a ir por primera vez a bares nocturnos, consumir alcohol, drogas y a hacer todo lo que viene con ello. Desde entonces sentí con mayor fuerza mis deseos y creí que era natural todo lo que hacía. Sin embargo, hoy sé y me doy cuenta de que no tenía conciencia de ello.

A la edad de 33 años asistí a una misa dominical en la parroquia Nuestra Señora del Refugio y ese día anunciaron que se llevaría a cabo un retiro sobre el Kerigma para jóvenes. Yo sentí el llamado de Dios como un fuego del Espíritu Santo en mi corazón que me decía: Este retiro es de jóvenes, y tú ya estás grande pero quiero que vayas al retiro. Se lo comenté a mi madre cuando llegué a casa y decidí ir al retiro sin importar que ya no estaba tan joven. El fin de semana que viví ahí con otros jóvenes, no fue fácil; pues ahí tomé conciencia del camino equivocado que había estado viviendo y las opciones que había tomado en mi vida. Sin embargo, lo más conmovedor fue sentir, a través de las pláticas de los predicadores, que era Jesús mismo quien me hablaba y me decía cuánto me amaba, que Dios me perdonaba todo y que Él me ayudaría a salir de la situación en la que estaba viviendo.

Ahí empecé mi camino de regreso a Dios Padre, fueron seis años de luchas muy fuertes externas e internas. Pero con la gracia de Dios y mis pobres esfuerzos he caminado hacia delante. Me he caído muchas veces, pero me he vuelto a levantar. Fue durante estos años que conocí el apostolado Courage en la que me ofrecieron y me ayudaron a vivir la virtud de la castidad, y a vivir las cinco metas de Courage. Con el tiempo me daba cuenta de que al esforzarme por vivir estas metas cada vez era más feliz, más libre, más pleno. El apostolado Courage me ha ayudado a rescatar mi dignidad como persona, como hijo de Dios.

Tengo la bendición de vivir el servicio a los demás en la Iglesia -un regalo de Dios-, en una casa hogar de ancianos. Esto me ayuda mucho a no estar pensando tanto en mí mismo y mis luchas, sino a donarme en amor solidario a los demás.

Le doy gracias y gloria a Dios por tantas gracias que han sido derramadas sobre mí.